Marinette siempre había sido una buena estudiante. Quizás sus calificaciones no eran extremadamente pulcras, pero nunca había tenido mala fama en la escuela. Realmente sabía que tenía que esforzarse y lo hacía. No a su capacidad completa, porque de ser así, ella hubiera arrazado con las calificaciones más altas desde su educación media-superior.
Sus ojos, azules, miraron una y otra vez la calificación. Se había lucido, y bueno, ella no se había esforzado demasiado. Quizás porque no lo necesitaba realmente, era buena en el arte de la moda y sabía que tenía que aprender cosas en vez de memorizarlas. Así fue.
Marinette Dupain-Cheng fue la calificación más alta de la clase.
—Profesor Agreste, ¿tendrá alguna asesoría?— Preguntaba un chico delgado, rubio, con la espalda levemente ancha.
—No este periodo escolar, señor Froid— respondía el maestro, tomando sus cosas. No se había levantado siquiera cuando todos los alumnos admiraron su acción y creyendo que ese era el final de la clase, se fueron a sus hogares. Era la última semana de exámenes, las vacaciones iban a iniciar. Marinette no quería dejar la escuela, no quería dejar de seguir aprendiendo... ni tampoco dejar de ver a su profesor.
Principalmente porque él agradable con ella. No era tosco, o al menos no demasiado.
Quedaron solo los dos, el profesor, y la estudiante.
—Profesor Agreste... ¿Su hijo y su esposa están... bien?— Preguntaba la jovencita, terminando de guardar sus cosas, pero sin levantarse de su asiento tampoco.
—Supongo— respondía el mayor, suspirando y acomodándose en la silla —Son un matrimonio extraño. No viven juntos, no aún—
—Me alegro mucho por él— Marinette sonrió, en parte por los nervios y otra por que en verdad le hacía feliz saber que Adrien estaba contento. Nunca entendería las razones por las que se casó, pero tampoco iba a preguntarle a su profesor.
Nuevamente, se miraron.
Gabriel había pasado unos meses difíciles, llamarlos imposibles era lo más adecuado. Para empezar, su hijo se había casado. Las razones se las guardaba para él mismo, y quizás para su asistente personal, Nathalie. Así lo hacía también la señorita Bourgeois, o ahora, señora Agreste. Luego, la demanda estaba por ser ganada y gracias a eso ya no se veía en la necesidad de distraerse con tonterías como lo era dar clases... pero ahí estaba el problema más grande: Marinette Dupain-Cheng. Tan talentosa, inteligente, amable, tan buena. Gabriel Agreste aceptó renovar contrato solo por ella. No sabía bien por qué se sentía en la extraña necesidad de estar cerca de la mestiza, simplemente lo hacía, y agradecía controlar su cerebro, porque de divagar en sus sentimientos encontraría cosas que no quería aceptar.
Marinette se levantó, finalmente, pero no caminó hacia la salida, sino hacia el escritorio de su profesor. Ella, con una leve sonrisa, quedó de pie, esperando el momento correcto, que a los pocos segundos, llegó
—Estoy feliz de que me haya enseñado tanto, profesor Agreste. Muchas gracias— decía apenada, dándose la vuelta y caminando hacia la puerta, hasta que la mano en su hombro la detuvo. Parpadeó confundida, girándose, descubriendo al inquebrantable Gabriel sonriéndole.
—Marinette... tienes muchos talentos— susurró él, sin dirigirle la mirada —Baja tus cosas, vamos a hacer un diseño... necesito... inspiración—
Marinette, totalmente confundida, obedeció. Puso su mochila en un escritorio cercano y sacó su libreta.
Ambos, sentados juntos, comenzaron a dibujar un buen rato. Iniciaron con sombreros, pasando por botas, accesorios, y finalizando con vestidos de novia. El tiempo pasó volando, realmente ninguno de los dos se había dado cuenta de que habían pasado un par de horas desde que estaban sentados.
—Este está lindo— señaló la menor, poniendo su dedo índice en un dibujo que había hecho el grandioso Agreste, sobre un delicado velo con flores y que finalizaba la tela con algo que imitaba petalos.
