1. Los Stuards son perfectos

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Ella maldijo el día en el cual lo había conocido, no podía creer que después de todo lo que pasaron juntos, él se atreviera a hacerle eso. No tenía perdón, pensó ella, ni de Dios, ni de nadie. Pero lo peor es que ella lo había vuelto a hacer, volvió a entregarse a alguien que no merecía la pena y claro que la había llamado loca, pero loca por él. Pensó Julia mientras observaba sin expresion la sangre que corría entre sus delgadas y pálidas manos.

Todo comenzó en un frío día de invierno, cuando por culpa del inestable trabajo de su padre, su familia se tuvo que mudar a otra ciudad. Ella ciertamente no era de tener muchos amigos, pero tampoco era una asocial, simplemente no quería mudarse de sitio y eso era lo menos que les preocupaba a sus padres. Lo primordial para ellos, era si las calificaciones de su hija iban a seguir siendo perfectas, como las solía ella tener.

-Julia, por favor, mi vida, hora de desayunar, huevos revueltos con tocino, como te gusta. -Escuchó Julia gritar a su madre desde la planta baja. Y es que sus padres no eran malos con ella, al contrario, siempre solían sucumbir ante sus caprichos, pero últimamente despues de la mudanza, ellos estaban siendo más amables de lo normal. 

¿Cómo no? Penso ella. Si la bajaron casi a rastras de ese avión. Ella sin duda no era de experimetar cosas nuevas y una nueva escuela, nuevo vecindario y nuevos amigos, no eran su cosa favorita con lo que lidiar.

-Voy! -Gritó Julia deshaciendo las trenzas con que se había dormido. 

La chica sentía un susto en el pecho, como un latido eterno estancado en medio de la garganta. Su familia no era de hablar de cosas profundas, ni mucho menos emocionales, cada quien se iba de la casa con una sonrisa y llegaba con otra nueva. Eran algo así como la envidia de sus parientes y conocidos. Eso sí, problemas sí que habían, pero todavía no es el momento de hablar de eso.

-Cariño, hoy tu padre y yo tenemos una entrevista, seremos la portada de una nueva revista, ¿Qué te parece? -Dijo la madre en un vestido amarillo y una ferveciente sonrisa de oreja a oreja.

-Genial mamá, me alegro por ustedes. -Dijo la adolescente encogiéndose de hombros sin prestar mucha atención. Masticaba un bocado por cinco minutos y seguido tomaba un sorbo de leche. Sus padres pensaban que la chica era tan ajena a la vida por la edad, “la etapa de la rebeldía” como ellos le llamaban, pero lo que no se daban cuenta era que su hija era todo menos rebelde, pues en comparcion con muchos niños allá afuera, su hija era sin duda un ejemplo a seguir, algo asi como una niña modelo. Claro que todos los padres nunca piensan esto de sus hijos, para ellos siempre hay algo que añadirles o quitarles, en fin, sigamos con la historia.

-Miren quién está de buen humor hoy, haciendo el desayuno preferido de nuestra hija. -Se acercó el padre de Julia y esposo de Patricia a darle un beso en el cachete a cada una. -Cómo están mis dos mujeres preferidas? -Preguntó el hombre con una enorme sonrisa.

Ganas de vomitar me dan. Pensó Julia para sí misma. A decir verdad lo único que compartían esos tres era el apellido y esos ojos azul cielo que caracterizaba a la familia Stuard. Porque la niña tenía el cabello mas negro que algunas personas han admitido ver jamás y sus padres poseían un color más castaño, algo así como casi rubio. Los padres de ella tenían la piel un tanto bronceada, pero Julia, Julia era dueña de la piel más blanca que he podido crear. La niña era pálida, sus mejillas no tenían color, lo unico que resaltaba en su opaco rostro, sin duda eran sus ojos y sus labios. Esos ojos que transmitian inocencia, pero que nadie sabia que en realidad esa inocencia era peligro y Aquellos pequenos pero carnosos labios que de lejos hipnotizaban a cualquiera, esos labios de color carmesí natural que ella decía nunca habían probado más alla que el sabor de un delicioso plato.

-Me voy. -Fue lo último que pronunció Julia después de terminar de comer el desayuno. Tranquila colocó su plato en el fregadero de la cocina y se dispuso a subir los escalones para terminar de arreglarse.

Ella no era de muchos ánimos, nunca fue de escuchar música feliz o de sonreír demasiado, su cara siempre estaba seria, por lo que era casi siempre el blanco para los que practicaban el bullying. Eso a ella no le importaba, ya estaba acostumbrada y lo que quería era pasar desaparcibida. 

Duro unos quince minutos en ropa interior frente al enorme espejo de su habitación despues de salir del baño, hasta que se percato de la hora. Treinta minutos para que el timbre de la primera clase sonara. Iba a llegar tarde si no se apuraba, Julia podía ser muchas cosas, pero impuntual no era, al contraio, odiaba a las personas que llegaban tarde a todos los lugares, y no solo eso, si no tambien a los que solían dar excusas estupidas por ello.

Dudó un instante sobre qué ropa ponerse, no es que alguna vez le haya importado mucho eso, pero al final decidio ponerse algo que la representara a ella. Vestido negro un poco corto con medias rasgadas y botas sin tacon. Para nada era como sus padres, ellos amaban los colores tropicales y siempre vivían desrrochando arcoíris. No se confundan, la protagonista de esta historia no es gótica, emo o algo parecido, quizás era lo que sus padres pensaban de ella, solo una adolescente más, pasando por cambios. Ustedes tambien creen eso?

La chica se hizo un partido en el medio para que así su larga y ondulada cabellera le tapara gran parte de su rostro, pero por mas esfuerzo que ella hicicera sus atributos hechizantes siempre se mantendrían a la interperie. Aquellos apetecibles labios y sus peligrosos ojos que incitaban a cualquiera a conocerla. Que maldición poseía ella, pero todavía no era el momento para que se enterara de ello.

Sola caminó hacia la escuela, la mañana estaba más fría de lo que esperaba, pero eso no le quitaron los nervios que poseía por asistir a su primer día de clases. Julia amaba el frío y sentía que cada paso que daba, la acercaría mas a su ruina. Lo lamentable es que ella estaba en lo cierto, casi siempre acertaba, nunca se equivocaba cuando presentía una tragedia acercarse.

Observó despacio a su alrededor, habían unos enormes arboles a cada lado de la cera y formaban una curba en lo más alto, casi tapando el cielo. Julia respiró profundo y se agarró más a su mochila.

Ojalá y todo vaya bien. Pensó un poco melancólica extrañando por primera vez al novio que dejó atras en la ciudad donde solía vivir. Quizás si las cosas no hubiesen terminado como lo hicieron o si él no hubiese hecho lo que hizo, todo sería diferente.

Cuanto detestaba a las personales infieles. Reflexionó para sí misma mientras observaba algunas personas entrar al enorme instituto.

Las ruinas de Julia (En pausa por el momento)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora