Sigue doliendo, a pesar de que el tiempo sigue avanzando y hay días que me siento mejor, no consigo olvidar tan fácil como los demás. Sigo dedicándote al menos uno o dos pensamientos en mis mejores días, en los malos son unos cuantos más. ¿Cómo es posible que te canses de unos sentimientos que escapan al autocontrol? Más de uno ha sentido tener que hacer algo, un impulso movido por los hilos de la emoción e incluso hacerlo sin pensar. ¿Instinto? No, ese momento en que tu barra de hipocresía llega a 0 y se transforma en actos.
Llega la noche, se convierte en un suplício de pensamientos turbios que incitan al imsomnio otra vez, enciendes la luz, comienzas a beber para volar a tu mundo paralelo de alegría y fantasía donde todo se hace realidad. Al día siguiente estás con resaca y te encuentras que todo es diferente a la noche anterior, no disfrutas de tus demencias nocturnas, del sexo sin necesidad de pedir nada a cambio. Nada de eso te sirve ahora, ¿De qué te iba a servir tanta locura si al fin y al cabo te encuentras sólo? Sin nadie que te sonría, sin nadie que te muerda, te pique... El placer ya no exíste. La luz que te trajo ese whisky anoche desapareció, dejándote a ti sólo con tu conciencia perturbada.
Menos mal que existe la escritura, es la única que me comprende. Como decía Bukowski: "¿Cómo hay escritores que pueden dejar de escribir? Cómo podían relajarse". Necesito escribir lo que siento, es el aliento después de aguantar la respiración bajo el agua, sumergido en mi interno mar de dudas. O los nudillos ensangrentados tras descargar tu furia sobre la pared, sabes que no es sano, lo necesitas, aún sabiendo que hacer eso no es la solución a los problemas y quizás el arte de la escritura, posíblemente me haya hecho entender cosas que antes no tenía en cuenta, ser más fuerte que antes.