—Siempre me han gustado esta clase de cosas— confesó él —Me gusta diseñar. Siempre tengo ideas, pero pocas veces hago realidad lo que se le ocurre a mi cabeza.—
—¿De que habla, profe? ¡Su marca es reconocida internacionalmente!—
—Sí, pero realmente no hago mi mayor esfuerzo. Soy talentoso, pero también bastante carente de voluntad—
Marinette separaba los labios para intentar darle ánimos, admirando como el maestro desviaba la cara, evitando así el contacto visual.
La débil Dupain-Cheng suspiró por la nariz, haciendo una mueca. Iba a hacer una tontería, pero no podía pensarlo en ese momento. Levemente impulsiva, pero definitivamente tonta en esas situaciones, puso una mano sobre la de su profe, haciéndolo voltear para que viera como ella le intentaba animar. Y ahí, entonces, Gabriel sintió que estaba destinado a arder en el infierno.
Pero le quemaba más las ansias, los pensamientos, la cabeza le explotaba de pensar cosas que no quería pensar, pero esa simple acción lo llevó a saturar su mente con idioteces, cuales igual que ella, no pudo controlar.
Puso su mano libre sobre el mentón de su admirable estudiante, acariciándole la barbilla con el pulgar.
—Profesor... ¿Necesita... ayuda para seguir dibujando?— preguntó Marinette, bajando levemente la mirada hacia los labios del mayor. Su rostro, sin darse cuenta, se volvió rosáceo, y sus labios tornaron de un delicado tono rojizo.
—Nunca la necesité, Marinette— susurró él, acercándose cada vez más, pero a los dos centímetros que se acercaba, retrocedía uno. Repetía la acción una y otra vez, hasta que Marinette empujó con su cuello su cabeza y entonces, los dos quisieron morir.
Sus labios, apenas unidos, les generaban en cada uno un cosquilleo diferente. A Marinette le sabían los labios de su profesor a algo ácido, salado. Un sabor tan extraño como atractivo, mientras que a él, le sabía dulce, empalagoso incluso.
Dejaron caer el lápiz, y continuaron besándose hasta que los dos cayeron en cuenta de la barbaridad que estaban cometiendo.
Al final, Gabriel había encontrado un alma buena y frágil que le gustaría proteger, mientras que Marinette encontró en él algo tan escalofriante que le dejaba con la sangre en las piernas, como un instinto natural para salir corriendo.
Se miraron totalmente confundidos.
—Profesor... ¿Por qué me pidió que me quedara con usted a diseñar? No me necesita, usted mismo lo dijo, es demasiado talentoso...—
—Porque creo que tú me inspiras, Marinette—
—Es... extraño. Usted es... mucho más mayor que yo, profesor—
—Soy Gabriel— dijo él con la voz firme, levantándose cuidadosamente y sin prisa, mirándola.
—¿Eh?—
—Fuera de clases... puedes llamarme Gabriel—
Entonces, los ojos de la señorita se llenaron de lágrimas, asintiendo con la cabeza
—Está bien, Gabriel... Me pesa un poco, ya sabes, serán vacaciones y no nos veremos en un buen rato— murmuró la joven mientras guardaba sus cosas, los diseños y los crayones
—¿Crees que eso me impedirá estar cerca de ti? No seas así, Marinette. No seas tonta. Soy bastante mayor que tú, sé a lo que te refieres con eso, y la respuesta es no. No dejaré de buscarte. ¿En serio me tomas por tonto? Sé, también, que estás confundida... y yo también. Pero podemos aclararlo... si quieres, con tiempo y algo de cercanía—
Marinette, ahora con el rostro rojo, caminó hacia su profesor, abrazándolo con tanta fuerza que Gabriel sintió que su corazón podía explotar.
—¿Qué está pasando, Gabriel?—
—Pasa que me atraes y te atraigo. Ya está. Eres débil, Marinette... eres frágil. Estoy consciente de que veniste a buscarme cuando se casó mi hijo para sacar el mar en el que te ahogaste sabiendo bien que yo te rescataría, y tú... maldición, Marinette. Sabes bien que eres hermosa y muy talentosa... — Gabriel decía todo eso mientras respondía al abrazo, cerrando los ojos.
Marinette entonces entendió que Gabriel tenía un gran talento para el análisis.
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"Especial" ; {Gabrinette - Gabriel x Marinette}
FanfictionTras algunos acontecimientos desastrosos que ignoraba, Marinette había comenzado la universidad, especializándose en diseño de modas como siempre lo había soñado. Entre aquellos pasos de la vida que no tenía ni idea de que habían sucedido, estaba l...