Capítulo cincuenta y siete.

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–Por qué te da vergüenza si no es nada de otro mundo –él me seguía hacia el primer piso–. Tengo madre y una hermana además de innumerables novias, así que se perfectamente lo que es eso del periodo.

–Deja de seguirme –gruñí al abrir la puerta que da al traspatio.

–No seas gruñona –abrió para mí la puerta del pequeño cuarto de lavado.

Abrí la tapa de la lavadora y metí a prisa la sabana manchada para luego cerrar de inmediato la puerta y accioné los botones para el lavado.

–No le pusiste detergente –musitó.

–Mierda... –gruñí y volteé hacia la estantería estirándome para alcanzar el galón de detergente líquido.

Bloo se pegó a mi cuerpo innecesariamente para alcanzar el galón y lo bajó por mí.

–Pudiste pedir que me retirara –musité mientras tomaba el galón para intentar abrir la tapa.

–Te gustan esas situaciones de drama, ¿cómo perderme esta? –rio.

–No me gustan –le gruñí regresando mi mirada aniquiladora hacia él.

–Hermosa –susurró mientras sonreía con dulzura.

–Tonto –musité e hice un puchero.

–Dame –tomó el envase de mis manos ya que yo no había podido abrirlo–, yo lo hago.

–Gracias... –musité dejando de lado mi mal humor.

Me aparté para dejarlo poner el detergente en la lavadora y me hipnoticé al mirarlo vistiendo tan solo boxers y su cabello todo alborotado.

–Listo –sonrió después de haber dejado el galón de detergente en su lugar–. ¿Ahora podemos regresar a la cama?

Asentí sin decir una sola palabra y él tomó mi mano para llevarme de regreso a su habitación donde rápidamente tendió una sábana limpia sobre el colchón.

–Tu descansa y yo te traeré un té caliente –propuso mientras acomodaba las almohadas.

–¿Un té? –sonreí–. No es necesario.

–Tienes que tomar cosas calientitas, abrigarte y descansar.

–Esto no es una enfermedad grave –reí debido a su exageración.

–No es una enfermedad –me llevó hacia la cama haciendo que me recueste–, pero las mujeres ya pasan por demasiadas cosas duras en su vida y en estos días de incomodidad y dolor hay que cuidarlas y consentirlas –sonrió orgulloso–. Me lo enseñó mi padre.

–Tu padre es todo un caballero –comenté con sinceridad.

–Y yo también lo soy.

–Emh... no sé si "caballero" sea un calificativo que te corresponda –reí.

–Bambi –advirtió divertidamente amenazante–. No me provoques que ya sé cómo torturarte.

–De acuerdo, de acuerdo –reí cubriéndome con la manta temiendo de que se le ocurriera atacarme a mordiscos en el estómago–. Eres todo un caballero.

–Así está mejor –sonrió y salió de la habitación.

Bloo no tardó demasiado en regresar con una taza humeante, la dejó sobre el velador y me arrebató el teléfono de las manos.

–Te dije; descansar, no perder el tiempo con el teléfono.

–Espera –estiré mi mano ya que estaba mitad de un mensaje de texto.

RUDEWhere stories live. Discover now