Parte 2 6/9

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Siguieron el curso del río abajo esperando encontrar un pueblo. Kara había echado de menos el sur, el paisaje, el calor. Durante las noches seguían encendiendo el fuego por protección, pero ya no necesitaban tanto su calor. Eso hizo que su carácter y su humor se suavizaran. Empezaba a sentirse en casa. Lena, en cambio, lo estaba pasando mal. A ella, le gustaba el frío y disfrutaba de la temperatura que las altas montañas le daban al norte. Además, ir con ropas para el frío en un sitio donde hacía calor no era lo mejor. Casi no había árboles allí para dar algo de sombra a la morena, apenas unos pinos delgados cerca de la riba del río.

Así que la morena decidió tener como costumbre bañarse cada noche en el río. El primer día pudo oír desde el agua las maldiciones de la rubia por haberse desnudado otra vez, cosa que le provocó unas buenas risas. Cuando volvió a la orilla, se encontró a la rubia tumbada de espaldas a ella enfurruñada. Para el segundo día, Kara parecía resignada a los baños de Lena y ni siquiera se giró para no verla. Un leve sonrojo teñía las mejillas de la rubia a veces y Lena creyó pillar a la rubia mirándola de reojo en alguna ocasión. Pero quizás solo eran imaginaciones suyas.

Era tentador provocar a la princesa. Sus insultos y su enfado parecían haberse reducido. Quizá era mejor no jugársela y que la rubia volviera a su mal humor. De hecho, esos días, Kara se había dejado cuidar por Lena sin quejarse ni rechistar.

La verdad es que, superado el enfado de los primeros días, Kara resultó estar más relajada y simpática que como de costumbre. Incluso habían podido tener más de una conversación que no había acabado en una discusión. Era agradable esta versión de Kara. Sí, ya llevaban tiempo acostumbradas a la compañía de la otra y Lena no podía evitar a sentir algo de afecto, quizás, por la rubia.

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Durante dos días no tuvieron suerte, pero a la mañana del tercero, cuando ya veían el mar, un pequeño pueblo pesquero apareció en su vista. Las casas de las cuales debía haber un centenar, estaban cubiertas de un blanco inmaculado, igual que el templo coronado por el símbolo de Rao. Las calles, sin embargo, eran de tierra que, para cuando el pueblo se encontraba con la playa, ya estaban cubiertas de arena.

Lena tenía que ayudar a caminar a Kara cuando llegaron al pueblo. Un par de mujeres que pasaban por la calle se alertaron al ver las condiciones en las que llegaban Kara y Lena. Se acercaron a ayudarlas. Kara les pidió si podían avisar al guardián o guardiana del pueblo, necesitaba hablar con quién fuera. Una de las mujeres se fue corriendo a buscarla mientras la otra las acompañó a buscar un sitio dónde Kara pudiera sentarse a descansar. Maggie llegó y se encontró a Kara sentada en un pequeño taburete de madera con Lena y la otra mujer a los lados.

- Buenos días, forasteras. ¿Qué les trae por aquí? - preguntó algo desconfiada. Kara la analizó y vio el símbolo de la guardia de la corona en el pecho de la mujer. Agarró la muñeca de Lena y sacó una pequeña pieza de metal que tenía en el bolsillo que dio a Maggie.

- Mi nombre es Lauren Haley, soy soldado de la corona y esta es mi prisionera. - anunció Kara, dando un nombre falso para evitar más problemas de lo normal. - Necesito que la vigile hasta que me recupere y podamos continuar nuestro viaje a la capital. Es una prisionera de gran importancia.

La cara de Lena fue un poema a medida que Kara iba soltando las palabras: primero, sorpresa; después, enfado. Además, después de todo por lo que habían pasado, ¿y Kara no había perdido aquella piececita?

Maggie analizó la pieza de metal: era una insignia que solo los soldados de alto rango tenían. Kara debía ser alguien importante si la tenía. Maggie la obedeció y esposó a Lena y la arrastró a su cuartel donde había una pequeña celda y la encerró en su interior.

Dioses y guerras [Supercorp AU]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora