–Arañas, siempre tiene que haber arañas en alguna de los pisos– maldijo Goldmi.
Les tenía pánico, terror. O, más bien, les había tenido. De alguna forma, ahora sólo las odiaba, no las soportaba, pero ya no las temía. Quizás por haber aparecido en aquel mundo, o quizás por lo que había vivido desde entonces.
Una flecha con Vacío atravesó el túnel, llevándose con ella la telaraña, y facilitando así la acción de su hermana, que ansiaba enfrentarse a aquellos monstruos nivel 22 de ocho patas.
Es cierto que la felina se había enfrentado a muchos seres diferentes cuando acompañaba a su hermana en el juego, pero ahora era diferente. En aquel entonces, estaba sujeta a un contrato que la protegía, pero limitaba sus acciones, y que muchas veces la llevaba a un mundo irreal creado por las sombras del real. Ahora, podía actuar con total libertad, aunque su vida estaba siempre en riesgo. Quizás por ello, le parecía más emocionante.
Mientras, la arquera probaba con flechas y habilidades, buscando la mejor combinación. Flecha Tosca era eficiente contra las patas. Las flechas normales se clavaban en el cuerpo, aún más profundamente con Flecha Penetrante. Toque Purificador y Flecha Etérea aumentaban el daño, pero no lo suficiente para que valiera la pena consumir maná, mientras que Flecha de Viento era el más significativo.
Así, la combinación con Flecha de Viento y Penetrante resultaba la más eficiente, pero usando flechas normales era suficientemente bueno, y no gastaba maná. Por su parte, el extra de daño de Toque Purificador, aunque no excesivo, era de ayuda para la lince. Echaba de menos el fuego, o las bendiciones que en su día uno de los compañeros de su hermana podía aportarle.
El mayor problema eran las telas de araña, en las cuales caía la felina una y otra vez, algo de lo que su hermana se aprovechaba para burlarse un poco de ella, pues no siempre tenía esa oportunidad.
Sin embargo, saber que la araña estaba cerca era suficiente para tomar precauciones, lanzando una flecha con Vacío para deshacerse de la tela una vez localizada, ya fuera porque hubiera atrapado la lámpara o a la felina. Por suerte, esas telas desaparecían al hacerlo su dueña.
–Veinticinco.
–¿Tienes que contar cada vez que me enredo en una de esas cosas?– gruñó la lince.
Una de sus patas estaba atrapada en la tela, y retrocedía para intentar liberarla.
–No sé quién decía que era muy fácil...– rio su hermana.
–Grrrrrrr.
Una flecha se clavó frente a ella, desmontando la estructura creada a partir de hilos de maná, en lugar de la seda habitual en las reales, y que la hacía más vulnerable al poder de succión.
No tardó en aparecer el cuerpo de la araña, alertada por el movimiento de su tela, y que fue atacada agresivamente por la lince, desahogando su irritación sobre el ser de maná. Luego se giró, mirando por un momento a su hermana, antes de girarse de nuevo orgullosamente, ofendida.
–Ja, ja, ja. Lo siento, ja, ja... Perdona, ja, ja, luego te haré unos buñuelos de los que te gustan– se medio disculpó la elfa, sin poder dejar de reír.
–Mmmm, supongo que puedo perdonarte– respondió reacia su hermana, aunque no estaba realmente enfadada con ella.
Lo que realmente le molestaba era enredarse una y otra vez con aquella pegajosa sustancia que se incrustaba en su pelaje. Y Barrera Ciclónica incluso empeoraba las cosas. Es cierto que destruía la tela, pero también provocaba que los restos se distribuyeran por todo el cuerpo, teniendo que soportar la desagradable sustancia pegajosa hasta que acababan con la araña.
Aquella noche, resultó cómico ver a la lince frente a un enorme plato de buñuelos, cogiéndolos de uno en uno. Clavaba una uña y lo llevaba a la boca, saboreándolo, mientras su hermana la miraba con una sonrisa, y también iba cogiendo de vez en cuando.
Habían acabado con una docena de aquellas arañas, pero no resultaba fácil encontrarlas. Estaban muy dispersas, por lo que se temían que, como en el caso de las babosas, pudiera haber una concentración grande de ellas en algún lugar, puede que junto al jefe de planta.
También les preocupaba lo que estuvieran haciendo los seres corrompidos que esperaban fueran, que de alguna forma hubieran logrado entrar, pero eso era algo que no podían controlar. Además, ahora podían enfrentarse a la mayoría de ellos, en especial dentro de aquellos túneles, aunque, si eran muchos, sería muy peligroso. Mejor para ellas si no podían entrar.
Por si acaso, iba usando Alarma cuando encontraba algún hongo, pues quería saber si algo se acercaba, y más si eran muchos de ellos. Por desgracia, sólo podía contar con unos pocos hongos, ya que no había vuelto a encontrar plantas en la mazmorra. Sin duda, aquella especie de jardín de la primera planta era un lugar mágico, y una excepción.
Siguieron un día más explorando la mazmorra, suprimiendo unas cincuenta de aquellas arañas. Tuvieron que esperar al siguiente día, a media mañana, para Detectar numerosos rastros, uno de ellos bastante más fuerte que el resto.
–Ahí debe estar la araña jefe. Hay muchas de ellas– avisó la elfa.
–Supongo que habrá que echar un vistazo. Deberíamos poder retroceder si nos atacan, súbete si eso pasa– respondió su hermana.
Goldmi asintió. Ya lo habían hablado antes. De enfrentarse a una horda como la de las babosas, la prioridad era llegar hasta la zona de descanso y usarla como base de operaciones, para ir luego acabando con ellas poco a poco.
Llegaron a la entrada, sin rastros de otros seres alrededor, solo en la caverna que parecía haber frente a ellos, y cuyo entrada estaba cubierta de telarañas. Eran tan densas que se podían ver con claridad.
Invocó un Tornado y dejó que fuera abriendo camino poco a poco, deshaciéndose incluso de una araña con la que se encontró. Cuatro de ellas aparecieron en la entrada, y fueron inmediatamente atacadas por flechas. Solo una logró llegar al exterior, y la lince dio buena cuenta de ella.
Mientras, el Tornado seguía avanzando y limpiando la zona de la entrada, siendo disuelto al cabo de un minuto, ya que no podía permitirse gastar demasiado maná.
–No se mueven. Tampoco ha llegado ninguna de fuera– informó después de un nuevo Detección de Vida.
–¿Entramos y miramos más de cerca?– preguntó la lince, más indecisa que de costumbre.
Sabía que tantas telas de araña juntas eran peligrosas para ella, pues podían restringir su movimiento. Si eso sucedía, sería muy vulnerable.
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Regreso a Jorgaldur Tomo II: la arquera druida
FantasyCuando muere de una grave enfermedad, aún recuerda a sus amigos de un MMORPG que jugó años atrás, y a un NPC que ha permanecido en su corazón desde entonces. Pero cuando vuelve a abrir los ojos, se encuentra en la solitaria plaza que había sido el i...