1. Las pesadillas comienzan

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Esmeralda

Me envuelve la oscuridad. Un olor a piel quemada, pero sin rastro de fuego. No escucho mi trote. Parece que no existe el espacio y me desvanezco en el llanto de un recuerdo que mi mente es incapaz de dibujar, pero sé que está ahí. Si me esfuerzo, tal vez lo logre iluminar.

Está persiguiéndome. Créeme, me persigue, y tengo miedo. No es a ti a quien persiguen, es a mí, a mí me persiguen. Me están persiguiendo. Corro, y empieza de nuevo. Sudan mis manos, mis pies, mi frente, se deshacen mis pies en el polvo oscuro, me difumino con el tiempo y el olor a piel quemada aumenta. Es mi piel. O eso parece.

La oscuridad es fría aunque me esté quemando. Diablos. La pesadilla más horrible que he tenido esta semana. Por suerte, ha terminado, pero ya fue suficiente. No pienso soportarlo más. ¡No quiero más!

- ¡No quiero más! - Grité entre dormida.

- Amor... ¡Amor! Despierta, ¿Qué pasa?

- Otra vez. Me tienen cansada, Eliecer. Las pesadillas me tienen loca.

Eliecer es mi esposo. Jamás he tenido a otro hombre en mi vida. Jamás he sentido amor por alguien más, ni siquiera algo parecido. Siempre ha sido el único y eso no tiene por qué cambiar

Me besó, y ahora me sentía más tranquila. Es el efecto que él siempre tiene en mí.

- Quiero irme. Este lugar me agobia.

- Pero ¿A dónde vamos?

- Tu mamá tiene una casa muy grande y se debe sentir sola.

Me miró, con su mirada de desaprobación, de "Estás loca". Pero me sorprendió.

- Está bien. ¿Qué crees que piense Axel?

- Axel es lo que menos me importa. Si le molesta mucho que consiga donde vivir, ya está como muy grandecito como para que nosotros lo sigamos manteniendo.

Axel es mi hijo. Tiene 20 años y quiere ser DJ. ¿Cuando? No lo sé. Le pagué dos semestres de producción musical y le dio pereza continuar. Empiezo a resignarme a que lo tendremos con nosotros mucho tiempo más.

- En la mañana lo hablamos. Estoy cansado. - Sugirió Eliecer, se dio la vuelta y se recostó.

- Mañana mismo dormiremos donde tu mamá.

- Claro... Claro...

Luz

Amanecer frío, como es de costumbre en mi amada Bogotá. Sí, es una ciudad que tal vez tenga más defectos que virtudes. Empezando porque no hay metro, la indigencia es una de las más altas de latinoamérica y las calles no son las más pulcras, pero aún así, no cambio por nada caminar por las antiguas calles de La Candelaria, casas coloquiales empapadas de historia, la alegría y el folclor de los artistas que invaden la plaza. Cuentería, música en vivo, grafiti, un buen canelazo, y, con suerte, te encontrarás con alguna de las estatuas humanas más reconocidas de la ciudad. Me encanta recorrer estas calles con mi hijo, Carlos. Aunque tal vez es tiempo de conseguir alguien más.

Bernarda es mi abuela. En mi juventud tal vez fue un poco ruda, en realidad, la quería muerta. No tengo muy claro qué le pasó, pero ahora irradia una energía tan linda, y tan pura, que es difícil describirla. Parece que ha invertido los papeles con mi mamá. Bernarda me ofreció un lugar en esta casa durante una mala situación económica, pero simplemente me gustó tanto que decidí quedarme aquí con Carlos.

Ay... Mamá. Esmeralda. Como quieras que te llame. Sólo quiero que sepas que no te extraño para nada. Por favor nunca arruines eso. Amo la casa sin importar lo rara que sea. No suelo recordar mis sueños... Pero cuando duermo aquí, siempre es lo mismo. Un interminable paseo por la casa. Carlos sueña lo mismo, pero me da vergüenza preguntarle a Bernarda si ella también. En ocasiones me planteo la posibilidad de que ella esté detrás de todo... Pero es tan dulce que simplemente lo retracto.

Axel

Sí. Dejé la carrera. Sí. Soy un mantenido. Sí. Soy perezoso, bla, bla, bla. ¿Y qué? No estoy preparado para dejar mi hogar. Mis padres son todo para mí. Además, estoy en un curso de DH. Mi mamá me dijo que no me pagaría más semestres, y el curso es lo que puedo pagar con mi trabajo de medio tiempo. ¿Qué problema hay en ello?

