Llegaron tarde. De hecho, llegaron muy tarde. Pero llegar a la hípica, dejar a los caballos duchados, con comida y tranquilamente en sus cuadras sin ninguna otra preocupación les costó una hora. Prepararse ellas mismas les costó otra hora más y el camino a recorrer era de 45 minutos.
Cuando aparecieron en la plaza del Pudad los dos chicos no tenían nada de que hablar y estaban bastante molestos. Tanto que ni siquiera se fijaron en los shorts de una o en el escote de la otra.
-Hola, chicos, perdonarnos pero es que teníamos mucho lío- saludó Paula con una mirada de disculpa y besó al que podría considerarse su novio en los labios. Se mostró algo seco, con las manos metidas en los bolsillos sin enseñar mucha efusividad al verla pero a la otra no pareció molestarle y se agarró a su brazo.
Ya habían quedado anteriormente; el lunes fueron a cenar y el martes el chico le dio una sorpresa y se presentó para ver una de las clases de los acampados mientras tonteaba con ella. Si, decididamente se podría considerar que mantenían una relación.
Carolina miró a Guillermo sonriendo con culpabilidad. Estaba realmente guapo. Siempre iba bastante elegante, con camisas y vaqueros y parecía que el viento no afectaba a su cabello que siempre estaba perfecto por mucho que no parara de tocárselo. Él le devolvió una mirada divertida indicando que no estaba enfadado por el retraso.
-Nah- dijo el chico sin apartar la vista de la morena-. En realidad es una venganza por lo del domingo, ¿cierto?
-Cierto- contestó la aludida tras una carcajada-, reconoce que te lo mereces.
-¿Te hizo esperar?- se sorprendió Paula señalando al muchacho.
-Pero tío...- le increpó el otro más relajado.
-Tiene excusa: había estado pensando. Se ve que le cuesta- se burló la chica morena con una sonrisa cómplice.
-Bueno, vale ya, ¿no?- fingió ofenderse el chico rascándose la nuca con una mirada vulnerable.
Carolina se dio cuenta de que hacía ese gesto siempre que se sentía avergonzado (recordaba que lo hizo cuando se conocieron) y le pareció algo adorable que le sacó una sonrisa.
-Vale, ya paramos- dijo compadeciéndose-. Bueno, ¿cúal es el plan?
-¿Qué os apetece hacer?- preguntó Guillermo mirando a ambas chicas.
-La última vez elegí yo- se quejó la menor de ellas refiriéndose al domingo anterior.
-Si, y lo hiciste fatal- afirmó su amiga-, ¡un cine!
-¡Venga! ¡Hay una de terror que me han dicho que da muchísimo miedo!- se emocionó su pareja.
-No vamos a ir al cine- afirmaron al unísono los dos que quedaban por opinar.
Acto seguido cruzaron una mirada cómplice y comenzaron a reírse recordando la broma de la anterior quedada.
-¿Por qué no?- preguntó tosco Carlos.
-Es una larga historia...- comentó el otro chico quitándole importancia con un gesto de la mano.
-Pues si no queréis ir al cine, ¿qué queréis?- preguntó Paula con gesto cansado.
Ambos se miraron preguntándose en silencio, haciendo gestos extraños con la cara para indicar que respondiera el otro mientras los otros dos los miraban incrédulos. Era una escena algo ridícula que terminó sacándoles unas carcajadas mientras los otros dos soltaban un largo suspiro exasperado.
-Podemos ir a mi casa- ofreció Carlos de repente.
-¿A tu casa?- se extrañó la chica morena mientras la otra se abalanzaba sobre su novio entusiasmada por el plan.
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La felicidad no tiene nombre.
RomancePasar el verano en un pueblo donde la media de edad pasa de los 40 años no es, ni por asomo, un buen plan para una chica de 17 años. Con lo que Carolina no contaba era que todas las vacaciones tienen sus sorpresas.