24: Flores

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"-A mi muerte, quiero que se le entregue a Degel Diamonds el presente diario. No daré explicaciones de su contenido ni tampoco dejaré otra indicación más que la ya dicha. No importa el tiempo ni la distancia, este diario debe ser entregado a su persona."

El testamento de Calvera rezaba esas palabras a mitad de documento, y ahora, luego de casi veinte años, lo tenía en sus manos. No iba a mentirse a su mismo, estaba totalmente aterrado sobre lo que podía llegar a contener a pesar de su pequeño tamaño.

Tomó aire, lo dejó salir lentamente y lo abrió.

Le sorprendió que estaba lleno de flores marchitas pegadas en sus hojas y en la parte de atrás, había una pequeña escritura descriptiva. 

En la primera página había una flor de pétalos blancos y su centro era de un, aún muy fuerte y dominante, amarillo.

"La leyenda dice que un joven Narciso se enamoró de su propio reflejo, mientras caminaba junto a un lago. No podía quitarle los ojos de encima, y permaneció allí hasta que murió y se convirtió en la flor que ahora conocemos como narciso. ¿Pero quién sabe? ¿Y si en realidad no se enamoró de su propio reflejo, sino del lago mismo? Narciso demostró sinceridad con su compañía y mirada y, en lo profundo de sus ojos, el lago vio la onda más clara y pura."

El francés sonrió ante tan bellas palabras escritas, pero su corazón se estrujó y dolió en el centro de su pecho al pasar página y ver que era lo que también acompañaba a esa flor y texto.

No recordaba de cuando exactamente había sido tomada esa fotografía, pero el amor que se reflejaba en el mirar tierno de Kardia era todo lo que necesitaba para medir el tiempo y ubicarse al comienzo de su relación. Seguramente había sido en la cena de celebración de aniversario de Krest y Garnet, al cual él también asistió con una invitación de la hija del matrimonio. Pero, de todas maneras, sea cual fuere la situación en la que esa imagen fuera capturada, comprendía porque justamente la ponía a la par de una flor de narciso y esa descripción. Kardia había encontrado belleza verdadera en el ser de Degel, había descubierto amor real en su corazón y pacificad en su alma. El griego mayor había encontrado a un compañero sentimental y de más allá de la vida, en la compañía de aquel francés. 

Calvera veía a Degel como el lago en el que Kardia pudo convertirse en un narciso, y así crecer como tanto deseaba, o sea, al lado de lo que más confort y paz le proporcionaba.

Ahogó un sollozo lleno de dolor al darse cuenta de que Calvera guardaba muchos recuerdos de esa relación y con mucho más detalle de lo que ellos mismos lo hacían. Giró nuevamente la página y se encontró con una pequeña flor violeta oscura, con sus pétalos desquebrajados por el tiempo, pero aún se conservaba bonita.

"Adonis, un hermoso adolescente, tenía un aspecto exquisito que no se comparaba con el de ningún hombre, incluso la diosa del amor y la belleza se enamoró de él. Su amor generó la envidia del dios de la guerra, quien conspiró para matar a Adonis. Triste por su muerte, la diosa del amor hizo brotar una flor de la sangre de Adonis, la cual ahora se conoce como la anémona. Con el corazón roto, la diosa del amor maldijo el amor para que siempre estuviera repleto de sospechas, temor y dolor."

Y una nueva foto se encontraba pegada detrás de esas palabras, esta vez si la podía distinguir como esa cena de aniversario, pero en ella se veía a los Mettaxas Mikaelis con su pequeño, sonriendo felices, mientras que al fondo, Degel estaba sentado con su niño en su regazo, dormido, pero su propio mirar era derrotado y hasta un tanto deprimido.

"No lo volveré a permitir" Rezaba debajo de esa imagen fotográfica. 

-Permitiste todo siempre... No tenías porque reprocharte nada.- Se dijo a si mismo mientras volvía a dar vuelta las hojas. 

Fictober KardGelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora