Ella
Te habías visto sometida a una serie intensiva de preguntas luego de la aparición del morocho y mucho más por el beso que plantó sin descargo sobre tu mejilla. Lo cierto es que tus amigas podías ser muy pesadas, insistentes y exageradas pero esta vez tenían motivos, ni vos misma te reconocías. Jamás habías sido tan mandada y desinhibida, es más, si había algo por resaltar de tu personalidad era tu timidez.
Desde que tuviste tu primer ataque de pánico que tu vida se vió limitada en un cien por ciento. Tus formas cambiaron, tus costumbres, tus pasatiempos. Dejaste de salir y por lo tanto dejaste de conocer gente, hasta tal punto que el simple hecho de acercarte a alguien (especialmente si era un hombre, nunca entendiste porque) era toda una proeza, por no decir un imposible. El miedo no dejaba de perseguirte y te despertabas planeando minuto a minuto tu día, no debías tropezar con nada que pudiera producirte un nuevo ataque. Los cines y los bailes dejaron de existir para vos, los conciertos, todo, absolutamente todo. Te volviste alguien muy reservado y ahora, de la noche a la mañana, eras otra.
Cuando habías visto a Peter la noche anterior tu corazón se contrajo y por alguna extraña razón sentiste que no podías permitir que él atravesara por lo mismo que vos, sabías lo mal que podía pasarlo y de verdad no se lo deseabas. Lo habías abrazado, acariciado, mimado, acunado y hasta incluso te permitiste sentarte sobre sus piernas, teniendo el plus de que él no era del todo conciente sobre lo que vos hacías y que además eran completos extraños.
Recordabas que tu último pensamiento antes de dormirte fue darte cuenta de lo bien que te habías sentido al ayudarlo, porque eso es básicamente lo que habías hecho, pero más allá de eso, Peter te había hecho sentir útil, manejabas la situación, de verdad tenías el control de absolutamente todo, y eso es lo que habías necesitado todos esos años, había algo nuevo, un cambio, una sensación de superación, de curación.
Te pasaste el día analizando tus propias acciones y sintiéndote extraña luego de que le sonrieras al descubrirlo observándote durante el almuerzo. Ya llegada la noche decidiste que luego de la cena regresarías a tu habitación y te conectarías en la notebook de Cande para poder conversar con algún familiar o amiga y que le dijeran a tu madre que estaba todo bien, ya habías hablado por teléfono con ella en la tarde pero cuando se estaban despidiendo viste pasar a Peter y le colgaste sintiéndote repentinamente nerviosa, como si ella te hubiera descubierto haciendo algo malo.
Tal como la noche anterior te despediste de Euge y Cande en la recepción y te fuiste directo al cuarto. Esa noche también visitarían un boliche, pero al día siguiente podrías unirte a sus planes, al menos hasta una hora más avanzada que lo normal, ya que irían a cenar afuera, seguramente luego querrían prenderse en algún baile o algo por el estilo por lo que regresarías al hotel con algún coordinador."Si no lo enfrentas nunca lo vas a superar"
Te decía tu prima vía Chat. Llevaban pocos minutos charlando pero ella había abordado el tema desde un primer momento. Ella no aceptaba que perdieras tantas cosas por miedo, si, tenía razón, estabas dejando de lado muchas cosas por el simple temor a que te sucediera lo mismo, pero es que nadie había estado en tu lugar en el momento de vivirlo, no podían entender el dolor que padeciste y que no deseabas atravesar de nuevo.
"No quiero hablar del tema, no es el momento, todos saben que no me siento lista, acepté venir al viaje con la condición de que no me presionaran... No quiero pasar por lo mismo Lu... entendeme"
Le respondiste ya escribiendo con molestia, estabas cansada de siempre lo mismo, no entendías porque no podían respetar tus tiempos, también eras conciente de que hacía años que decías lo mismo, pero no estabas preparada aún. En ese momento llamaron a la puerta, levantaste tu vista sobresaltada, ya que no esperabas que nadie estuviera en el hotel, y luego de quitar la portátil de sobre tus piernas cruzadas te acercaste a abrir.