El Akuma del Lago.

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Era un hermoso y soleado día en la ciudad de Tokio y sus habitantes, como era habitual en esta gran urbe, caminaban apresurados por las calles para llegar a su destino; en medio del frenesí que la metrópoli acostumbraba tener, un personaje contrastaba notoriamente pues caminaba a paso muy lento y hasta cierto punto aburrido, mirando hacia todos lados y sin preocuparse por llegar a ningún sitio en específico. Este personaje no era otro que Ryo Ishizaki, jugador profesional del fútbol soccer y miembro, realmente sorpresivo, de la selección nacional de su país.

El defensor había aprovechado el rato libre que tenía para salir a dar un paseo por la ciudad, pues el entrenador de su equipo de fútbol, el Júbilo Iwata, les había concedido a sus jugadores ese día el permiso para hacer lo que desearan antes de tener que volverse a reunir en el hotel para partir de regreso a Shizuoka, ya que el equipo había viajado a la capital del país para enfrentar un decisivo y crucial duelo contra el FC Tokio, líder de la J1 League, el cual para fortuna de los jugadores del Júbilo, había resultado mucho mejor de lo esperado.

Así pues, Ishizaki se hallaba caminando solo por las calles de la ciudad pues su amigo y compañero de equipo, Taro Misaki, había dicho que aprovecharía el tiempo libre para ir a visitar a su padre, quien ahora radicaba de manera permanente en Tokio al lado de su nueva esposa, una joven muchos años menor que él; en cuanto a Hanji Urabe, amigo y rival de Ryo desde la infancia y quien también jugaba a su lado en el mismo equipo, se había excedido con la bebida durante la cena del día anterior por lo que en ese momento se encontraba fuera de combate o más bien entablando un aguerrido duelo con la almohada, por lo que al quedarse sólo Ishizaki se había aburrido tanto al grado de haber tomado la decisión de salir a pasear.

Fue así como su caminata le había llevado hasta Koraku, en el distrito de Bunkyo y muy cerca del Tokio Dome, por lo que viendo en dónde se encontraba, el joven decidió ingresar al Jardín Koishikawa Korakuen, el cual era un tranquilo, relajante y bastante pintoresco parque que existía desde el siglo XVIII y el cual contaba con numerosos senderos de terracería para andar en medio de la naturaleza, teniendo un estanque en su parte central y variados puentes a su alrededor. Ishizaki paseó por este hermoso parque durante un largo rato, hasta que cansado de caminar decidió buscar alguna banca en dónde poder descansar.

Pero cuando iba a cruzar el lago por uno de sus puentes, vio que algo brillaba en el borde de piedra del puente, entre el agua del lago, la tierra fangosa y algunas ramas que se extendían sobre la orilla, por lo que curioso decidió acercarse a ver de qué se trataba y al agacharse, se encontró con un extraño objeto enredado en el borde del lago el cual recogió y examinó con detenimiento, parecía ser alguna clase de ornamento bastante antiguo, que bien podría provenir desde la era Edo.

— Quizás pueda valer algo —sonrió Ryo, con bastante alegría.

De pronto, lo que parecía ser una especie de sello en el objeto se comenzó a desmoronar en las manos del joven, liberándose el ser que el objeto llevaba dentro y el cual se materializó primero como una densa bruma para luego tomar la forma de un akuma, el cual miró sumamente feliz a Ishizaki.

— ¡Tonto humano, me has liberado de mi prisión! —exclamó el Akuma, con bastante arrogancia—. Ahora seré libre para matar y destruir a todo aquél que desee —rio el ente.

Ishizaki realmente aterrorizado por la aparición que tenía frente a sus ojos, intentó huir del lugar, pero su pie se atoró en una rama cayendo al suelo mientras veía al demonio con terror. El Akuma se convirtió nuevamente en niebla y se acercó al futbolista al tiempo en que éste gritaba horrorizado, pero nadie le pudo escuchar ni mucho menos prestar auxilio pues el sitio se hallaba completamente solitario en ese momento.

La neblina entonces entró por la boca del jugador y este perdió por completo el conocimiento y al despertar Ishizaki no recordaba nada de lo que había sucedido con anterioridad, por lo que pensó que se había quedado dormido en el parque y al mirar la hora, se sorprendió de lo avanzado de ésta pues ya se le había hecho muy tarde para volver al hotel, por lo que emprendió su rápido andar pareciendo ahora sí uno más de los millones de habitantes de la gran ciudad.

