03: Concilium

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—Me duele, me duele demasiado. Jungwoo... —rogaba una hermosa mujer. Esta, con un agradable vestido de telas blancas y sutiles adornos floreados, se hallaba hincada en el suelo, sosteniéndose la muñeca. A pesar de que le dolía a más no poder, infligía presión sobre lo que parecía un corte profundo, uno vertical, exactamente sobre la arteria. Fue la reacción de aquella joven rubia para detener el sangrado, el líquido carmesí brotaba sin indicios de querer detenerse, desesperado por encontrar un camino que recorrer al momento de no dar con su camino obligado. Cada gota, de un sutil espesor, terminaba absorbida por las prendas de la rubia y, en un pestañear, la mayoría de su vestido ya era de un color nuevo, de un rojo vivaz.

—No quiero morir, Jungwoo. Debes ayudarme —las lágrimas le hacían competencia al líquido vital proveniente de su herida y sí, también le ardía llorar. Con el pasar de los segundos vitales, sus fuerzas se desvanecían y su voz se hacía cada vez más fina, inaudible hasta para Jungwoo, quien estaba justo frente a ella, observando con atención todo el proceso de desfallecimiento. 

Observando con gusto y placer. 

—Me duele...

—Yo sé, yo sé que duele —al fin dio alguna señal el muchacho que no había hecho más que mirar. Aunque nadie sabía todo lo que estaba pasando en el interior de Jungwoo —. Puedes sentir cómo se drena tu vigor, como se te imposibilita el control de tus pensamientos. Tu misma anatomía te pide a gritos que te rindas, que te dejes morir.

—Pero no quiero —arrastraba sus palabras, ya habían pasado demasiados minutos desde que se había lesionado con un cutter. Si nadie llegaba a socorrerla, moriría pronto.

Indudablemente, nadie llegaría.

—Es mucho más emocionante si te opones, pero veo que ni siquiera lo intentas —Jungwoo no quería respuesta a su análisis, estaba más que concentrado y extasiado —, así que rápido, muere. 


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Contener demasiado poder, hace que caves dos tumbas. Cuando llega tu hora, el precio a pagar es tu alma, la que será torturada tantos años como suspiros que diste en vida. Mientras tanto, cuando aún pisas suelos terrenales y abusas de la magia oscura, lo que debes hacer para progresar, es donar tu cordura. Despojarte de la humanidad que recibiste al nacer y que fue corrompida desde tu niñez, por lo que toda señal de bondad o compasión debe desaparecer. 
Para ser un contenedor de desbordante energía, debes volverte un monstruo, un demonio.

Ese fue el camino que eligió Kim Jungwoo. 


El primer paso fue la codicia. Siendo joven en el universo de las artes oscuras, no tardó nada en sobresalir; en poco tiempo aprendió hechizos que los mejores en toda la historia de brujas y brujos habían agonizado con tratar de dominarlos. Jungwoo era un prodigio. Consciente a más no poder de su infinito potencial, añoraba romper con las leyes con tal de alcanzar puntos jamás antes conseguidos. Al principio fue alabado pero, pronto se tornó incontrolable y en un sinónimo de egoísmo. ¿Cómo osaba él, un simple bastardo, tratar de derrocar los altos mandos? 

Malleus Maleficarum ᵈᵒʷᵒᵒDonde viven las historias. Descúbrelo ahora