Jefe 1ª planta (II)

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La lince siguió esquivando una y otra vez, cada vez pareciéndole más fácil, cada vez más acostumbrada a la repetición de los mismos patrones. Incluso se colocaba a la distancia adecuada para que intentara aplastarla. De hecho, empezaba a aburrirse.

–¿Falta mucho?– le preguntó a su hermana por enésima vez.

–Un poco menos que la última vez que has preguntado– respondió ésta, esforzándose por mantener la concentración y no reír.

Había acabado con un par de las pequeñas que habían aparecido mientras se enfrentaban a la grande, además de bajar la vitalidad del jefe de planta al 75%, por los que aún les quedaba para rato. Por lo menos, de momento su enemigo seguía adoptando el mismo comportamiento.

Habían pensado en intentar con Pilar de Luz, pero necesitaba acercarse más y correr más riesgos, así que habían preferido seguir con un método más lento pero seguro. Fue entonces cuando la elfa se dio cuenta de que no había probado Vacío, más que nada porque no parecía que pudiera ser útil. Era imposible desestabilizar a aquella enorme mole de gelatina con su efecto.

Quizás por aburrimiento, decidió usarlo una vez, para ver que sucedía. Y, como había previsto, la fuerza de succión tras impactar la flecha poco efecto tuvo en el enorme cuerpo, o eso creyó al principio. Pero pronto se dio cuenta de que le había hecho bastante más daño que con Flecha Etérea.

–¿Cómo...?– se extrañó.

Así que decidió probar de nuevo, intentando averiguar que había pasado, y reclamando la ayuda de su hermana.

–Algo pasa cuando uso Vacío. Voy a probar otra vez, a ver si ves algo.

Disparó otra flecha, usando Ojo de Halcón para intentar ver con más claridad cuál era el efecto. Lo que vio le sorprendió tanto a ella como a la lince.

–¡Un trozo de su cuerpo es absorbido!– exclamó esta última.

Y así lo había visto también Goldmi. El cuerpo blando y gelatinoso de la babosa, tan eficiente contra la mayoría de ataques físicos, podía ser aspirado por la fuerza de succión, arrancando parte de él y dañándolo más severamente que siendo atravesado por una flecha de maná.

–Parece que va a faltar menos de lo que creíamos– sonrió Goldmi.

–Ahora te escucho– asintió su hermana alegremente, sin dejar de esquivar.

A partir de ese momento, la vitalidad del jefe de planta empezó a bajar mucho más rápido. Incluso una babosa de las normales, que había atravesado las babas que cubrían la entrada, fue fulminada con la ayuda del hechizo.

Al 50%, el jefe de planta empezó a rodar sobre sí mismo, pero la lince se encargó de esquivarlo y mantenerlo cerca del acceso a la siguiente planta, alejado de su hermana. Además, no sólo estaba siendo derrotado, sino que su tamaño iba disminuyendo, al ser su cuerpo poco a poco succionado. Y, una vez separado, el maná se difuminaba, impidiéndole volver a incorporarlo.

Así, poco a poco, iba siendo menos intimidatorio y peligroso, y no tardó en sucumbir completamente.

Descansaron para recuperar maná y energía, sin prestar atención a hongos y vetas de material mágico que otros se hubieran apresurado a recoger, y mientras su asistente recuperaba las flechas esparcidas por el suelo, muchas de ellas rotas y corroídas.



En cuanto llegaron a la segunda planta, Goldmi invocó Detección de Vida, pues no quería sorpresas.

–Uno en esa dirección, a unos cincuenta metros. Otro hacia allí, a casi doscientos– informó la elfa.

–Vamos, a ver cómo son– se adelantó animadamente la lince.

Pero cuando llegó, no vio nada. Se extrañó, nunca había fallado la detección de su hermana, así que miró alrededor con desconfianza, intentando encontrar a un enemigo que debía de ser capaz de camuflarse entre las paredes de roca. Sin embargo, no encontró nada.

De repente, una ligera vibración en el suelo la hizo apartarse de un salto, apareciendo de repente una especie de gusano que parecía hecho de la propia roca, de apenas un metro de longitud. Había intentado Embestirla desde abajo, y ahora trataba de ocultarse de nuevo.

La lince se abalanzó sobre éste, impidiéndole huir, pero apenas haciéndole más que un leve rasguño en la dura piel. De hecho, lo dañó más con la fuerza del golpe al caer encima.

Su hermana, viendo lo sucedido, siguió su instinto y disparó una flecha imbuida con Flecha Tosca, que golpeó fuertemente al gusano de roca, evidenciando que era vulnerable al daño aplastante.

Viéndolo, la felina empezó a golpearlo, aun a costa de sufrir algo de daño ella misma, y pronto acabaron con el ser nivel 21 que habitaba aquella planta de la mazmorra.

–No son muy fuertes, pero bastante molestos– valoró la lince –. Vamos a comer algo, estoy hambrienta. Eso parece la zona de descanso.

–¡Siempre igual!– se quejó la elfa, sin reconocer que ella también estaba hambrienta, y siguiéndola.



Entraron en la sala y Goldmi invocó la cocina, con la intención de probar a hacer comida de nivel 20. Hasta ahora, habían comido platos de nivel mayor al suyo, sin conseguir ningún bono por la comida. No estaba segura de si eso se debía a que era diferente al juego, o a que no funcionaban si el nivel era mayor que el de ellas.

Por ello, y tras haber recogido algunos ingredientes en aquel jardín perdido en la planta anterior de la mazmorra, decidió preparar una parrillada de verduras, además de otros platos para paliar el hambre, o para disfrutar de una deliciosa merienda-cena.

Como era de esperar, los aritos de kraken rebozados no les aportó nada, a excepción de su sabor y su textura crujiente. Y el pudin de chocolate y frutas del Bosque Esmeralda sólo endulzó sus paladares y su alma. Pero, en cuanto probaron las verduras, que crujían y se deshacían en sus bocas, notaron como su poder aumentaba ligeramente, proporcionándoles bonos de un 2% en fuerza y agilidad. Quizás no era mucho, pero toda ayuda era más que bienvenida.

–Vamos a probarlo– se adelantó una vez más la felina.

La elfa la siguió sin oponer resistencia. También quería saber qué significaba un pequeño bono, cómo las podía afectar. Así que se dirigieron en la dirección de otro de aquellos gusanos, confiando en que también saliera de la roca por sí mismo, o en encontrar la forma de sacarlo.

Regreso a Jorgaldur Tomo II: la arquera druidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora