La universidad era una jodida mierda. Eso pensaba Toneri Ōtsutsuki mientras ingresaba con su Lexus nuevecito en el aparcamiento reservado para los estudiantes. Habían sido cuatro años de carrera, infernales, aguantando a profesores déspotas y a listillos. No todo había sido malo, por supuesto: las fiestas y las chicas siempre lograban animarlo. Y el alcohol, aunque en su justa medida. Nunca se había emborrachado hasta perder el control, solo lo justo y necesario para relajarse y desinhibirse un poco.
Resopló mientras apagaba el motor y sacaba las llaves. Se desabrochó el cinturón, cogió su bolsa donde llevaba los materiales para ese último primer día de clase que empezaba en unos minutos.
―Un año más―se dijo―, un año más, te sacas el máster y luego adiós muy buenas. ―Con ese pensamiento en mente salió de su coche, cerró la puerta, giró la llave y se dio la vuelta, dispuesto a encarar el último año en el que tendría que matarse a estudiar.
Y entonces la vio: una chica ¡qué digo una chica! Una preciosidad que estaba caminando hacia el edificio de la facultad que quedaba a unos cuantos pasos. Su cabello largo, de un tono extraño, un negro que con la luz adquiría un azulado intenso. Su figura delgada, cubierta por una falda larga y una camiseta también de manga larga. Apretaba contra lo que parecían ser unos generosos pechos varios cuadernos y un estuche. Caminaba con gracia y elegancia y la forma en la que sus caderas se balanceaban al compás de sus piernas lo tenía hipnotizado, embobado.
No había visto aún su cara, pero estaba seguro de que le encantaría. Tenía la impresión de que sería tan perfecta como una muñeca de porcelana.
Ansioso, se apresuró a ingresar él también en la facultad, intentando por todos los medios no perderla de vista. Se llevó el alegrón de su vida al verla ingresar en el aula en el que él también debía entrar. Atravesó la puerta, la buscó con la mirada y la vio acomodándose a la mitad de los bancos. Fue hacia allí intentando fingir que todo era casual. Se acercó a ella y, relamiéndose los labios, preguntó:
―¿Está libre?―La chica dio un respingo y levantó el rostro. Toneri se quedó sin respiración en cuanto unos ojos blancos, del perla más puro, se clavaron en él. Su nariz pequeña, los pómulos altos, aristocráticos, unos labios rosados, carnosos y que tenían pinta de ser extremadamente suaves. La piel blanca, inmaculada, sin rastro alguno de maquillaje. Quedó absolutamente fascinado.
―S-sí. ―El leve rojo que cubrió las pálidas mejillas de la muchacha se le antojó de lo más adorable, así que como el tono bajo y dulce en el que pronunció aquel "sí" en medio de un tartamudeo. Parecía ser muy tímida y eso, lejos de desagradarle, le gustó.
Se sentó a su lado y le sonrió, dejando su bolsa delante de él sobre la mesa.
―Soy Toneri, Ōtsutsuki. ―La chica pareció vacilar unos segundos, pero al final le devolvió una leve sonrisa.
―Hi-Hinata Hyūga. ―Arqueó una ceja al oírla decir su nombre. El apellido Hyūga era de sobra conocido en todo el país. Ella pareció adivinar lo que pensaba porque de inmediato bajó la vista, como se le avergonzara su linaje.
Toneri amplió su sonrisa mientras la miraba.
Esa chica le gustaba, mucho. Le había llamado la atención nada más verla. Y haría lo que fuera por tenerla. Estaba seguro de que no le costaría que llegase a algo más que gustarle.
Y él la conquistaría. Como que se llamaba Toneri Ōtsutsuki.
―Todo es una mierda. Una asquerosa y jodida mierda. ―Dejó caer la cabeza sobre la mesa de la cafetería, totalmente abatido. Su acompañante, una rubia muy guapa de ojos lavanda, alzó las cejas al tiempo que apoyaba el rostro sobre su mano, mirándolo con diversión.
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Príncipe vs Villano
FanfictionTodos sabemos que normalmente la princesa siempre termina con el príncipe encantador, ese de sonrisa perfecta y de vida intachable. Pero no siempre ocurre así. A veces, la princesa decide ir a contracorriente y quedarse con el villano del cuento.