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Severus acomodó un rebelde mechón negro detrás de su oreja y pasó las yemas de sus dedos por encima de los pétalos de esas coloridas flores que su madre había traido de la tienda más cercana: Hibiscos rosados, alelíes y gipsofilas blancas; los hibiscos tenían en su centro un tono borgoña bien delimitado del suave color rosáceo de los extremos de sus pétalos.
Acercó su nariz y apenas captó un suave y fresco aroma.

- ¿Son de tu agrado? – Eileen apareció en la sala acomodando su gastada túnica de verano - ¿Crees que le gustarán? – preguntó mientras observaba los negros ojos de su hijo.

Severus se encogió de hombros y tomó el ramo entre sus manos, mientras recargaba su cintura baja contra la destartalada mesita recibidora que había a un lado de la puerta de entrada; la misma tenía múltiples quemaduras de cigarrillos y aureolas marcadas de latas y vasos sobre la madera.

- No creo que vaya a estar muy alegre de verme... - susurró el pelinegro largando un suspiro y acomodando algunas hojas.

Eileen chasqueó la lengua y negó, en desacuerdo con la respuesta de su hijo.

- Por supuesto que se alegrará de verte – contestó mientras largaba un suspiro y ponía sus brazos en jarra – Eres su prometido, hijo... debe estar esperando con ansias tu visita.

Severus mordió su labio inferior y elevó sus cejas.

- Sirius me dijo que me ama... y he estado pensando seriamente en mi compromiso - largó sin mirar a su madre, mientras tragaba saliva y sentía un súbito calor en sus mejillas – Pero después de esto... no lo sé, me da miedo madre... ¿Tú crees... - comenzó a decir, sin atreverse a continuar, mientras Eileen lo observaba detenidamente – Nada... mejor olvídalo...

La mujer bajó su vista y juntó sus labios, sopesando qué palabras debía dejar salir de su boca.

- Sé dónde quieres llegar... y no, no lo creo hijo – comenzó a decir acomodándose una negra hebra veteada de gris detrás de su oreja – No creo que Antonin haya... asesinado a su familia si a eso te refieres – murmuró luego de tragar saliva.

- Pero tenía un motivo, mamá – cuestionó Severus enfrentando los negros ojos de Eileen.

- ¿Y Mavra? – preguntó la mujer haciendo que su hijo desviara su vista - ¿Crees que hubiese querido eso para su hermanita, Severus?.

El pelinegro exhaló por la boca, para luego largar el aire por la nariz, suspirando suavemente.

- ¿No vas a decirme nada de lo que Sirius me dijo? – preguntó Severus observando cómo su madre acomodaba los dobleces de los puños de las mangas – Fuiste tú la que me sugirió ir a verlo...

- Y fuiste tú el que se quedó una semana entera a su lado... - lo largó sin mirarlo, como si sintiera vergüenza y luego dejó escapar un suspiro al ver de reojo que su hijo se tensaba - Palabras, hijo... - susurró entonces dando un paso hacia Severus y acariciando sus mejillas con ambas manos – Los Black se quedan siempre en palabras... - agregó frunciendo un poco el ceño.

- ¿Quién fue Nemesius Prince, mamá? – preguntó repentinamente antes de que su madre abandonara la estancia.
Eileen se clavó en su lugar, de espaldas, sin girarse.

- Un pariente... - contestó mientras le dedicaba una escueta sonrisa – fue Squib, uno de los pocos que hubo entre los Prince.

Severus tragó saliva y observó detenidamente a su madre.

- "la vergüenza que traía en su vientre nació el mismo día que la Señora Black paría a su tercer hijo..." – murmuró recordando aquella historia que Sirius le había contado del orígen de su apellido – Esa vergüenza... fue una niña ¿verdad? otro de los pocos Squib que hubo en nuestra familia – agregó mientras observaba la manera en la que su madre juntaba sus labios y bajaba la vista.

Nacido en el año del CerdoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora