Garabatos

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Ritsu se despierta con un dolor de cabeza que ya es común en su cotidianidad. Es sábado por la mañana, si el ruido en la antesala le hace percibir algo, como su hermano mayor revoloteando por la casa sin saber que hacer. Antes de quitarse las cobijas que lo protegen tan bien, Ritsu suspira, sabiendo que era un día inevitable.

“¿Qué es esta vez?” Murmura más resignado que curioso, hacia el techo de su cuarto. Levanta su brazo debajo de la cobija, y frunce el ceño ante la vista de garabatos azules sobre su piel. Los dibujos eran horrendos. De esa clase que solo alguien que jamás se ha tomado el arte seriamente podían hacer. En otras circunstancias, Ritsu lo hubiera considerado hasta ridículo - irrelevante, incluso- pero el hecho de que estos garabatos se marcaran en su piel lo irritaban sin final.

Si, ellos se borraban a la medianoche del sábado, lo sabía. Pero eso no lo hacía menos molesto.

Ritsu no podía creer que su alma gemela fuera tan infantil.

Con historias sencillas y dulces que su madre le contaba desde que era niño, fue muy difícil evitar que Ritsu se volviera un romántico. Lamentablemente, esa mascara que había adoptado por el bien de otros le ha apartado de otros por unos cuantos años ya. Es difícil creer que alguien como Ritsu Kageyama podía ser un fiel creyente del amor , o hasta incluso soñarlo. Desde que tiene memoria sabe que algo como un amor eterno, o un alma gemela existe. Que aunque muchos intentan negarlo, o sucumben a la soledad de no poder hallar ese otro pedazo de corazón, es inevitable saber que alguien existe en otra parte del mundo que puede dibujar sobre su piel y compartirlo en la tuya.

Ritsu estaba ilusionado la primera vez que vio una pequeña estrella en su muñeca, como si fuera tinta azulada marcándose en su piel pálida, y se puso a llorar cuando desapareció por la noche antes de irse a dormir. Era difícil de negar, que al principio fue casi hasta tierno, elusivo de consecuencias que podría traer este suceso.

El morocho estaba tan emocionado, tan fascinado, que nunca tocó su piel. Cuando cumplió trece decidió que todo esto del alma gemela era ridículo. Habían pasado seis meses desde la ultima estrella sobre su palma.

Pero algo desafortunado ocurrió, la primera noche de otoño: Mientras cocinaba con Shigeo, accidentalmente su mano rozó la sartén. El dolor fue temporal, y gracias al botiquín de primeros auxilios fue reducido bastante-- pero la marca había quedado. Una línea roja se extendía por sus nudillos. Ritsu pretendió que no le importaba si la otra persona podía verlo.

A la mañana siguiente, Ritsu haya unos rayones sobre su herida y unas palabras.

Eso debió doler :P”

Algo sobre esa caligrafía le irritó profundamente. Desde ese fatídico día Ritsu recibe dibujos en sus brazos todos los sábados, como a reloj.

El problema en sí no es la cantidad de garabatos (que parecía variar según la energía de su contraparte) sino lo estúpido y molesto que le parecen a Ritsu. Un día eran alpacas, otros días eran vaquitas o pequeños cactus (que al principio ofendieron a Ritsu confundiendolo con otra cosa). Y otra cosa, estos eran en cantidad, y muy tontos… Y el morocho no podía encontrar nunca una chance de usar mangas cortas durante un sábado. No quiere que Mob se entere, o sus padres. Por eso se rehúsa a salir esos días, si hace mucho calor.

Hoy son estrellas, y algunas están siendo montadas por conejos. Sobre el nudillo de su dedo indice hay un corazón. Ritsu siente que va a morir.

Decide, una vez más, que odia completamente a su alma gemela.

“Ritsu, ¿estas despierto?”

“Lo estoy.” Se sienta en la cama, y ve a Shigeo entrar a paso apresurado, sin embargo, no dice más. “¿Que sucede?” incita.

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