CAPÍTULO 65

1K 78 0
                                    

—Felicidades, hija —dice Aurora, tomando con ternura la mano de Mariana.

—Gracias, abuela —responde Mariana, limpiando sus lágrimas con una sonrisa.

—Felicitaciones para ustedes por esa bendición —digo con una sonrisa forzada, mientras miro a Mariana.

Aunque intento mantener la cordialidad, la situación es abrumadora para mí.

—Felicidades a los futuros padres —añade Azael, lanzando la servilleta sobre la mesa y levantándose de golpe. Me pongo de pie inmediatamente y lo sigo mientras se dirige hacia la piscina.

—¿Azael? —lo llamo, pero él sigue caminando sin prestarme atención. Trato de trotar tras él, pero los tacones dificultan el movimiento—. ¡Azael Britt, detente!

Finalmente, lo alcanzo en el aire libre. La brisa de la fría noche alivia un poco la tensión.

—¿Qué quieres, Janine? —pregunta con cansancio, mientras pasa su mano sobre su rostro—. ¿Puedes entrar? No tengo ánimo de contestarte.

—Tienes celos —digo con una sonrisa torcida.

—¿Qué estás diciendo, Janine? —me mira, ahora prestando atención.

—Tienes celos de que tu hermana pequeña esté formando su propia familia —afirmo, manteniendo una leve sonrisa.

—No es eso, Janine —responde él, bufando mientras observa la vista de Nueva York desde la terraza.

—¿Entonces? —me cruzo de brazos, sonriendo.

—Bueno, sí, un poco. Odio admitirlo, pero tienes razón. ¿Te lo he dicho? —bufa, mirando al horizonte oscuro—. Para un hermano mayor, es natural querer proteger a su hermana menor. Ahora que Mariana está por convertirse en mamá, siento que no he hecho bien mi trabajo de cuidarla. Es como si fuera una bebé para mí.

No puedo evitar soltar una carcajada ante su confesión. Azael frunce el ceño, confundido por mi reacción.

—¿Por qué ríes? No hay nada de gracioso —dice, molesto.

—Porque eres un dramático, querido Azael —digo, acercándome y quedando frente a frente—. Es tu hermana, sí, pero tiene todo el derecho de emprender su propio camino. Mariana ya no es una niña; puede ser mamá cuando lo desee.

Me inclino hacia su mejilla y le doy un pequeño beso, luego le guiño el ojo antes de darle la espalda y caminar de vuelta hacia el comedor. Justo cuando estoy a punto de entrar, me detengo al oír su voz susurrante.

—Janine —dice.

Sin pensarlo dos veces, me abalanzo hacia él, reduciendo la distancia entre nuestros labios.

Me beso con él, y aunque Azael se sorprende al principio, rápidamente responde con pasión. Nuestros labios se encuentran en un beso profundo y lleno de intensidad.

Coloca sus manos en mi cintura, atrayéndome más hacia él. Mis manos, antes temblorosas, se colocan sobre sus hombros, intensificando el beso. Nos separamos solo para recordar que necesitamos aire. Aunque la distancia entre nosotros es mínima, el momento parece eterno.

Azael me mantiene cerca, susurrando:

—Quedémonos unos minutos más así.

Agacho la cabeza, apoyándola en su pecho, y escucho el ritmo acelerado de su corazón. Es una sensación reconfortante y sorprendentemente íntima.

—¿Te dije lo hermosa que te ves? —pregunta, besando mi coronilla con ternura.

Sus palabras y el calor de su abrazo me hacen sentir una mezcla de emociones. Me acurruco más cerca de él, disfrutando del momento, mientras el mundo exterior parece desvanecerse por un instante.

Sálvame: El cambio que hace el amor verdadero a alguien con corazon de HierroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora