Esa mañana fue diferente a las anteriores, a todas las que recordaba de su vida.
En cuanto abrió los ojos lo supo. En realidad lo había sabido inconscientemente toda la noche, no había dejado de pensar en él.
Saltó de la cama con tal mala suerte que fue a torcerse el tobillo. La falta de costumbre y la edad, que nunca perdona.
Se sorprendió echándose crema hidratante con mimo después de la ducha, sobre esa piel madura que nunca había sido acariciada desde que murió su padre. Más tarde, se descubrió enfadándose con el contenido de su armario, monopolizado por todas las escalas posibles del gris y del marrón. Cogió un traje de chaqueta de lana color gris marengo y cerró de un portazo la puerta, total, él nunca iba a verla.
Su hermana Ana se asomó al pasillo extrañada
- ¿Pasa algo Ros? -
- No, nada, se me ha ido un poco la mano -
En el coche, el soniquete monótono de las noticias le hizo fruncir el ceño y pulsando repetidamente el botón de búsqueda aterrizó en una emisora con música brasileña. Suavemente se dejó mecer por la dulce voz de Antonio Carlos Jobim susurrando las notas de su Desafinado mientras Stan Getz la acariciaba con el terciopelo de su saxo. Le dolía un poco el tobillo e hizo nota mental de aplicarse pomada anti-inflamatoria al subir a la oficina.
Aparcó el coche en la misma plaza de aparcamiento del edificio de oficinas en el que llevaba trabajando 34 años.
No le gustaba acordarse de aquel día de principios de verano de 1975.
No es que se sintiera vieja, 56 años en el 2009 no son muchos, pero el hecho de que no quedara absolutamente nadie de los compañeros que la dieron la bienvenida sonrientes cuando ella entró con 22, le parecía prueba evidente de su incapacidad para superarse profesionalmente. Ni siquiera había conseguido ascender, labrarse algún tipo de carrera dentro de la aseguradora.
Entró como segunda Secretaria de Dirección, siempre a la sombra de Marga, con categoría de auxiliar administrativo. Cuando ya por fin Marga se jubiló hacía seis meses, a los dos días se acercó a ver a la responsable de Recursos Humanos.
No, no está previsto cubrir el puesto de Marga. La crisis está provocando que la Dirección se esté planteando despidos por lo que como Rosa sin duda entendía, si un puesto no se cubría era un despido que se evitaba, una familia que no tenía que enfrentarse al fantasma del paro.
Rosa entendía.
No, tampoco está previsto actualizar su categoría profesional, supondría un aumento en el salario base y la Dirección insistía en su política de restricción de gastos. Claro que el Departamento de Recursos Humanos era consciente de que a partir de ahora ella se tendría que encargar del trabajo de las dos, pero Rosa tenía que entender que después de tantos años en la compañía su puesto era muy caro de mantener, con actualizaciones anuales de sueldo según IPC.
Cualquier jovencita mejor preparada y más motivada cobraría la mitad que ella y no tendría problemas para hacerse cargo del trabajo. Seguro que Rosa lo entendía.
Rosa no lo entendía pero decía que sí, que lo entendía.
Pero hoy era diferente.
Ayer la había escrito Don en privado.

YOU ARE READING
Por primera vez
General FictionCuando su compañera Marga por fin se jubila, Rosa piensa que ha llegado su momento, por fin sería la reina de la oficina, pero nadie le había avisado de que reinar podía ser un oficio muy solitario...