Los días pasaron y aparentemente nada había cambiado en el japonés, quien todos los días asistía a sus entrenamientos con normalidad para después disfrutar de su tiempo libre con sus amigos y compañeros de equipo, manteniendo bromas pesadas con Urabe y nostálgicas pláticas con Misaki; hasta que cierto día, en el que Ishizaki acababa de llegar a su casa, éste prendió la televisión de la sala para hacerle ruido de fondo al tiempo en que comenzaba a prepararse la cena, cambiando los canales del televisor hasta encontrar el noticiero local el cual dejó para enterarse de los acontecimientos de día, siendo que algo de lo que se presentaba en las noticias llamó su atención. Al ver la televisión, algo que parecía dormido en su interior despertó y tomó el control de la mente y voluntad de Ishizaki para luego reír bastante complacido por la debilidad de su anfitrión y con una extraña expresión en su rostro que indicaba que tenía malévolos planes por cumplir.

A partir de ese día comenzaron a presentarse muchos asesinatos y crueles acontecimientos en la ciudad, para luego pasar también a aquellas ciudades en donde el Júbilo Iwata se presentaba a jugar sus partidos; las autoridades al principio estaban desconcertadas por la crueldad con la que se daban tanto los asesinatos como los desastres planeados, tales como lo eran incendios y accidentes, entre otros, por lo que decidieron llamar a los mejores expertos de la nación para resolver este caso; con el tiempo la investigación comenzó a rendir sus frutos llegando al mayor sospechoso, el único que de algún modo había estado cerca o presente en los lugares de los crímenes.

Cada que veía las noticias o se hablaba de los acontecimientos Ishizaki experimentaba una fuerte desazón pues conocía muy bien al autor de dichos crímenes pero nadie podría creerle si lo contaba, había ido a diversos templos con la esperanza de que algún monje pudiera ayudarle en su problema pero sólo había ocasionado que éste terminara muerto a manos del Akuma, siendo Ishizaki testigo presencial del evento, como lo había sido con todos los demás sucesos. Él estaba más que consciente de lo que ocurría pero simplemente no podía hacer nada al respecto para detenerle pues el demonio tenía el poder de controlar su cuerpo y su voluntad a su antojo.

Tiempo después, la policía finalmente reunió las pruebas suficientes para poder encarar al responsable de los atroces crímenes que habían aterrorizado a la población, ese día Ryo Ishizaki no se lo vio venir hasta que fue demasiado tarde, la policía rodeó al jugador en el estadio y en medio de todos fue puesto bajo arresto. Ishizaki clamó inocencia y contó su historia pero nadie le creería lo que parecía ser un tremendo disparate. Nadie podía creer la historia que contaba siendo que al final le tacharon de loco, todos se encontraban sumamente consternados pues no podían creer que el jugador se hubiera vuelto un criminal tan atroz.

— ¡No soy yo! —gritaba Ishizaki, una y otra vez, con gran frustración al no ser escuchado por las autoridades—. ¡Les digo que hay un demonio dentro de mí, él es quien comente los crímenes, tienen que sacarlo! —pedía con desesperación.

A pesar de estar encerrado en prisión durante todo el proceso de su juicio él seguía gritando lo mismo, clamaba inocencia y continuaba diciendo que un demonio lo había poseído por lo que después de un tiempo decidieron encerrarlo en un hospital psiquiátrico, declarándolo loco.

Una vez que Ishizaki fue internado en el hospital psiquiátrico, el demonio que habitaba dentro de él lo dejó en paz, saliendo de su cuerpo para encontrar un nuevo huésped, el cual halló en un desafortunado enfermero que era parte del personal de la institución que atendía al ex futbolista; siendo que poco tiempo después este enfermero también fue acusado de cometer un sinnúmero de asesinatos y el cual en su juicio repetía una y otra vez la misma historia que Ishizaki había dicho con anterioridad, alegando al igual que él que era un demonio el que le controlaba; el ente continuó saltando de persona en persona matando despiadadamente para luego librarse del castigo impunemente y continuar haciendo sus maldades por toda la eternidad.

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