Jun Misugi, jugador del equipo de fútbol FC Tokio y miembro de la selección nacional de su país, además de ser estudiante en la Universidad de Medicina de Tokio, iba caminando por el amplio y solitario estacionamiento del campus universitario; ese día, sus clases se habían extendido más de lo habitual siendo que al salir del salón de clases ya sólo se encontraban en el edificio él, el profesor y sus compañeros, quienes al salir al exterior tomaron distintas direcciones para llegar a sus vehículos pues al parecer Misugi había sido el único en dejar su automóvil tan apartado del edificio de clases. Era ya muy tarde y la fría noche que cubría la ciudad, anunciaba que muy pronto caería una gran nevada, por lo que el joven decidió apresurarse para llegar a su automóvil cuanto antes.
Mientras caminaba a través de los amplios y bien cuidados senderos que existían entre el estacionamiento, Misugi iba inmerso en sus pensamientos y no precisamente sobre las clases que habían visto ese día, sino más bien sobre su verdadera pasión, vocación y hasta podría decirse que amor: el soccer; él caminaba imaginándose que sus deseos de fichar para algún equipo extranjero se hacían realidad, como lo habían podido hacer ya otros de sus compañeros de selección; Jun, al igual que su gran ídolo Tsubasa Ozora, deseaba jugar en las grandes ligas para volverse el mejor jugador de soccer y ser reconocido a nivel mundial, por lo que frecuentemente soñaba que los grandes clubes le invitaban a formar parte de ellos y se imaginaba a sí mismo portando las playeras estos equipos.
Misugi casi llegaba a su destino cuando se percató de que muy cerca de donde se encontraba su vehículo se hallaba sentada, en una pequeña banca sobre el sendero, una joven que le llamó mucho la atención, pues ya era demasiado tarde para que alguien estuviera sola a esas horas; al llegar a su lado y verla más de cerca, notó que era una chica de aproximadamente su misma edad, quien portaba un hermoso y fino abrigo que le cubría gran parte de su cuerpo, siendo además que su rostro se hallaba oculto entre sus manos y al juzgar por los movimientos que hacía parecía que se encontraba llorando. Jun pensó que podría tratarse de alguna compañera de la universidad que había tenido algún problema y que ésa era la razón de sus lágrimas, por lo que decidió acercarse para ver si podía ayudarle.
— ¿Te encuentras bien? —preguntó el joven.
La hermosa muchacha lloraba desconsolada, su cabello que caía sobre su rostro y manos se movía con cada movimiento que la chica hacía al llorar, y su espalda seguía el mismo compás, mostrando que realmente se encontraba mal.
— Mi prometido ha muerto —comentó la joven finalmente entre susurros.
— ¡Oh! Cuánto lo siento —comentó Misugi, sin saber en realidad qué decir y sentir al respecto.
— Lo peor del caso es que sus últimos pensamientos no fueron para mí —continuó diciendo la joven, sin levantar el rostro de las manos—. Eso me ha roto el corazón —agregó.
Misugi se quedó muy extrañado con esa aseveración pues se preguntó cómo es que ella podía saber qué fue lo que su novio pensó antes de morir, pero prefirió ni preguntar ni darle importancia dejando que ella continuara desahogándose.
— Decía que me amaba pero al final no fui lo más importante para él —dijo la chica, entre sollozos.
Esta última frase hizo que inexplicablemente Jun se sintiera muy mal por la chica por lo que trató de pensar de qué manera podría consolarla, ya que no se le ocurrían palabras que la pudieran hacer sentir mejor. Fue entonces cuando miró a la joven con mayor detenimiento, dándose cuenta de que le recordaba mucho a su prometida Yayoi Aoba, pues a pesar de no verla de frente, su aparente estatura, el color de su cabello y la complexión física eran casi idénticos a los de Yayoi y por un instante se imaginó a su novia, sentada en el lugar de la joven llorando por la muerte de él, lo que le causó un gran remordimiento de conciencia sin saber bien la razón.
Y justo en ese instante, la joven levantó el rostro de sus manos, su cabello aun caía sobre la cara pero enseguida se le acomodó cuando ella se irguió y fue entonces cuando Misugi pudo finalmente ver a la joven con quien dialogaba, siendo que cuando ésta se giró a verlo aún sollozando, el futbolista vio que ella no tenía ni ojos desde donde escurrir lágrimas ni boca por dónde sollozar, la realidad era que la chica no tenía un rostro y todavía así continuaba escuchándose su llanto, por lo que Jun al verla quedó tan aterrado que de pronto comenzó a sentir un fuerte dolor en el pecho. Sin poder articular palabra para pedir auxilio, en parte debido a la impresión y en parte al dolor, Jun sólo se apretaba el pecho con fuerza, pensando en ese instante que aún cuando pudiera gritar por ayuda, ya no había nadie más en los alrededores del campus que pudiera acudir.
"¡Perdóname, Yayoi!", fue el último pensamiento que tuvo el jugador antes de caer al suelo.
Al día siguiente el personal del campus encontró el cuerpo de Misugi muy cerca de su automóvil, sus compañeros estaban realmente impactados con la sorpresa que el nuevo día les trajo, pues la noche anterior, y al parecer minutos antes de su muerte, cuando se despidieron de él lo vieron con un buen semblante y no parecía sentirse mal por lo que jamás creyeron que eso sucedería. Oficialmente, se dijo que Jun había fallecido debido a un infarto fulminante ocasionado seguramente por la enfermedad cardiaca que él tenía, por lo que no se hizo mayor investigación al respecto. En el funeral, sus amigos y compañeros lloraron su pérdida pero quien más la sufrió fue su amada Yayoi, quien jamás supo que esta vez el último pensamiento de Jun sí había sido para ella.
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El Llanto de la Novia
ParanormalJun Misugi recibirá una valiosa lección de quien menos se lo espera: no descuides a quien amas, pues podrías arrepentirte. Jun Misugi dedicaba su tiempo libre del soccer a prepararse para ser médico por lo que él pensaba que no era momento de distra...