Amy Valentina
Cuando lo vi por primera vez. Tuve esa sensación de que lo había visto en otro lugar. Sí, en mi infancia. Se había convertido en un hombre. Hace trece años que no sabía nada de él, hijo de una amiga de la hermana de mi abuela, vecino que se mudó. No tenía primos así que cada vez que llegaba a la casa de la abuela, jugaba con él. Corrían por las calles de la casa de la abuela jugando a la selva, ella en calzoncitos tanto en la parte de arriba como cubresenos, como en la de abajo. Yo organizaba los juegos. El que ganaba podía ser tarzán hasta que perdía y así en sucesiva. También lo mordí. No quería ni recordarlo. Se acordará él de aquello. Lo peor de todo es que nadie sabía aquel secreto estaba entre él y yo. Él le dijo a su mamá que lo mordió un perro y yo no lo discutí cuando me enteré de su respuesta. Sentí tal alivio y agradecida. Si mamá se enteraba. ¿Qué hubiese pasado? Seguiría siendo la misma persona. Una mordida podría alterar el ciclo de la vida o del universo.
Me enteré que había estado en casa con fiebre. Así que mi mordida lo infectó. Lo recordaba con plenitud, él, era un niño muy tierno y dócil. Los amigos no le duraban de niña por su carácter. Pero Alejo era diferente él hacía todo lo que ella le decía, de carácter voluble y divertido, llegamos a jugar hasta a las muñecas. Recuerdo que una vez le pregunté. ¿Si quería jugar al papá y a la mamá? Y mi tía lo escuchó. Le contó a mi mamá. Aquella tarde de hace trece años me regañaron. ¿Qué tenía de malo? ¿A esa edad no lo pude comprender? Creo que fue porque se lo propuse yo y no él. Pero la verdad Alejo era un niño muy atrasado para su edad. Tímido casi no hablaba en los juegos. Así que ella tenía que ser la de la iniciativa aunque siempre era así.Ahora aquel Alejo, era empresario y dueño del bar. Se lo diría a mis padres o a mis abuelos o a mi tía. Yo no bebía era menor de edad. Por qué había dicho aquello. Además había ido a tomar un batido de frutilla. En ese bar no había restricciones,para niñas de su edad. Lo mataré. Si se lo decía a mis padres. Se acababa mi sueño. Estaba amenazada por ellos.
Sí te portas mal con la abuela. Te regresas. Y yo quería cumplir mi sueño a toda costa y había sido muy persistente. Desde niña sabía lo quería para mí vida. Sabía que necesitaba de la ciudad para ello. Quería hacerme profesional en la música y la danza. Convertirlo en una carrera.—Tengo cuatro —le escuché decir al tarado, troglodita. Repitiendo como mantra en mi mente. Es por mi sueño. Es por mi sueño. Mi abuela y mi tía se rieron a carcajadas como si fuera muy gracioso, las palabras que habían salido de la boca de ese animal. Lo creía capaz. En que se había convertido Alejo. De niño, era tímido, pelirrojo con pecas que obedecía todo lo que le decía. Tierno si era tierno e inseguro de sí mismo. Pensé que era porque era niño. Pero yo siempre he sido muy segura desde niña. Ahora se había convertido en un joven arrogante y seguro de sí. Si hasta parecía que le estaba coqueteando a mi tía. Él muy sinvergüenza.
Su madre lo regañó y me alegré, él justificando que había sido una broma.
—Amy —dijo mamá—. Habla con Alejo de la universidad, pídele consejería.
En otra ocasión se hubiese negado, pero el animal la tenía entre sus manos, debía ir con cuidado. —Vamos a conversar al jardín, —le invitó a Ethan.—Como negarme —respondió con amabilidad fingida. Sabía esconder bien el animal que llevaba dentro.
Llegando ya al jardín lo agarré de su camiseta de color azul con estampado de new York. La arrebató con sus manos.
—No sabía, que querías desnudarme. Si me la pidieras con educación, me la puedo sacar con mucho gusto, hasta pensaría en hacerte un striptease, impidiendo que nos vea tu abuela. Por supuesto. Eres tan santurrona —urdió fustigado Ethan.
—No, ni de broma. Te aclaro, no me muero por sacarte la camiseta o ver tu torso. Sería una pesadilla. Tu cuerpo me produce vómito. De lo que sí tengo mucho deseos y son irresistibles es de asesinarte.—Lo decía por tu insistencia en arrancarme la camisa. Ya conoces mi inigualable educación. Pueblerina salvaje.
—Animal, quiero pedirte, que olvides lo que pasó en el bar, ni mis abuelos ni mis padres los saben cómo te has dado cuenta. Resistí todo este tiempo de cerrarte el hocico. No estaba borracha, no bebo ninguna clase de sustancias, mentiroso. Como te atreves a mentir de tal manera. Te asesinaría en este instante, pero no tengo la coartada, ni el lugar donde escondería tu apestoso cuerpo.
—No matarás, acaso no te han enseñado el mandamiento que escribió Moisés. Mi error fue olvidar contar que aquella cliente borracha también me amenazó de muerte, y lo creo, ya tienes antecedentes conmigo ¿o no lo recuerdas? ¿Quiero saber como me vas a asesinar? ¿Con piedras o con mordidas? Porque si me lo preguntas, prefiero las piedras, una muerte más limpia y natural. Tus mordidas son como venenos atroces que destruyen y carcomen mi cuerpo. Recuerdas la última vez lo que me produjeron.—Sentí un cosquilleo de vergüenza. Porque tenía un segundo percance con él.
—Por la expresión de tu cara, veo que lo recuerdas muy bien. ¿Cuántos secretos tuyos debo ocultar? ¿Qué gano con ello? Cuando era niño era estúpido. Ahora favor se paga con favor. ¿Qué me darás?
—¿Quieres morir? Idiota, animal, palurdo, aish te odio ¿Qué quieres?—escupí con rabia, que podía hacer.
—No sé, dímelo tú. Porque estoy harto de guardarte secretos. Vamos donde tu abuela a contarle todo.
—Si vamos a decirle, que lanzaste y perdiste los zapatos que ella me regaló —le dije con valentía, disimulando mi horror. No creo que la abuela me guardará tal secreto. Se lo diría a mamá y se acababa mi historia.
—No sólo aquello, todo, tu comportamiento salvaje, lo hago por tu bien Amy aún tienes tiempo para cambiar. Incluyamos la mordida que me hiciste de niño, por la cual me vacunaron cinco veces. ¡Qué estúpido de mi parte cubrirte!
—Nooo. Te amo.
—¿Qué?
—Te ha mordido un perro, eso dijiste. Nadie te va a creer a estas alturas. No hay pruebas. Pensarás que lo dices por molestarme.—Quizás de aquella vez no, pero del bar sí, tengo pruebas en vídeo, las cámaras de seguridad de mi local. Te tengo en mis manos esta vez Fideito.
—No me digas así. Aishh dímelo de una vez. ¿Qué quieres?
—¡Que seas mía! —Bromeé por aquel iluso chiste del "te amo" Sus ojos impávidos y candorosos me escrutaron. —No te ilusiones. Serás mi sirvienta en la universidad, hasta que me canse de ti y de tu secreto. Pueblerina.
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Corazón de Unicornio❤️🦄
Dla nastolatkówAmy Valentina es una chica buena, no tan educada. Aunque sus padres han querido someter su carácter. No lo han logrado. Y Ethan Reed, bueno era un niño tierno pero ahora es peor que yo. Un chico no tan bueno como yo. Eres un unicornio. -¿Qué? Por...