8) Retrospectiva I

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Tengo muchos recuerdos de Jorgito cuando éramos niños. Él fue compañero de primaria mío, y cuando era receso íbamos a muchas aventuras, muchas cosas ocurrían entonces, pues, el patio era muy pequeño, pero, nada impedía qué se pueda vivir una gran aventura. La pasábamos corriendo de un lado a otro, aunque había una profesora qué nos decía: "No corran niños". Lo recuerdo algo borroso, pero, era muy pequeño, no puedo recordar del todo bien lo ocurrido.


Algo qué si recuerdo, es que ya cuando éramos unos simples pre-pubertos, nos fascinaba las historias de terror, recuerdo qué en nuestro salón existía un rumor sobre una niña qué se suicidó saltando del segundo piso, y según se decía, hubo gente qué encontró su fantasma rondando por los baños, y otros al lavarse las manos aseguraban, haber visto a aquella niña mirándoles en el espejo, sin parpadear. Cómo había dicho, a Jorge y a mí nos gustaba mucho ese tiempo, por eso, una mañana de 1991, fuimos a la puerta de los baños, y yo me quedé fuera, mientras él entró. A mí se me había ocurrido meter a un compañero en el baño a escondidas, qué se siente en uno de los inodoros, con los pies por encima para qué Jorge no se entre, y espere para salir corriendo. Al instante alguien abre la puerta, y es Jorge, corriendo y asustado.


Cuando salía del colegio con él, venía a mi casa, y jugábamos al SEGA, o a la Gameboy qué tenía. Lográbamos pasar los niveles de los juegos, y nos sorprendíamos en los jefes finales, pues, siempre sonaban con una melodía tétrica o movida.


En esa época todo iba bien para mí, y claro, pero, no sé qué ocurrió después de eso. Él me dijo qué se tenía que ir por un asunto en el que su familia estaba metida, no regresó, y me tuve que ir yo también. Esos viejos momentos.


Otro día el profesor estaba explicando sobre los dientes.

-Hay muchos átomos qué son esenciales para el cuerpo humano- Dice el profesor- ¿Qué tenemos en los dientes?

-¡Sarro!- Contesta Jorge.

-¿Cómo?... Qué yo sepa, no tengo sarro -Contesta el profesor, intentando aguantar la risa por el comentario de Jorge. Yo no pude, y solté una carcajada, una gran carcajada, al igual que mis compañeros.

-¡Ya!- Dice el profesor, para intentar hacer callar las risas. Aunque no parece funcionar, pues, las carcajadas eran demasiadas. El profesor miraba perplejo al alumnado, parecía no saber qué hacer en ese momento. El alumnado en cambio, seguía con las bromas, hasta qué se oye un ruido seco, como si fuera un martillazo, era el profesor, qué había tomado el borrador para golpear la mesa con este. El sonido resonó en todo el aula, e inclusive una persona qué pasaba quedó mirando con cara aterrorizada hacia dentro del salón.

-No puedo dejar qué se escandalicen cómo si nada- Reprochó él al alumnado- tenemos poco tiempo para terminar el año, y aún faltan temas. Si no se comportan, nos quedaremos sin verlos, y tendré qué traer el libro de actas- Agregó. El alumnado calló en ese momento, era cómo si todo sonido hubiese desaparecido de repente. Parecía mi casa en la ciudad, así de silencioso era el ambiente.

-Veamos, los seres vivos necesitan de ciertos átomos para sobrevivir, cómo calcio, Potasio, etc.-Comenzó a explicar el profesor, parecía qué su paciencia se había deteriorado, ya que gruñía entre medio de la explicación.

El aula, era algo pequeña, le llamábamos "Pecera", debido a lo pequeña qué era. La distancia de los bancos hacia el pizarrón era bastante corta, así que cuando los profesores borraban, se podía oír una bella interpretación de "Money- Pink Floyd", solo que en vez de dinero, se oía el sonido de los estornudos de mis compañeros. El lugar sin embargo, tenía mesas bastante grandes, cosa que solo había dos filas de estas, y en el medio un pasillo. La arquitectura del salón, más de una vez nos dio algún problema, una vez vino un chico nuevo, creo recordar que se llamaba Manuel, y no tenía espacio para sentarse.

-¡Siéntate encima de algún compañero!- Dijo un chico- ¡Probablemente les guste!...-Agregó antes de ser interrumpido por un codazo de la compañera de al lado suyo. El chico nuevo miraba a todos lados buscando silla. Al final, un grupo de compañeros decidieron posar sus bancos fuera del aula, con la puerta abierta para poder ver dentro.


Más tarde, llega el profesor de Matemáticas, este decide seguir dictando, después de reñir a "Los del fondo", qué estaban dándose codazos en sus bancos colocados en los pasillos.

En el receso, la entrada a la cafetería del colegio estaba repleta, parecía qué una singularidad comprimió todo en el colegio, en ese punto. En ese lugar se encontraban niños pactando y dándole dinero a uno para qué compre un poco de comida para sus amigos, un grupo de chicas conversando sobre su última salida, entre otras cosas.

Yo paseaba por el colegio, recorriendo cada pasillo, recorriendo cada corredor, subiendo y bajando cada escalera, entre otras cosas, sólo para explorar. Era bastante hermosa la vida en los inicios de la secundaria. En el regreso al aula, me esperaban los rostros de mis compañeros, y se podía notar las "Estronciedades" qué hacían, como tirarse papeles, entre otras cosas. Aún tocaba matemáticas, y cuando parecía que la tranquilidad predominaba el lugar, surge.

-¿Cuánto es la mitad de uno?- Pregunta el profesor de matemáticas.

-El ombligo- Responde uno de "Los del fondo". Hasta el profesor no pudo evitar soltar carcajadas al oír eso.

El salón era un lugar de sentimientos muy entrañables, muchas de las situaciones vividas ahí, no se olvidan nunca, cómo las vividas con Jorge durante nuestra juventud. Las alegrías y tristezas qué emanan mi mente y penetran en lo más profundo de mi alma, al pensar en ello, al igual que un vorágine de sentimientos se presentaba ante mí, ante mi ser, mi ser desamparado de hoy en día.

Las anécdotas que la vida da, son un tesoro qué añoro, y esos sentimientos a veces contrastan con la cruel realidad.


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