Es una mañana muy fría. En Bogotá siempre lo son. Pero esta vez me han despertado con una noticia peculiar.

- Axel, nos vamos a trastear a la casa de Bernarda, la mamá de Eliecer. - Me dijo mi mamá. Juro que no era mi intención hacer una expresión en específico, pero eso no le importa las mamás. - ¡No me haga esa cara que no le estoy preguntando! Nos vamos y punto.

- Bueno... Pero... ¿Por qué?

- Su mamá no se siente bien aquí. Pero bueno, empaque rápido porque la idea es dormir allá esta noche.

A veces siento que soy un adolescente. Supongo que es el precio de vivir con mis papás, jamás entenderán que he crecido. Aunque ni siquiera lo entiendo yo.

Bernarda

¡Que emoción! Después de tantos años viviendo sola en esta casa gigante por fin tendré la compañía de mi familia. Son ingratos. Aunque tal vez lo merecía. Fui muy cruel con Luz en su adolescencia, y quien diría, fue la primera que llegó, y no hace más de un mes. Ahora Eliecer me ha llamado para decirme que vendrá con Esmeralda y Axel. ¡Ojalá vinieran con alguien más! Es más, les tendré preparada una cena que no olvidarán en su vida.

Mediodía. Ya han traído las primeras cajas. Axel está ayudando a desempacar mientras Esmeralda y Eliecer van por más. Esmeralda y Luz aún no se han cruzado, pero tengo entendido que su relación no es muy buena. Luz la odia, y una vez me dijo que no la extrañaba para nada. No sé que piense Esmeralda respecto a ella, pero seguro no es tan dura.

No puedo esperar para que experimenten su primera noche aquí. La primera vez siempre es la más extraña. De ahí en adelante, generalmente se acostumbran. ¡Les podré dar doble bienvenida! A mi hogar y al increíble mundo de los sueños que lo adorna. Podría decirse que es el único lugar en el que pueden pasear por el mundo de los sueños. O por lo menos el único que conozco.

Luego de un largo día de trasteo, Esmeralda se me acerca con algo que me haría estallar de alegría.

- Señora Bernarda... Que pena con usted, lo que pasa es que mi mamá está en un ancianato desde que yo me mudé al apartamento, y ahora que vivimos aquí pues estaba pensando que lo mejor sería sacarla de allá para que viniera a vivir aquí. Y no sería ella sola, vendría con Lunita. ¿Se acuerda de Luna? La niña que también está en el ancianato.

- ¡Claro que si, Esmeraldita! Tráigalas a las dos que aquí cuartos es lo que hay, usted sabe.

- Muchas gracias, entonces yo creo que a más tardar mañana ellas estarían aquí.

Tuvimos la cena. Fue una experiencia dulce. Todos hablando de sus vidas conmigo. Pero apareció Luz. Fue como si el resto del mundo desapareciera. Esas dos mujeres se desearon la muerte y se dijeron cómo sería, sólo con una mirada.

- Buenas. - Dijo Luz, un poco confundida y enojada. - ¿Qué hace usted acá?

- Ahora vivo acá. - Le dijo Esmeralda, que se levantó de su silla y avanzó medio paso hacia Luz.

- ¿Qué? - Luz me miró de inmediato. Sentí que me estaba echando la culpa, y de repente toda la emoción y el amor que había puesto en la cena se deshicieron como papel en el agua. El pollo ahora estaba salado y la limonada se había puesto agria. - Hasta mañana. - Luz se fue.

- ¿Luz desde cuando vive acá? - Me preguntó mi hijo, Eliecer.

- Luz vive acá con Carlos desde hace menos de un mes. Y me comentó que no tenía una buena relación contigo, Esmeralda.

- Pues no, no la tenemos. Por muy triste que sea, ella se fue a meter con ese baboso de Manuel que la embarazó de la niña y ahora no la deja ni ver.

- Pero Luz puede ver a su hija cada 8 días.

Sí. Luz tiene dos hijos, no solo a Carlos. A Angie, la mayor, la tuvo con Manuel. Un hombre turbio  que en sus épocas era el típico rockero al que todos le huían. No por su aspecto, sino por su olor. Esas cosas en las que nadie se fija cuando está enamorado.

- No es el caso. Me alegra que haya llegado a un acuerdo con Manuel, pero es un error que no le perdonaré nunca.

- Eso dices ahora. - Le repuse, para medir su reacción. Sólo se quedó en silencio. Y hubo silencio por el resto de mi agridulce cena.

Life After DeathWhere stories live. Discover now