We are˖♡

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To my
-MoonMotel-


⠀⠀⠀⠀⠀⠀ Ojalá hubiera comenzado con un "había una vez...", tal vez eso habría complicado menos toda esta situación. O no. De todos modos nunca lo sabría.

No recordaba cómo llegaron hasta ese punto, y tampoco debería estar pensándolo mucho en un momento como ese. Pero nadie podía culparla, ¿acaso su mente nunca la traicionaba? Todos ellos lo sabían, en momentos así, era cuando más pequeños fragmentos volvían a ella, la hacían crecer y sonreír. El brillo en sus ojos la delataba, sin embargo ya había pasado el tiempo, ¿entonces por qué tardaba tanto?

"Fue en otoño..." Susurró y en ese instante, todos comprendieron.

Había sido en el lluvioso otoño de hace siete años, cuando las nubes se alineaban para pintar de gris el bello cielo, cuando la tempestad caía a cántaros en la ciudad y cuando una pequeña joven subía las escaleras del metro para llegar a su hogar.

Había sido en ese momento, cuando el cielo se iluminó de un espantoso relámpago y a su derecha una sombra se dejó ver; unos ojos brillando de una desconocida emoción y un cántico que persiguió su cabeza por más de tres semanas.

Una joven de rubios mechones pasó corriendo a su lado y, detrás de ella cuál animal cazador, el delgado muchacho de hebras castañas con tintes rojizos sonrió. Fue un instante, uno único, que la cautivó.

El rostro del desconocido no se le pudo borrar por el resto de la semana, y luego del mes.

La nariz respingada, la palidez de su —seguramente— tersa piel, el suave rasgado de sus ojos, el tenue aciago que sus orbes esmeraldas destellaban, y aquél lunar debajo de sus labios. Fueron mil veces, aun observando el rostro de otras personas, de modelos y cantantes, no lo podía olvidar.

Estaba cautivada, hipnotizada, de la belleza de un ser que, hasta ese entonces, nunca podría tener.

Pero el destino es un estúpido, y siempre busca la manera de unir a las personas, aunque sea a la fuerza.

Tuvieron que pasar cuatro meses antes de volver a verlo. Catorce de marzo, recordaba a la perfección: su mejor amiga tenía ese sentido para beber alcohol que casi le pisaba los talones y, en busca de un poco de tranquilidad y relajación, decidió llevarla a una discoteca escondida de la ciudad. Tal vez en ese momento no le habría gustado meterse en ese lugar —y ciertamente no lo hizo, pero se vio en la obligación de hacerlo cuando vio cómo su amiga comenzó a coquetear con un muchacho que, cabe destacar, se lo devolvía con descaro.

Beber un rato no le sentaría mal, después del estrés que la universidad y su trabajo le producían.

De todos modos, ya estando allí; con las luces del lugar, el frío aire, las escandalosas risas de las demás personas y su mejor amiga sonriéndole en grande, se quedó. Y, tal vez, nunca podría arrepentirse de hacerlo.

A media noche, cuando finalmente la morocha dejó de coquetear descaradamente con el muchacho del bar y fue a bailar, ella tomó su siguiente vaso de cerveza, la más fuerte que tenían. En ese momento, entre los efectos del alcohol y el poco interés de estar ahí, vio a un muchacho de porte distinguido –y coqueto a la vez- acercándose hacia la barra; y luego de unos minutos finalmente lo pudo reconocer. Era él.

Con sus castaños mechones y una suave pero reluciente capa de sudor en su cuello –y parte de su cuello- el muchacho que se había colado en su cabeza con tan solo unos segundos de verle, se hacía relumbrar entre la multitud. Como si el mundo se detuviera para él, y la luz cambiara a un rojizo enfermizo con cada paso que daba hasta estar en frente de la muchacha desconocida. Una sonrisa distraída tiraba de sus labios, y el sombrero que llevaba dejaba ver poco más que el destello esmeralda de sus ojos.

We always went.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora