Cetros, Varitas, Espadas... y Balas.

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De cómo el intrincado tablero se completa para la contienda de la década.

Siendo verano, y a pesar de que la temperatura de Inglaterra era generalmente baja, ese día era bastante agradable. Al dirigía la comitiva, como siempre, amparado en el desafío a una orden como casi toda esa generación acostumbraba. El destino: la pequeña casa al final del inmenso jardín de La Madriguera, lugar que, por cierto, era normalmente invisible a ojo mortal.

—A diferencia de la tía Hermione, papá no es tan paranóico y no pone tantas protecciones a las cosas, el aparato está por aquí... —Dijo reflexivo mientras apuntaba aleatoriamente con su varita y su mano libre entre los árboles del límite del prado—. ¡Te tengo! ¡Revelio!
—¡Genial! —Exclamaron Meilin y Tomoyo al ver un destartalado cobertizo aparecer sobre el césped.
—Tenemos que buscarlo porque el condenado cobertizo cambia de lugar cada que desaparece. —Explicó Scorpius, acercándose a la puerta.
—Mi familia en Hong Kong está habituada a la magia, pero aquí realmente la usan para todo. —Dijo Meilin animada, pasando a un lado de Al y acariciando su hombro mientras entraba al lugar, sacándole una sonrisa tímida que ella correspondió con una no tan discreta.

El trío de La Madriguera guió a las squib de Asia en ese almacén, y como sucedía con prácticamente cualquier obra de arquitectura mágica, el lugar era mucho más grande por dentro que por fuera. Entre el montón de cosas almacenadas, muchas de ellas con la apariencia de haber estado ahí por décadas o hasta siglos, en una de las mesas de trabajo un objeto era cubierto por una gran manta blanca prácticamente libre de polvo, lo que evidenciaba que era nueva en el lugar.
Tomoyo, entusiasta, se acercó hasta el objeto y de un tirón retiró su cobertura.
Un enorme y moderno aparato estaba ahí, el mismo que Harry había recuperado días atrás del Ministerio.

—Este si que es un enorme clone, ¿verdad? —Preguntó Rose, cruzando los brazos y viendo el artilugio con suficiencia, ante el escrutinio de Tomoyo.
—Drone. —Corrigió ella sin dejar de ver el aparato con fascinación—. Y ciertamente es enorme... me pregunto qué tantas funciones tendrá...
—Y obviamente tú puedes averiguarlo, ¿no? —Inquirió Rose, un poco irritada al no estar acostumbrada a ser corregida.
—Algo de experiencia tengo. —Tomoyo puso la sonrisa más encantadora al decir eso, mientras sacaba de su bolso una laptop y un juego de herramientas—. Industrias Daidoji tiene una rama completa dedicada a la tecnología, de hecho, no me sorprendería que esta máquina tuviera piezas fabricadas por nosotros.
—Hay un botón de encendido aquí. —Dijo Meilin desde el lado opuesto de la mesa—. ¿Lo oprimo?
—No. —Tomoyo se puso seria—. El aparato debe haberse apagado cuando el señor Potter lo hechizó, seguramente tendrá protocolos de recuperación de datos y un GPS, no creo que sea buena idea decirle a su dueño donde está. —Sus ojos resplandecieron, repletos de interés—. Primero lo abriré para desconectar su antena, luego veremos si puedo entrar a su sistema operativo desde mi laptop.

Todos los que escucharon se miraron confundidos entre ellos, viendo a la chica separar un puñado de destornilladores con las formas más extrañas.

—De... de acuerdo, tú has eso mientras nosotros vigilamos... —Agregó Rose, un poco contrariada al no ser la más lista de la habitación por primera vez.
—Esto será rápido... —Tomoyo, después de dar una vuelta completa al enorme gadget, encontró una escotilla—. Si el sentido común asistió a la fabricación de este aparato, las antenas satelitales, de Wi-Fi y Bluetooth deben estar aquí, junto con las extensiones hacia la tarjeta madre... —se inclinó, poniendo una herramienta sobre el lugar y manipulándola mientras sacaba su pequeña lengua con un gesto repleto de concentración, que seguramente habría fundido los circuitos de Eriol y Kurogane por igual.
—Me pregunto qué clase de Magia utilizará esta cosa para volar... —Susurró Al a Meilin.
—La magia es ciencia que aún no comprendemos. —Citó Tomoyo a Clarke, haciendo que Meilin sintiera un enorme y orgulloso deseo de anunciar a los cuatro vientos que era su amiga.

Odisea de los Amantes de OrienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora