Mulán [SEUNGPYO]

Nos vas a brindar honor

En la gloriosa y antigua China precisamente en la Dinastía Wei las aldeas se construían a bases de principios y honores, y con esto los niños y jóvenes crecían fuertes y con convicciones claras y precisas que traerían orgullo a su familia. Mientras los varones entrenaban en el campo de batalla, las niñas eran las encargadas de los labores hogareños con la única preocupación de tener el visto bueno de la casamentera que las señalarían como buenas doncellas para contraer matrimonio o un total fiasco para ello

En una de aquellos hogares se despertaba un pequeño jovencito, que debía estar en el campo de batalla entrenando arduamente como el resto de los jóvenes de su aldea, pero que prefería alimentar a los animales, sembrar y ayudar a su madre en la cocina

-¿en dónde andabas jovencita? Ya vas demasiado tarde- corrió un poco la cortina de su cuarto para divisar a su madre y a su abuela corriendo como locas al tener que alistar a su hermana que iba tardísimo a la primera inspección de la casamentera y era todo un acto para la familia, oía claramente como la tiraron a la tina llena de agua mientras cantaban una colorida y pegajosa canción

Para él era una completa estupidez aquello, como hombre no le interesaban las mujeres que el pueblo tenía como modelo ideal, sumisa, elegante, pequeña, buena con los niños, buena cocinera y demás. A él le gustaba la aventura y no se fijaba mucho en la apariencia, soñaba a veces con alguien que pudiera darle emoción a su vida, no alguien que lo escuchara como una estatua mientras le servía el te

Se colocó sus zapatos y salió por la ventana evitando así el griterío de la sala y las quejas de su hermana y se dirigió a seguir cultivando lo que el día anterior había dejado pendiente

Luego de unas horas allí y cuando estuvo repleto de tierra regresó a su hogar, encontrando a su hermana llorando debajo del gran cerezo de la entrada, suspiró al verla tan destrozada, sabía que no era algo que a ella le interesara pero el hecho de traer deshonor a su familia los golpeaba en el corazón

-¿Quién necesita una pareja? Tendremos fresas este año – trató de bromear sentándose a su lado, la joven limpió rápidamente sus lágrimas con las mangas de su vestido que ya estaban manchadas con maquillaje, recordaba cuando su madre había mandado a traerlas desde el otro lado de china, hasta él se impresionó al ver lo bellas y suaves que eran

-no pasé, y no solo eso, decepcioné a papá- la joven hablaba con hipidos mientras Dongpyo acariciaba su espalda

-por supuesto que no lo hiciste, padre nos ama tal cual somos, ya llegará tu momento, el de todos- le sonrió entregándole una pequeña ciruela que había cosechado

-realmente hiciste que diera frutos, eres increíble en esto hermanito- ambos rieron y la joven partió hacia las aguas termales, un poco de agua caliente a su tensa espalda le vendría bien, cuando de repente los tambores anunciando la llegada de algo sonó en toda la aldea, se puso de pie y corrió hasta la entrada del pueblo donde las demás personas ya estaban reunidas entre ellos su padre

Era nada más ni nada menos que el mensajero del emperador, dando la terrible noticia que los Hunos invadieron China y se ordenaba que un hombre por cada familia se uniera a la fila del ejército para defender al país y su padre estaba en esa lista, ese hombre anciano que había perdido la habilidad en una de sus piernas en un anterior combate, no entendía que hacía allí, debería estar en su casa, recostado, tomando té caliente y resguardado de todo aquello

Pero sin embargo lo vio pasar al frente cuando fue nombrado, recibió con la cabeza en alto su pergamino y se encaminó a su hogar mientras rengueaba, lo siguió en silencio y vio como abría un placard y de allí sacaba su antigua espada, intentando practicar un poco con ella pero el dolor en su pierna y espalda lo hizo detenerse