Mientras Xavier y su grupo se la pasaban en grande, Daniel, en su soledad, solo se la pasaba bien. Seguía intentando entonar perfectamente su melodía.
—Soy la pregunta del millón, siempre la interrogación... —Cantaba con un tono algo agudo y un poco rasposo, dándole su toque único en los tonos altos— No respondas que sí, porque sí —Continúo.
No había parte de esa canción que no lo identificará, pues estaba creada por los sentimientos más profundos e intensos relacionados a su libertad. El ukelele que poseía Dan sonaba tranquilamente, con acordes de arriba a abajo, siguiendo un patrón de armonía bastante satisfactorio.
—¿Y qué? ¿Qué podrías tú decir? Si yo no te voy a oír —Era más que obvio a quien se dirigía esa parte. Si su madre escuchará en específico esa parte, e identificará para quien era la indirecta, tal vez diría algo como "Ay Daniel, tu siempre tan terco" y pues sí, era un necio, y no se arrepentía de nada, al final eso era herencia.— No me entiendes, yo nunca seré lo que esperas de mí —Su padre seguiría soñando si esperaba que se quedara igual toda la vida, su vida de hecho, era mejor que eso, sabía que podía serlo... O al menos soñaba con serlo, de vez en cuando.
Estaba tan encerrado en su mundo que no se percató de una segunda presencia que había invadido la habitación, y no era muy deseada. No fue sino hasta que escuchó una respiración fría en su espalda que decidió voltear con miedo su vista para, como él lo temía, encontrarse con el robusto e imponente cuerpo de su padre.
No sabía qué hacer, era demasiado tarde para esconder el instrumento en sus manos, era tarde para fingir que no le encantaba cantar, era tarde para cualquier tipo de reacción, demasiado tarde.
Lo único que se sintió capaz de hacer fue abrazar su ukulele con fuerza mientras se encorvaba y alzaba sus hombros, haciendo una mueca de desesperación... Estaba acabado.
— Daniel Manjarrez, se supone que estabas practicando —La voz de su padre era áspera e indiferente.
— Eso es lo estaba haciendo... Solo que no con el piano —A diferencia de la del dueño de la casa, Daniel era un manojo de nervios.
— ¿Qué haces con esa cosa? —Interrogó él hombre canoso y castaño al menor, con robustez y un enojo bastante obvio.
— Es un ukulele —Daniel frunció el ceño mientras aún reclamaba, cosa que enojó a su progenitor.
—Se lo que es Daniel, lo que quiero saber es ¿Por qué estás usándolo? —
—...— Se silenció pensando en el que hacer, ya no era posible escapar del problema, ahora debía actuar, y solo conocía una forma de hacerlo, pedir perdón y entregarle el instrumento a su padre... O no... Esta vez dentro de su cabeza surgía algo más allá de eso, una idea rebelde y vulgar según sus estándares, pero que en la desesperación se vió como una realidad, no podía seguir ocultando lo que quería, no podía seguir fingiendo ser alguien que no era.
—Daniel, respóndeme. —
Las palabras no salieron, sus dudas estaban ahí y lo paralizaron por momentos, sin embargo, esta vez su fuerza de voluntad fue un poco más fuerte, y su acto comenzó.
Acordes lentos, dos arriba, uno abajo. Todo el conjunto lleno de furia, de dolor, de odio. Sabía que estaba cayendo bajo al retar así a su padre, no tenía el por qué hacerlo, si él confiaba en sí mismo, pero también quería demostrarle que era digno, digno de respeto.
— This is gospel for the fallen ones. Locked away in permanent slumber —Empezó cantando lo primero que salía de su mente al recordar una canción vieja a la que no puso mucho empeño. Daniel sabía ingles por que su padre lo había obligado a aprender, aunque no fuera algo que le molestara— Assembling their philosophies, From pieces of broken memories —Continuo con una voz aún temblorosa.
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The rebels fest- L'étoile de la liberté
Teen FictionCuando una sociedad colapsa, sigue el renacimiento, donde son los rebeldes los que tienen sus oportunidades doradas, donde la riqueza cultural salva a mas gente que la monetaria, y donde venirse abajo es un escalón hacía arriba, la muerte y la vida...