Quiero que sepas que no te odio, ni te desprecio, porque con tus palabras y tu alma soñadora me hiciste emprender un vuelo, sin embargo, fue un viaje del que tú nunca quisiste hacer parte.
Porque sin buscar en ti encontré algo que quería y que al mismo tiempo nunca podría tener, desde un principio lo supe, pero me mantuve firme con la esperanza de que algún día sucediese algo tan maravilloso que te dieran ganas de permanecer aquí, pero siendo realista eso nunca pasó.
En estos momentos me pido perdón a mí misma, por permitirte entrar en mí (aunque ese nunca fue tu propósito), por bajar la guardia y haber creído en ti. A la fecha aún no sé si tus palabras fueron sinceras o sólo hacían parte de la emoción que predominaba mientras te encontrabas al otro lado del teléfono o luego de verme, no sé si perdí el tiempo o si lo supe usar, aún no lo entiendo.
Me perdono por haber mezclado una pizca de sentimiento con la casualidad que representaba tu presencia, porque nunca supe si pensabas más allá, nunca supe cómo me veías y será una duda que jamás se resolverá.
Me perdono por interesarme en un alma egoísta en la cual guardaba una ilusión de derretir con detalles ese enorme muro de contención que le protegía, pero mis herramientas nunca dieron abasto y el permiso de demolición tampoco me fue otorgado.
Me perdono por todas aquellas veces que me cuestionaba día y noche si sería suficiente para ti, por aquellas veces que llegué a sentirme menos intelectual, por no sentirme lo suficientemente bonita para merecer caminar a tu lado, por intentar hacer hasta lo imposible para que te quedaras aun sabiendo que no era algo que querías. Lo que nunca supe (hasta ahora) es que resultas mucho más fugaz que una estrella, aunque después de todo no eras más que simple escarcha, y que tu presencia tenía una fecha de caducidad muy corta.
Me perdono porque quise darte todo lo mejor que habita en mí y aunque no lo hice, me siento satisfecha y no permito que la frustración me arrope. Todo eso estará aquí dispuesto para ti cuando lo quieras o lo necesites, solo debes tener en cuenta que la oferta es limitada, no sé por cuánto tiempo y espero que cuando quieras reclamarla ya no sea demasiado tarde.
Simplemente me perdono porque intenté significar más de lo que realmente podría llegar a ser o más de lo que realmente podías soportar.
A ti te perdono porque sé que no tienes idea de cómo me siento o del vacío que ocasionaste, junto con la ruptura de todas las ilusiones que poco a poco formaste con las palabras que alguna vez expresaste y que utilicé para construir un cohete con el cual hasta el espacio llegué.
El mismo cohete que día a día sin combustible se fue quedando porque a todo aquello que me acostumbraste poco a poco fue desapareciendo, los mensajes, las llamadas y todos los proyectos en los que me integrabas. Empecé a quedar a la derivada y siempre me preguntaba "¿por qué?" hasta que un día tus mismas palabras me dieron la respuesta y me hicieron caer en picada para luego estrellarme fuertemente contra una realidad gastada y un "adiós" que nunca se pronunció, pero que se encontraba implícito, fue entonces allí que mi tiempo se rompió en dos: un antes y después de ti.
Desde un principio supe que estabas rodeado de indiferencia y falsedad (primero expresado por ti y luego corroborado con el pasar de los días), que generaban en ti aquella incapacidad de reconocer la autenticidad y la sinceridad que alguien podría ofrecerte. Entonces me di a la tarea de demostrarte que podía ser diferente, que podrías confiar en alguien, porque yo no pretendía fallarte, sin antes preguntarte si era algo que te gustaría. Discúlpame por aquella enorme falencia mía.
El entorno nos hace ciegos, sordos y mudos, pero también depende de nosotros si interiorizamos todo o nos mantenemos puros en el fondo, y así eras tú, una viva imagen del contexto donde vivías lleno de hipocresía y complacencia, donde intentabas tener a todos felices, menos a mí. Donde hacías hasta lo imposible por cumplir las necesidades de los demás y cuando fui yo, quién menos te exigí, no moviste ni un dedo por verme feliz, cuando lo único que en esos momentos pedí fue sentarme una toda una tarde junto a ti.
Contigo me sentí protegida, aunque nunca me hubieses ofrecido tal cosa. Me acostumbré a escuchar noche a noche tu voz, los miles de apodos que pudiste extraer de mi nombre, tus ideas, tus locuras y tus imitaciones de artistas que podrían ganar cualquier concurso; los ensayos de entrevistas y aquellas charlas sobre política que pensé no tener jamás. Sí, tuve en cuenta todas aquellas pequeñas cosas que comprendían tu ser, aunque pareciese que no, porque eres lo más cercano a un gurú, conoces de todo un poco y para todo encuentras una solución.
Te admiraba, por lo que eres y porque al parecer me enseñaste esa parte de ti que pocos conocen: quién eres más allá de tus fachadas y tus intentos por ser una fortaleza impenetrable. Aquel hombre solitario que lucha por ser grande, a quien le sobran admiradores y le faltan personas reales que le ayuden a crecer y corregir sus falencias, aunque él ya las sepa. Gracias por permitirme entrar en ti, aunque fuese solo un pequeño vistazo. No pudiste enseñarme de más porque lo nuestro solo fue algo carnal y sin pesar, caí en un lío emocional que poco a poco se fuiste formando, lo que no comprendo es sí en algún momento tuviste conciencia de ello, pero lo hiciste, me atrapaste y de la nada me soltaste.
¿Sabes? No puedo culparte, A pesar de todas esas cosas que siento no puedo desearte más que todo lo bueno del mundo, porque te lo mereces. Mereces que todos tus procesos y proyectos marchen a la perfección, que todo salga como esperas y que el éxito sea con lo único que puedas tropezarte.
Siempre le pediré a Dios por ti, que cuide tu camino y aleje todas las personas que quieran verte caer de tu vida, te quiero ver triunfando y ser motivo de ejemplo. Recuerda siempre rodearte de personas que aporten más en tu vida que dinero y relaciones. Aprecia las cosas pequeñas, disfruta de aquellas que te llenan y nunca las dejes ir. Sigue cantando y mira la vida con ojos de bondad, has buenas acciones por el otro y sonríele al universo, aunque tengas días no tan buenos. Sé siempre fuerte y valiente porque lo vas a necesitar. Expresa siempre lo que sientes, no te calles nada y vive día a día el presente como si no hubiese más allá. No te sientas solo, aquí estaré por siempre, dejaré abierta la puerta por si algún día necesitas con quién hablar, reírte o alguien real.
Gracias, por tanto, me perdono, te perdono y hoy, te dejo ir.
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Martes, 17 de septiembre.
Short StoryTe escribo a ti, sin revelar tu nombre, porque hubo muchas cosas que en su momento no pude sin decir, que seguramente no te esperas. Cosas que oprimen mi pecho desde el inicio de todo esto y que hoy he decidido dejar salir...