CAPITULO 19

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—Oye, deja eso ya. Hazme un poco de caso.

—Sí, ahora, te dije que tenía que terminar algunas cosas.

—Pero ya son las cuatro de la tarde y llevas desde las ocho de la mañana.

—Vale, no seas así, no me falta mucho.

Juanjo observó a su marido molesto. Todo había sido maravilloso entre ellos durante esos años hasta el matrimonio, una vez llegados a este punto Rudy parecía calmado con la relación y ya no le prestaba la misma atención. Es cierto que su trabajo era muy absorbente en ciertas épocas, pero no era justo que llevara tanto trabajo a casa. Llevaba varios meses sin un fin de semana en el que no estuviera ocupado y Juanjo se buscara la vida quedando con sus amistades porque Rudy estaba demasiado ocupado.

También el sexo había desaparecido por completo. Se sentía preocupado, sería que al ser un beta y no tener feromonas que le reclamaran estaba perdiendo el deseo por él. Sabía que no tenía a nadie más, solo trabajaba y se sumergía cada vez más en eso.

Decidió hacer un avance y colándose bajo la mesa en la que trabajaba Rudy comenzó a acariciar su pierna subiendo la mano hasta la muy relajada entrepierna.

—¿Qué haces Juanjo?

—¿No es obvio?

—Te he dicho que me dejes terminar esto. Anda déjame.

—Venga amor, quiero que me abraces.

—Joder, Juanjo no seas caprichoso, suelta mi polla, deja de babearla y en un rato acabo.

Rudy no vio como los ojos de Juanjo se llenaron de lágrimas y volvió a colocar el flácido pene en el pantalón, tras esto fue a su cuarto y tras cambiarse de ropa y serenarse volvió al salón.

—Rudy me voy por ahí, no sé a qué hora regresaré, pero no me apetece aburrirme en mis días de descanso.

—Sí, lo que quieras Juanjo, déjame.


Ya había oscurecido, Rudy despegó los ojos del portátil y miró a su alrededor, solo se iluminaba por el brillo de la pantalla, se estiró sintiéndose entumecido por tantas horas en la misma postura. Se levantó, encendió las luces y fue a la cocina. Juanjo no estaba allí.

—Juanjo, cariño. ¿Dónde andas? —Siguió llamando y buscando por el piso, pero no había rastro de él—. Mierda creo que me dijo que al final saldría. Son las nueve, no tardará en regresar, prepararé la cena para los dos.

Juanjo no regresaba y Rudy decidió cenar solo y guardar el resto para que lo comiera más tarde, tras esto se sentó frente al portátil y siguió trabajando feliz de no tener ninguna molestia. Horas más tarde se removió y buscó su móvil, eran las doce de la noche, no había ningún mensaje de Juanjo y él estaba cansado. Supuso que estaría de copas con sus amigos y decidió irse a dormir.


Cuando despertó eran las nueve de la mañana. Había descansado como hacía mucho tiempo no lo lograba. Se estiró en la cama feliz. Estaba durmiendo sobre el lado de Juanjo, no sabía a qué hora se despertó este, más teniendo en cuenta que no había notado su llegada. Se levantó y fue a la cocina donde seguro estaría desayunando, se quedó de piedra.

—Juanjo. ¿Dónde estás? —recorrió las distintas habitaciones de la casa, no estaba en ningún lado. Cogió el móvil y comenzó a llamarle, pero nadie respondía, una y otra vez, asustado, preocupado—. Mierda, coge el puto móvil.

Sin saber que hacer decidió llamar a Oliver, a lo mejor sabía dónde estaba.

—Buenos días, Rudy, que temprano me llamas.

No deseo amarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora