Día 19: Libro || Alemania & Martín Lutero

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Cuando el monje alemán pegó en la puerta de la iglesia de Wittemberg sus noventa y cinco tesis en contra de los abusos del catolicismo, Alemania no supo exactamente cómo reaccionar. Sabía que Europa entera comenzaría a arder, porque acciones revolucionarias como esas siempre significaban desastres; haber vivido durante siglos, algún indicio le daba del comportamiento humano, tras años observándolos.

Lo primero fue sentir grandes dolores de cabeza, a la par que la Santa Sede se indignaba todos los días un poco más y el dichoso monje huía por todos los principados alemanes. La pobre nación germana a duras penas podía siquiera pensar en las palabras exactas para responder a las acusaciones. Gente de todas partes comenzaba a sentir cierta intriga por las enseñanzas de Martín Lutero hasta que progresivamente Alemania sintió lo mismo. En el fondo, estaba cansado de ser considerado casi una parte de Francia por lo que pensó que cultivar su propia identidad no era algo malo, y menos aún si se alejaba del catolicismo.

Predicó, en silencio primero y a alta voz después, la salvación por la gracia, el escrudiño de la Biblia para que "nadie os engañe", como decía Lutero repitiendo la enseñanza del mismísimo Juan, el discípulo amado de Jesús.

La pregunta era cómo fomentar tal cosa. Lutero, escondido, tradujo la Biblia al alemán, a mano, cada día y cada noche junto a una vela, hojas vacías y plumas entintadas. Alemania entonces supo de Johannes Gutenberg, y su novedoso invento, la imprenta.

Cuando Martín Lutero alcanzó la vejez, vio cómo la máquina produjo la Biblia tantas veces como la población alemana lo demandó, sin pensar jamás que se convertiría en el libro más importante de la historia de occidente. Todo gracias a un noble monje alemán incentivado por la sana doctrina.

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APH: Fictober 2019Donde viven las historias. Descúbrelo ahora