Primera y última.

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Estoy en mi habitación, con las cobijas por encima de mi cabeza. Aspiro el olor a detergente y a suavizante que conozco y me frustra. Trato de borrarme el aroma a champú que tu cabello siempre desprendía, sobre todo cuando te deshacías la coleta, casi como una explosión. Pero es imposible. Por que lo único que me viene a la cabeza es que las sábanas no huelen como tú. Y entonces todo empieza de nuevo.

Cuando me levanto por las mañanas, me miro al espejo, miro los ojos, la nariz y los labios de mi reflejo, atontado aún por el sueño, y se rebobina en mi cabeza la primera vez que mis labios y, vergonzosamente, mi nariz, chocaron con los tuyos. La primera y la última vez.

El recuerdo sigue vívido en mi mente. Estabas nerviosa, ¿Por qué? Al principio dudé, me acerqué lento, debo admitir que también estaba nervioso.

¿Por qué?

Solo froté mi nariz con la tuya. Fue suficiente para que entendieras lo que estaba haciendo. Y lo hiciste.

Levantaste la cara lentamente, aspirábamos nuestras propias respiraciones, nos faltaba el aire y ni si quiera nos habíamos tocado.

Fue solo un choque de labios, al principio. Bastó uno más profundizar el asunto, te sentías nueva en esto, tímida, inexperta. Algo debí hacer bien, por que me mordiste el labio, lentamente. No fue por accidente, sin lugar a dudas.

Cuando sentías que se te iba de las manos, te alejabas, entonces yo volvía a acercarme, y volvíamos a empezar.

Trato de repetirlo, de hacer exactamente lo mismo, pero nadie reacciona como tu, nadie me quita la respiración antes de lo esperado, por que nadie es como tu.

Nadie me ignoraría después de lo que sentimos. ¿O fui solo yo?

Pero tu no eres nadie. Y eso me consta.

Caminas, hablas, ríes, les sonríes a todos con esa boca que comienzo a alucinar. Sonríes en todas menos en mi dirección.

¿Por qué? Ahora el que se siente inseguro soy yo. Empiezo a imaginar miles de escenarios y razones por las que pasas de mi.

¿Hice algo mal? ¿Fui muy rápido? ¿Te asusté? ¿Tan malo fue?

-Ella se lo pierde, amigo- Eso dicen, pero el único que se está perdiendo algo soy yo. Me estoy perdiendo de ti.

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Te miro de reojo, observo los pequeños rizos que se hacen en tu nuca cuando te recojes el cabello, cuando estás cerca quiero aspirar todo el aire que te rodea, robo sonrisas que le diriges a los demás y las guardo en mi memoria.

Mira en lo que me has convertido, en este cursi y pervertido acosador.

Pero me da igual, por que es la única forma en la que siento que aún te tengo conmigo.

Y entonces sucedió.

Fue un instante, un pequeño momento, en el que volteaste, hacia donde yo estaba, y levantaste solo una comisura de la boca.

Sin dejar de mirarme.

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