Narciso

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"¡Qué bonito eres!", era la frase que Alex había escuchado hasta el hartazgo desde siempre

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"¡Qué bonito eres!", era la frase que Alex había escuchado hasta el hartazgo desde siempre.

-¿Qué es lindo?- preguntó la primera vez que oyó aquella palabra.

Todas esas alabanzas lo habían llenado de confianza y nadie mentía cuando le decían lo hermoso que era, la lozanía de su piel tersa, los ojos tan oscuros, la mirada serena y su enorme estatura lo hacían intimidantemente bello. El problema es que jamás se había mirado en un espejo. Su madre, que era muy supersticiosa no se lo había permitido nunca.

La creencia local contaba que, si alguien así de buen mozo veía su rostro reflejado jamás podría tener un hijo que fuera sangre de su sangre, y el deseo más grande de la mujer era ser abuela de muchos niños, por tanto, había advertido a todos los habitantes de aquel pequeño poblado que jamás le permitieran observarse.

El mozuelo estaba comprometido con una hermosa joven, hija única cuya familia era dueña de extensas tierras ubicadas justo al lado del terreno de la familia de Alex, por tanto, eran vecinos y sus propiedades estaban separadas solo por un camino de servicio.

El día de la boda, nervioso por el acontecimiento salió a recorrer el extenso patio de su casa, al llegar cerca del camino vio a un joven de contextura delgada trepado en un ciruelo ubicado en donde vivía su novia, con una cuerda en la mano.

Era alguien a quien no había divisado nunca y pensó que tal vez se encontraba robando frutas, se acercó sigiloso por su espalda mientras el otro amarraba el cordel en una rama.

-Si quieres frutas, podrías haberlas pedido, pero es muy feo que las robes. - dijo Alex haciendo que el otro se sobresaltara, perdiera un poco el equilibrio y se asustara cuando estuvo a punto de caer.

- Yo... no... ¿tú vives aquí?, ¿es este tu hogar? – consultó nervioso mientras bajaba lo más rápido que podía.

- yo vivo más bien aquí al frente, pero ese es el terreno de mi novia, Me casaré con ella en algunas horas así que prácticamente sí. –

Graham le miró de reojo y lo reconoció, se dio cuenta que lo había visto hace no mucho tiempo, se lo cruzó vagando por el camino, recordó cuanto envidió su caminar despreocupado, su postura derecha y segura de sí mismo, su belleza y sobre todo su sonrisa. Le vio sonreír y quiso ser él, estar así de alegre por la vida, sin saber que el motivo de su risa era que iba pensando en estupideces, nada más era eso, no tenía ningún motivo en especial, aunque poder reír sin sentirse miserable es una gran cosa;

La razón de su envidia era que en verdad ese día se sentía muy triste, esa misma mañana también se estaba sintiendo afligido y llevaba así un buen tiempo.

Aquel día Alex lo pasó por alto, pero ahora en serio sintió mucha curiosidad, ¿sería acaso que encontró a alguien que de verdad estaba pasando mucha hambre?, tal vez debería asistirlo, se preguntaba.

-Me llamo Alex James, ¿y tú? – preguntó intentando sonar amable y extendiendo su mano.

- Graham Coxon.- respondió cabizbajo, muy avergonzado de haber sido sorprendido y truncado en sus planes, pero sin extender su mano.

- No estoy enojado contigo, solo quiero ayudarte, de verdad, si necesitas puedo ayudarte. - dijo notando esa extraña armazón metálica que se encontraba anterior a sus ojos, parecía una especie de antifaz, él jamás había visto algo como eso ya que en su pueblo nadie usaba lentes, principalmente por la falta de acceso a un diagnóstico que indicara su uso -Ven conmigo, aquí hay un árbol de manzana y los duraznos están en su punto más dulce, puedo darte algunos si los quieres.

-No tengo hambre, gracias. – contestó Graham aún apartando la mirada. -Me tengo que ir. Que tengas un buen día, Adios.

-¿Por qué no me miras?, ¿te sientes avergonzado?- interrogó Alex acostumbrado a que la gente le observara con auténtica fascinación y que sobre todo las mujeres se sintieran algo cohibidas, por algún motivo que desconocía cuando estaban junto a él. Pensó que tal vez le daba pena el haber sido sorprendido hurtando y en verdad se moría porque lo mirara ya que así podría ver mejor esa cosa que traía en la cara.

-Lamento haberte importunado, perdón por haberme entrometido, solo que al no estar cercado pensé encontrarme en pleno bosque. Por favor déjame ir y te prometo nunca más regresar. – suplicó el de lentes mientras esquivaba el rostro contrario que insistía en hacer contacto ocular, pero Graham de verdad se sentía avergonzado por haber entrado a un recinto privado y más encima ser sorprendido, de verdad hubiese sido un gran problema para el chico de gran altura si el hubiese concretado lo que tenía planeado y la policía hubiese encontrado su cuerpo en las tierras de él. Se sentía torpe por no haberlo intentado en otro lugar.

Alex, ansioso, le sujetó con fuerza desde la barbilla obligándole a mirarle directamente a la cara, comenzó observando la forma curva de su mentón, sus labios enrojecidos de tanto ser mordidos a causa del nerviosismo, su prominente nariz y finalmente su propio reflejo en el vidrio de aquellas gafas.

De verdad que se impresionó de verse ya que nunca lo había hecho, pensó de sí mismo que nunca había visto a alguien tan apuesto en la vida como él, pronto su propia imagen le comenzó a incomodar así que despojó a su interlocutor de sus lentes y al observar sus ojos cafés, su níveo rostro despejado y enmarcada por su cabello castaño adorablemente desordenado, la expresión temerosa, lastimera y desprotegida; Su corazón se estremeció ante una incomoda verdad:

El ser humano más hermoso estaba justo en frente de sus ojos, no era él, no era su reflejo, era Graham que igual de embelesado ante lo que veía se abalanzaba directamente sobre sus labios para besarle.

Esa tarde no habría boda, ya ni siquiera tenía casa.

Estaba decidido, aquella tarde seguiría a Graham donde sea que este quisiera llevárselo.

Compilado One Shots BlurWhere stories live. Discover now