un pasillo largo y ruidoso

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Hoy me siento en el mismo sofá de siempre, donde los recuerdos
inundan de nuevo mi mente y vuelvo a recordar ese pasillo oscuro y eterno donde empezó todo. Un hospital y un recorrido frecuente contigo, me da pánico solo pensarlo, hemos enfrentado
adversidades que solo tú y yo sabemos, hemos pasado momentos difíciles y duros en los que solo me he encomendado a Dios y he pedido tanto por ti.

Recuerdo esas cuatro paredes de ese pasillo en las que solo las iluminaban un bombillo, acompañadas por camillas y personal médico donde se podía sentir esa brisa fría y cruel de los lamentos que se escuchaban como ecos retumbar en las esquinas de aquella sala, quejidos de dolor y desesperación que pedían a
gritos ser atendidos.

Un pasillo largo y eterno donde tú te encontrabas ahí, sentado en esa silla, pálido, frio, con tus ojos enrojecidos de llorar y tu corazón  latiendo a mil, no decías nada, pero a la vista saltaba tu tristeza, podía ver tu desespero y ese dolor que te descontrolaba y te
derrumbaba poco a poco.

No parabas de mirar hacia todos los lados y veía tu asombro y a la vez tu cara de nervios a ver a esas personas caminar de un lado a otro y escuchar su llanto, pasaban las horas y nosotros ahí
esperando en aquel pasillo largo y eterno, recuerdo que me abrazaste tan fuerte que pude sentir ese pequeño corazón latir
cada vez más rápido, sentí que apenas podía respirar, me quebré en llantón e intenté retomar las fuerzas para seguir ahí de pie juntoa ti. Pero después de ese momento silencioso, juntos suspiramos y seguimos abrazados esperando que todo terminara pronto.

Tres horas después, fuimos calmándonos poco a poco y empecé a ver en ti esa pequeña sonrisa, sentí que ya la tormenta estaba pasando y que ya estabas mejor, tu rostro lo decía todo, tras esa larga espera habías tenido un notable alivio a tu dolor. no te imaginas la sensación que sentí en ese momento, el alma me
volvió al cuerpo verte, así como siempre has estado feliz y trasmitiéndome esa calma y esa confianza que necesito tanto en circunstancias como esta.

En estos momentos es donde he aprendido más a ser fuerte y a tener paciencia, a darme cuenta que tu no me necesitas a mí, si no yo a ti para poder seguir Avanzando no solo personalmente si no emocionalmente y poder disfrutar las enormes bendiciones que Dios nos regala día a día como por ejemplo seguir disfrutando de ese gran privilegio de ser tu madre, un don que cualquier
madre puede tener, pero muy pocas poder llegar a sentirlo así de fuerte e intenso es ese amor por sus hijos.

Pensando En Voz AltaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora