5.¿Por fin algo bueno?

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Tres meses.

Tres largos y aburridos meses habían pasado desde que mi abuela se fué. Y yo sigo en casa de mi madre ¿Qué hago acá? Ni yo lo sé.

Lo que si sé, es que tengo la necesidad de estar junto a ella, quizá no por ella sino más bien, por mí. Por la promesa que le hice a la abuela y porque en este tiempo que he tenido para reflexionar me he dado cuenta que me hace falta mucho en la vida y quizá está es mi oportunidad.

—Buen día Cassandra, ¿Cómo le va?

—Buenos días hija, me va bien como siempre,¿ Has descansado?

—He dormido de lo más lindo— respondo contenta — me han sentado bien los tés que me regaló.

—Que bien mi niña, ahora entra y ayudame a ordenar lo nuevo que ha llegado.

Llevo un mes trabajando en la floristería de la ciudad y la dueña es esta señora muy amable. Cassandra me ha ayudado mucho a no entrar en depresión por todo lo ocurrido. Ha sido un buen apoyo, con mi amiga regresando a su ciudad y mi mamá trabajando y atendiendo a la demás familia yo me encuentro en general, sola, y cuando Cassandra se me acercó a hablar conmigo en el entierro de mi abuela, supe que había encontrado a una amiga en esta ciudad y no me equivoqué, días después me encontre buscando algún trabajo ya sea de tiempo completo o medio tiempo e inevitablemente fui a entregar currículo a la floristería y ella inmediatamente me contrato y hasta el día de hoy se comporta como otra madre para mí.

Acomodo los ramos de flores que han llegado en sus lugares correspondientes dejando todo a la vista. Cassandra tiene su propio invernadero pero por increíble que parezca no alcanzan sus flores para tanto cliente que viene a comprar, por eso hay trabajo para todo el día pero yo solo trabajo 6 horas con ella, hoy llegue a las 9 y desde esa hora no he parado con el trabajo, cuando terminó con la entrega le doy atención al invernadero regando y poniendo abono a lo que necesita, quito malezas y también flores y plantas que sacamos para vender.

A las 12 justas me siento a almorzar con Cassandra nuestros almuerzos, ella cocina de maravilla y como hace desde que comencé acá, me ofrece alegre de lo que ha cocinado y como yo soy de las que se hacen del rogar (nótese el sarcasmo) acepto sin dudar. Se trata de una rica lasaña de quesos.

— Mmm ¡Por Dios! Tú si sabes lo que es bueno. ¡Esto está riquísimo!

Después del almuerzo, comienzo a plantar unas flores que corte del invernadero en las macetas de la entrada del local, me encantan las plantas más por el aroma que por la vistosidad, los aromas son ricos, incitan a la paz, tranquilidad, algunos aromas son perfectos afrodiciacos y otros no tanto.

Tan ensimismada estaba que me sobresalte de una manera muy dramática cuando escuché una voz tan sexi y ronca que me puso los vellos erizados y cuando volteé a ver de quién se trataba, mi perplejidad llegó a niveles increibles y pensé que definitivamente estaba teniendo un sueño maravilloso con un hombre que parecía no ser humano o era completamente real.

—¿Me va a atender o prefiere seguir ignorandome?

Ok. Su voz me advirtió que era real. Y Dios que esa sonrisa burlona era la sonrisa más mojabragas que había visto en mi vida.

Se trata de un hombre de más o menos 1.90 de altura, piel trigueña y algo fornido, el cabello negro peinado hacia atrás y ojos color ¿gris?¿Azul? No sabría decirlo, pero su mirada es una mirada penetrante, sus facciones son muy definidas pero sin ser descuidadas, sus labios algo delgados y su barba, su barba lo hace ver tan apetitoso. Curioso es, que vista un traje color gris con camisa azul oscuro, algo muy elegante.

Juro que hasta se le ve un halo de luz alrededor de su maravilloso cuerpo. Este hombre es digno de un dios o bien pueda, un demonio muy, pero muy bueno.

Cansada de Tanto CuentoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora