Corazón impenetrable

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Despertó con los alaridos de Wanda, amortiguados gracias a las puertas y la distancia que la separaba de su habitación, pero no lo suficiente como para no percibirlos.

Lo siguiente que notó fue el brazo de Tony, durmiendo de costado tras su espalda y rodeándole la cadera. La calidez de su mano descansando junto al vientre le embriagó de oxitocina.
No quería moverse de allí. Quería darse la vuelta, abrazarle y despertarle quizás a besos, pero los alaridos continuaban rompiendo el silencio y supo que no podría estar tranquilo mientras continuase escuchándolos.

Salió de la cama, procurando no despertar al mayor, se vistió y caminó hacia el largo pasillo que llevaba a la habitación prohibida.
Estaba a pocos pasos de llegar cuando la vio abrirse.

El miedo le congeló y dejó clavado en el sitio, pero al ver que era Natasha quien salía soltó el aire que había estado aguantando.

La pelirroja estaba completamente empapada y sostenía una jarra de plástico en la mano.

—¿Qué ha pasado?—le preguntó.
—He intentado darle agua pero...—Se señaló las prendas chorreantes—. Imposible.
—Los zombies no beben agua—le informó, intentando sonar lo más agradable posible.
—Lo sé—suspiró—. Tenía que intentarlo, al menos.

Caminaron uno junto a otro hasta la sala de estar, sentándose en los sillones.

—No sé qué hacer—le dijo ella, que sujetó su cabello con ambas manos y lo exprimió para quitarse el agua—. He estado pensando en lo que dijo Tony.
—Se comportó como un capullo.

A pesar de lo que sentía, Peter no podía afirmar que las formas empleadas por el genio hubieran sido las correctas.

—Sí, pero también dijo verdades como puños—expuso ella, soltándose el cabello y pasando a exprimir su camiseta de tirantes—. No puedo retener a Wanda indefinidamente hasta que haya una cura. No podré alimentarla si sólo le sirve la carne humana. Podría traerle cadáveres, víctimas que no han sido infectadas, pero es demasiado macabro. Además, hace mucho que no matan a nadie en Nashville. Todo el mundo está dentro de sus búnkers, dependiendo de mí para comer y sobrevivir.

—¿Qué harás, entonces?—le preguntó Peter.
—No sé. Tengo que hablar con Tony. Tú... ve a desayunar.

Como si le hubiera invocado al nombrarle, el aludido salió de la habitación mientras se abrochaba los pantalones. Peter fue a la cocina a prepararse unos cereales mientras, desde allí, veía a Natasha irse con Tony a su habitación, que se encontraba junto a la de Peter y en el lado opuesto de la de Steve.

Los gritos de Wanda habían cesado, cosa que el chico agradeció, y fue a prepararse el desayuno.

Al terminar se dirigió a su habitación pero, antes de llegar a la puerta, escuchó a Tony y Natasha hablando. Habían dejado la puerta entreabierta.

Peter miró a todas partes, buscando a Steve, pero debía de estar durmiendo.
No estaba bien escuchar conversaciones ajenas, y desde que había estallado el apocalipsis esa era la tercera que se disponía a espiar.

Aunque, a decir verdad, la de la noche anterior entre Tony y Steve no podía considerarse precisamente privada.

Se quedó al otro lado de la puerta, escuchando:

—Siento lo de ayer, Nat. De verdad. Estaba muy asustado. Ya viví una situación idéntica con el novio de Steve, y no quería que se repitiera. Sólo pensaba en poneros a todos a salvo.
—Te pasaste tres pueblos, pero lo peor es que tienes razón. Yo... No puedo mantener atada a Wanda eternamente. No puedo exponerme así. Las familias que quedan en Nashville me necesitan.

Apocalypse (Starker)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora