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Quise preguntarle por qué había ido hasta allí, qué era lo que quería decirme, de qué me iba a sorprender, por qué me había contado todo aquello, qué estaba pasando en realidad. Pero no pude hacerlo, cuando me quise dar cuenta el globo ya se había puesto en marcha de nuevo y cada vez me alejaba más del niño y de la luna.

- ¡Espera! - volví a gritar, pero no obtuve respuesta por su parte, tal vez ya no me oía, o quizá era yo quien ya no lo oía a él. Estábamos demasiado lejos.

El niño de la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora