Capítulo 1 : La Ciudad 🌆

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Amy Valentina

Hoy es mi primer día como residente en la ciudad y decido recorrerla sola. A pesar de que mi tía me ha advertido que es peligroso. Soy aventurera y no necesito de alguna orden especial para realizar algo que desee incluyendo salir. Además en mi pueblo natal, de do de provengo es algo que solía hacer con mucha recurrencia, correr por las mañanas y en las noches. El viento sopla en mi dirección y siento como gotitas de rocío me refrescan la cara. Amo cuando el viento roza mi piel. En esta ciudad ha vivido la familia de mi madre. Así que no me siento fuera de lugar. También visitaba mucho el hogar de mis abuelos de niña y  durante mi adolescencia, ellos son mi casa, mi refugio, mi hogar. Después de una larga caminata. Vislumbro un bar rústico de colores llamativos tiene un gran patio y un enorme letrero en Guayacán con palabras escritas en cursiva Resto bar "Irréalité" y atrae mi atención así que ingreso. Hay muchas mesas y las luces son de múltiples colores iterativas dándole un aspecto bohemio y un poco irreal, quizás de allí la idea del nombre. Por esos sosegados minutos me entran deseos de haber traído mi guitarra para empezar a cantar porque el lugar es ideal para ello. Aunque ya hay música que no he escuchado antes y suena, trato de distinguir el género musical y descubrir la canción, pero no lo logro. Colmo de un melómano, elucubrar una canción única y no saber el nombre, mi cerebro volátil la iba a olvidar. Country parecía ser de ese género. Aunque estaba en la ciudad en ese pequeño lugar con estilo de cabaña me hizo sentirme como en mi pueblito. Lo extrañaría. Necesité mudarme por mis estudios.
Hay un grupo de chicos jugando juego de cartas uno y hablando en una mesa. Son simpáticos y ahora me siento rara porque me están mirando y estoy sola.

«No soy un bicho raro» Será que es muy notorio que no soy de ciudad, tampoco quiero parecerlo. Sé que mi estilo es un poco bohemio. Amo vestirme de esta manera, me define y combina con mi guitarra, aunque en este momento no ande con ella. Vine a la ciudad dispuesta a cumplir mi sueño. Ser cantante y bailarina.
Ando con unas trenzas de hilos en mi cabeza. Es el look de soy cantante, pero nadie me conoce.
Me siento cerca de ellos escuchando su conversación. Realmente la gente siempre me agrada. Soy social y simpática, hago amigos de manera rápida. Ellos están riéndose de algo gracioso, prestó oídos, soy curiosa no puedo evitarlo. Entre tanto pido un milkshake de frutilla. Se ve apetitoso y cuando me lo sirven me muero por comerlo de un solo bocado. Además soy dulcera. Aunque no sé donde se me va... delgada, de contextura atlética. Y me encantan las frutillas en todo si pudiera ir en sopa me la comería. Cuando comienzo a degustar de mi delicioso batido.
Un tipo apuesto que está sentado entre el grupo me observa. Yo también. Hacía mí viene un camarero.
—Buenas noches, señorita. Puede pedir lo que sea. El chico de la mesa cuatro le envía un recado, él invita, todo va por su cuenta. — Le sonrío. Gracias a Dios por lo citadinos. ¿A quién no le agrada que le invitaran a comer gratis? Bueno, a mí, sí. En mi pueblito, es algo muy común, suelen hacerlo siempre. Miro al camarero y al joven. Esbozó una sonrisa.
—Dígale que muchas gracias —Respondí de manera agradable. El camarero me entrega la cartilla del menú. Siento la mirada del tipo. Pero sigue sentado en aquella mesa, acompañado de sus amigos. Mientras lo observo con mucha discreción. Quiero ver si es un tipo confiable y analizar si no ha  malinterpretado que haya aceptado su tan amable invitación.  Mientras lo analizó con precaución mi mirada se dirige hacía un chico pelirrojo que lo acompaña y está abrazando sus hombros, le habla al oído sonriendo. Parece recordarme a alguien pero no identificó a quién. El chico que me invitó me mira y le dice algo también al oído. De inmediato siento la mirada del pelirrojo escrutandome.
Cuando lo hace lo veo esbozar una sonrisa arrogante. Aish conocía a esos tipos. Aquellos, que creen tener el mundo en sus manos y sino que todo lo pueden comprar, y que toda mujer se derriten por ellos. Tipos insoportables que producían repelencia ¡Que pena que hoy no pudiera conseguir amigos nuevos tan rápido!—me dije a mí misma.
El pelirrojo gritó, parecía burlarse de una de sus nuevas conquistas.
—No sabía porque le costaba tanto decir esas palabras. Se dice pene p-e-n-e. Muchachita. P-e-n-e, no penal, te lo deletreo. No entiendo porque las personas no pueden ser claras en esta sociedad. Si lo fueran. Habría menos embarazos adolescentes. —Hablaba con sorna, aquel muchacho. Todos se burlaron, incluso el tipo amable que le había invitado.

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