9. Recuerdos De Infancia

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- ¡Qué demonios ha sido eso! - exclama Cedryc entrando de vuelta al salón. - Caleb, te estoy hablando. ¿Tú sabes lo que has hecho?

- Si tanto te preocupa ese bastardo haberte ido con él, C. - respondo mientras saboreo la lata de cerveza que Anaïs me prohibió. - No necesito que vengas a comerme la cabeza. Sé lo que he hecho y no me arrepiento.

Cedryc se muestra exasperado ante mi explicación, y abriendo la nevera también, saca otra lata de cerveza para su consumo.

- ¡Por qué, Caleb! Yo sólo quiero saber por qué. - repite sentándose frente a mí. - Esa actitud tuya. Parecías un maldito psicópata.

- Tú no necesitas saber nada, C. - respondo evitando su mirada. - Sólo te advierto una cosa. No vuelvas a traerlo a mi casa.

- ¡O qué! - grita poniéndose en pie. - ¿Me pegarás a mi también?

Mi reacción automática es golpear la mesa exigiéndole, de alguna forma, que no se dirija a mí con ese tono de voz. Pero su reacción es peor de lo que esperaba, porque me toma del cuello de la camiseta con fuerza y acerca mi rostro al suyo, mostrando completamente cuánto me desprecia en este momento.

- ¡Suéltame! - le exijo. - ¡C, suéltame!

- ¡O qué! - repite. - ¿Me convertirás de nuevo en tu saco de boxeo?

- Si te parezco un demonio, entonces qué haces aquí.  - le digo apartándolo con brusquedad. - Por qué no te marchaste con él.

- ¿Eso es lo que quieres? - pregunta dolido. - Tenerme lejos de ti, de Anaïs y del niño.

"Yo no he dicho eso", respondo en mi cabeza, más no consigo expresárselo a él.

Simplemente, me dejo caer de nuevo sobre la silla, y me rindo a cualquier pensamiento negativo que tenga sobre mí. En este momento, me siento golpeado por la vida, y carezco de fuerzas suficientes para consolar un corazón que no sea el mío propio.

- Tu problema es que eres un maldito egoísta, Caleb Coleman. - me acusa con el dedo. - No te mereces una mierda todo lo que tienes. No te mereces a Anaïs ni a tu hijo.

- ¿Algo más? - pregunto.

El nudo en mi garganta se hace cada vez más insoportable impidiéndome articular palabra alguna. Por eso, no puedo más que apartar la vista avergonzado, y sin ánimo alguno de ejercer mi defensa,le permito a Cedryc que se desahogue conmigo con toda su crueldad.

- ¡Capullo!

Lo siguiente que siento es sus nudillos estamparse contra mi boca y, a consecuencia del golpe, pierdo el equilibrio y termino cayendo con la silla al frío suelo de la cocina.

- Santo dios, ¡qué estáis haciendo! - oigo decir a Anaïs. - ¡Caleb! Pero qué pasa contigo, C. ¿Quieres mandarlo al hospital?

- Te has casado con un capullo egoísta, cuñada. Eso es lo que pasa. - gruñe furioso mientras yo recibo la mano de Anaïs y me pongo en pie. - Pero tranquila, ya le he dado su merecido.

- No te pases, C. - sale Anaïs en mi defensa. - Esta sigue siendo nuestra casa, la casa de Caleb, y él puede decidir quien se va y quien se queda. ¡Respétalo!

Mi boca sangrante emite una sonrisa sucia al descubrir a la camarada que me guarda las espaldas, y que peleará con todos los Seths y los Cedrycs que haga falta en mi nombre.

- ¿Te pones de su parte? - pregunta sorprendido. - Claro, es tu marido. Y parece que has olvidado lo hijo de puta que es a veces.

- ¡Cedryc!

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