Hay un intruso

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La escuela y el trabajo no eran motivo suficientemente para mantener a Katsuki en casa de sus padres, ya había estado en esa situación durante todos sus años de preparatoria, y ahora que entraba a la universidad lo único por lo que había estado ahorrando dinero era para irse de esa casa.

Buscando lugares cerca del campus encontró un edificio de departamentos que lucían muy bien, cuando investigó al respecto, el departamento más barato que tenían estaba en la planta más alta, al final del pasillo. El departamento más alejado de la entrada, pero por su módico precio, no pudo decir que no. Era realmente una ganga, y de esa manera podría mantener sus estudios y el trabajo de medio tiempo sin ningún problema.

Era un lugar bastante grande, tenía dos habitaciones, una cocina preciosa, un comedor conjunto a la sala de estar y un baño, tenía un pequeño balcón en uno de los cuartos, así que decidió que ese lugar sería el cuarto de lavado. Le encantaba, cuando se mudó con un par de cosas que sus padres amablemente le regalaron, limpió y dejó todo a su gusto.

Tirado en su cama, quedó completamente en silencio, disfrutando de ese enorme lugar solo para él solito. No tenía internet, no tenía cable, no tenía nada para entretenerse, y ya había terminado de arreglar todo. Pensó que sería buena idea invitar a sus amigos a pasar un rato, hacer algo de comer y charlar sobre lo bien que le estaba yendo.

Luego de un par de horas, la puerta fue llamada, atendió encontrándose a Kaminari y Kirishima.

—¡Bakubro! Este lugar es genial ¿Cómo puedes pagarlo? ¿Con quién te acostaste? —gritó Kaminari, pues tan solo ver la fachada del edificio le dio la impresión de que ese era un lugar de dinero.

—Idiota, no me acosté con nadie, era una oferta. Pagaré solo un cuarto del precio normal. ¿Pueden creerlo? Ni siquiera sé cuál es el problema con este lugar, es perfecto —estaba de tan buen humor, que ni siquiera golpeó a su rubio amigo por su pésima broma. Los dejó entrar, cerrando la puerta.

—Pues me impresiona, es un lugar muy lindo. Aunque tu departamento aún se ve muy vacío, falta una televisión aquí —esta vez fue Kirishima, quien señaló la pared frente al sofá de tres plazas, el único en la sala de estar.

—Obviamente. Mis padres solo me regalaron un pequeño refrigerador y ese sofá, necesito comprar algunos muebles.

La plática avanzó hacia ese lugar, las cosas que hacían falta y los planes que tenían. Kirishima y Kaminari se ofrecieron a comprarle una mesita de noche, solo si prometía que lo primero que compraría para su departamento sería un televisor.

Comieron arroz con filetes de pescado, algo simple y rápido de hacer. No había realmente algo con lo que tres jóvenes adolescentes se entretuvieran, así que Kirishima salió corriendo a una tienda de conveniencia para comprar algo de alcohol, convenciendo a Katsuki de que sería para festejar su independencia.

—Iré a tu baño —avisó Kaminari, dejando a Katsuki solo en la sala.

Sin cuidado, caminó a donde el otro le había indicado que estaba el baño. Cerró la puerta sin seguro, pues no era necesario, y se sentó en la taza. Duraría un ratito ahí, sacó su teléfono para jugar Candy Crush mientras esperaba. No había pasado un minuto, cuando la puerta del baño se abrió levemente.

Kaminari escuchó claramente cómo la manija de la puerta giraba, y el leve rechinar de las bisagras. Miró espectante, esperando ver a Katsuki asomarse o preguntar algo del otro lado, pero no hubo nada.

—¿Bakugō?

Estaba más extrañado que nada, pensó en varias cosas, pero una de ellas le dio escalofríos. Se había abierto la puerta sola, y no fue casualidad, no había dejado la puerta emparejada ni había una corriente de aire...

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