Eramos los tres amigos en mi habitación, de noche, a escondidas de mi padre con una botella de whisky irlandés hablando de nuestras vidas sutilmente para no dejarnos llevar por el alcohol. Pero la voluntad es débil cuando hay buenas amistades y algo de bebida de por medio.
Así que entre confesión y confesión uno de ellos presentó y trajo una prostituta. En circunstancias normales yo me habría negado pero, el calor dentro de esa habitación junto a la excitación provocada por el alcohol y comodidad por la buena compañía me hicieron aceptarla sin pensarlo mucho.El plan era turnarnos la mientras los otros dos esperaban en un colchón que había en el comedor. Usando la poca astucia que me quedaba y aprovechando me de su falta de pensamiento conseguí ser el primero.
Ella estaba allí, rubia con el pelo por los hombros en una posición dominante y una mirada seductora, y yo, delante. Solos. Ella, yo y mis pensamientos incesantes, solo había una parte de mí en esa habitación ahora fría. Esa pequeña parte de mí no recordaba la excitación, sino que contemplaba a una mujer hermosa como un niño admirando. De repente vi la situación y, la vi, a ella mirando me como leyendo me los ojos.
La excitación había desaparecido de aquellos dos cuerpos ahora fríos y uno de ellos, el de la puta, perceptivo. El mio frágil, como un niño perdido, con la mente a punto de romperse y el corazón quebrando se ahogado en unas lagrimas que nunca salieron de aquel cuerpo torturado con una mente ofuscada y descentrada.
Acarició mi mejilla y con una voz suave y queda.... No recuerdo que dijo pero me hizo sentir el calor del fuego en una montaña nevada. La abracé y mientras me miraba le conté mi dolor, allí en esa habitación fría y con una luz que daba más sombra que otra cosa, surgió algo que hacía mucho no sentía y había fantaseado e ilusionado muchas veces con su falso aliento. El amor.
Nuestros cuerpos se fusionaron e hicieron una única entidad binaria en la que la parte caliente con esperanza y vida contagiaba a la oscura desesperada y ofuscada. La música del amor empezó a sonar y, me sorprendió que no despertara a mi padre pero tenía que aprovechar lo. Esa noche dormí con ella y no sé porqué mis amigas no pidieron a la puta, quizás ellos habían premeditado todo aquello? a saber. Desperté solo aquella mañana, no quedaba nadie en casa, solo el número en un papel que me escribió durante el amor.
No pasó poco tiempo entre que me decidiera si volver a contactar con ella pero pese a tener una muy querida pareja, ni le dije nada ni le hablé. Acabé llamando a aquella puta que cada vez dudaba más que lo fuera. Nos vimos a la tarde en un café. Yo venía ordinario, como suelo ir, pero ella... ella vino acompañada de una belleza inexplicable reluciendo un dorado cabello probablemente teñido, y un aroma... por poco se me para el corazón. Estaba algo más que enamorado. Fue una muy buena tarde y al anochecer ya me había dado cuenta de la realidad.
La acompañé a casa babeando una parte de mí y la otra resignado. Besé aquellos labios que todavía siento sus caricias ya al despegarlos de los míos y abrir los ojos, allí estaba, en la oscura habitación donde todo había empezado pero ni siquiera los mismos muebles, sintiendo de nuevo el frío desolador del abismo que yo mismo creo, o eso pienso. A las cuatro de la madrugada mirando al techo intentando abrir las puertas de mi corazón para expulsar esas lagrimas que me ahogaban, creadas por un mal mucho mayor y superior que una simple puta pero que ella había hecho sanar.
Todo, como la mayoría de veces. Esfuerzo en vano.