CAPÍTULO 68

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Mientras caminábamos, habiendo dejado atrás a la familia y amigos, me sentía parada en un estado de inmovilidad absoluta, mi piel pálida y mis piernas temblando con cada paso que daba. La presencia de la mujer que me había dado la vida, junto con la carga emocional que Víctor había dejado, me hacía sentir como si estuviera flotando fuera de mi cuerpo. Mi respiración se aceleraba, y mi cuerpo comenzaba a hiperventilar. Cada intento de sonreír a los presentes era forzado, y mi mente rogaba por escapar a otro lugar, mientras mi corazón parecía finalmente en silencio, en una rara sincronización con mi cerebro.

Llegamos a la recepción, un espacio espléndidamente decorado gracias a la familia Britt.

Mariana, siempre atenta a los detalles, nos indicó que antes de entrar a la celebración, debíamos hacer una sesión de fotos. El fotógrafo y sus asistentes estaban listos para capturar cada momento, y Azael, con su sonrisa contagiosa, parecía más relajado que nunca. Yo, en cambio, sentía que mi sangre se acumulaba en mis talones, y mi mente estaba en un torbellino de pensamientos inquietantes, especialmente en relación a Víctor y mi madre.

- Señores Britt, mis felicitaciones. Se ven divinos – dijo el fotógrafo mientras ajustaba su cámara. – ¡Perfectos! ¡Divinos! Ahora, mírense a los ojos y Antonelli, colócale la mano en su pecho mostrando su anillo de casada.

Azael, siempre atento, seguía las instrucciones sin perder su sonrisa. Las fotos continuaron durante media hora, y aunque estaba distraída por el ajetreo, no pude evitar que la presión en mi cabeza aumentara. El malestar y la confusión eran palpables, y me preguntaba si este maldito circo, obra de Víctor y mi madre, tendría algún sentido.

Finalmente, el fotógrafo se despidió. – Muchas gracias por ser parte de este momento, señores. Las fotos les serán enviadas mañana. ¡Disfruten!

Azael asintió con una sonrisa que restaba importancia a la situación, mientras yo intentaba controlar mi risa nerviosa. Mariana, observando la escena, nos avisó que era momento de un cambio de vestuario, algo más cómodo para la recepción.

Necesitaba hablar con Lisbeth; me sentía como si estuviera en medio de un sueño que se había convertido en realidad. Todo estaba maravillosamente organizado, con Mariana actuando como la maestra de ceremonias, mientras yo seguía sus indicaciones para asegurarme de que todo saliera bien desde los lugares hasta las presentaciones, con una habilidad excepcional.

Azael tomó mi mano, que todavía lucía el anillo de matrimonio, y me llevó a la pista de baile. Me envolvió con sus brazos alrededor de mi cintura, acercándome a él de una manera que recordaba al icónico baile de "La Bella y la Bestia". No habíamos ensayado ningún baile moderno; simplemente nos dejamos llevar por la música lenta elegida por Mariana.

Nuestros movimientos eran naturales, sincronizados, como si hubiéramos bailado juntos durante toda nuestra vida. Mientras danzábamos, los padres de Azael y algunos invitados de alta sociedad se nos unieron en la pista. Miré hacia arriba, encontrando consuelo en sus ojos que, durante los últimos meses, habían cautivado mi corazón. La sonrisa de Azael me ofreció una seguridad que parecía hacer desaparecer todas mis inquietudes.

Cuando la música terminó, los invitados comenzaron a dispersarse y regresar a sus asientos. Azael se colocó en el centro, mientras el presentador le entregaba un micrófono. Mi curiosidad creció al ver qué iba a decir.

- Buenas noches, familia, socios y amigos. Estamos muy felices de que estén con nosotros esta noche para celebrar con Janine y conmigo. Hemos estado esperando este momento desde que comenzó el año, y agradecemos profundamente a cada uno de ustedes por dejar de lado sus ocupaciones para estar aquí celebrando nuestro nuevo camino. Espero que disfruten de la noche. Muchas gracias – dijo Azael, mientras una ovación de aplausos llenaba la sala.

Le sonreí sin poder encontrar las palabras adecuadas. Me sentía confundida sobre si estaba haciendo bien o mal al aparentar esta felicidad.

Quería que mis pensamientos se desvanecieran. Era una "boda real", me repetía para tranquilizarme. Las dudas no se disiparon del todo, pero intenté mantener la compostura.

Las chicas se abalanzaron sobre mí en un abrazo colectivo, felicitándome con entusiasmo. Sonreí mientras los fotógrafos se colocaban en frente para capturar el momento. Las cámaras parpadeaban, y las chicas posaban para las fotos junto a Azael, sus padres, y hasta con mi antiguo jefe.

De repente, una voz familiar y animada grita a mi oído.

– ¡No Lo Puedo Creer! ¡Eres Janine! ¡Si Existes!

Me tensé por un momento, pero le devolví el abrazo. La pelirroja que me abrazaba era Paula, la mejor amiga de Azael desde la infancia según los comentario de Azael de hace unos dias. La sonrisa en su rostro era contagiosa.

- Así parece – respondí con una risa nerviosa mientras ella se alejaba.

- Discúlpala, siempre es así de entusiasta – sonrió Azael, tomando mi cintura nuevamente.

- Mi nombre es Paula, soy la mejor amiga de este idiota desde que tenemos 4 años – dijo, extendiéndome la mano.

Tomé su mano por educación, sintiéndome un poco cohibida.

- Janine Dávila – dije, intentando mantener la calma.

- Lo sé, Azael me ha hablado mucho de ti – me sonrió maliciosa, mirando a Azael que se aclaraba la garganta, haciendo un gesto para apartarse.

- Cállate, Paula. Mira, Gustavo está con mis padres. Ve a saludarlo – sonrió Azael.

- Está bien, los dejo. Creo que tendremos mucho tiempo para contarte sus secretos – se río, añadió antes de retirarse – Iré a buscar a mi marido. Fue un placer conocerte, Janine.

- El gusto es mío – respondí con una sonrisa mientras ella se alejaba, y la música comenzaba a aumentar nuevamente.

La fiesta avanzaba con un ritmo animado, y la pista de baile se llenaba de gente moviéndose al compás de la música. Azael y yo nos dejamos llevar por el ambiente festivo, disfrutando del momento mientras nuestros amigos y familiares se mezclaban y celebraban.

Las charlas y risas llenaban el salón, creando un ambiente cálido y alegre. Las mesas estaban adornadas con elegantes arreglos florales y candelabros que reflejaban una luz suave y romántica. Cada rincón estaba decorado con esmero, desde las cortinas de terciopelo hasta las alfombras que cubrían el suelo.

Mariana se acercó a nosotros con una sonrisa radiante, llevando una bandeja con copas de champán.

- ¡Brindemos por los recién casados! – exclamó, alzando su copa.

Todos levantaron sus copas y brindaron con entusiasmo, el sonido de las copas chocando llenó el aire mientras las felicitaciones continuaban. Azael y yo compartimos un brindis especial, mirando a los ojos del otro con una mezcla de amor y nerviosismo.

- Espero que todo esté siendo como lo imaginabas – dijo Azael, inclinándose hacia mí mientras tomábamos un sorbo de champán.

- Más o menos – respondí, sonriendo. – Aunque, sinceramente, no sabía qué esperar. Todo ha sido tan abrumador.

Lo sé, pero estamos juntos en esto – dijo, dándome un suave beso en la mejilla - Vamos a disfrutar de esta noche.

Sálvame: El cambio que hace el amor verdadero a alguien con corazon de HierroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora