El secreto de Madeleine

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 El secreto de Madeleine. Copyright by Camila Winter. Todos los derechos reservados. Prohibida su reproducción total o parcial sin el consentimiento de su autora.

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                                             El Secreto de Madeleine

                                                      Camila Winter

        Prólogo. La familia d'Court

      Hay familias muy soberbias en Francia, tan orgullosas de su abolengo que conservan no solo leyendas de sus caballeros y damas más notables, manuscritos editados en la actualidad por la editorial del distinguido barón de Marais, joyas guardadas en un cofre secreto, y otras cosas que conservan la belleza y la esencia de un linaje casi extinguido. Hermosos cuadros, tapices, jarrones y objetos de cara orfebrería de antaño, pero también esas cosas que de no haber pertenecido a D’Court habrían sido puestas en el basurero más próximo, me refiero a esos arcones y sillones apolillados, escabeles incapaces de soportar el peso de un gusano, puertas comidas incipientemente por las  termitas y un montón de libros vetustos que provocaba la inevitable alergia del actual conde, ya anciano. 

   Todos esos objetos habitaban el castillo blanco de Provenza y habían escapado casi intactos a la época más oscura y bárbara de Francia, y ahora era el momento de que su heredero tomara posesión de ellas.

   Pero el anciano conde Louis Armand D’Court: un hombre de cabello blanco y expresión cansada y distante, se preguntaba cual sería el destino de su casa con solo un nieto vivo y muchas sobrinas, ahijadas y sobrinas nietas mujeres, solteras, mal casadas o viudas... OH, sentía pavor de que invadieran el castillo y se pusieran a revolver todo como ruidosas gallinas. Era como si pudiera verlas, y la visión fuera tan aterradora que temiera sufrir un sincope allí mismo.

   Un solo barón entre tantas mujeres podría haberse echado a perder, sin embargo, Henri se mantenía apartado de esas tías dominantes que vivían en el castillo: Anne y Henriette y tenía una personalidad sólida y  levemente misántropa.  Él era la esperanza, su heredero y era tiempo de buscarle una esposa adecuada. 

   Puesto que él no se preocupaba demasiado en el asunto, luego de que la enfermiza Charlotte; su prometida desde la cuna, había muerto tuberculosa a los doce años… Ambos habían compartido juegos durante la infancia, y como en otros tiempos sabían que se casarían cuando tuvieran la edad apropiada. La muerte inesperada y prematura de la joven echó por tierra los planes casamenteros del abuelo. Y durante muchos años Henri nada quiso saber del asunto. Pero demasiado tiempo había pasado ya...

   Un golpe en la puerta le distrajo de sus cavilaciones. Era  su leal sirviente Raoul con una bandeja de humeante té y bollos recién horneados.

  Hacía tiempo que merendaba en la biblioteca mientras leía sus antiguos libros.

    — Monsieur le Compte.— Raoul se aclaró la garganta con expresión de incomodidad.

   El anciano conde le miró con expresión alerta. Sabía lo que significaba ese carraspeo. Visitas no deseadas ni esperadas. O esos parientes pobres del norte o sus acreedores para alertarle sobre sus tristes finanzas.  OH, las conversaciones con estos  hombres cuya única obsesión eran los números y el álgebra, le sacaban de quicio. Jamás había entendido las desordenadas anotaciones de su administrador, ni las complicadas sumas finales. 

—Monsieur Anselme Delaire le espera en la salita.— anunció el mayordomo.

—¿Y quién es ese hombre? Jamás le oí nombrar.

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⏰ Última actualización: Oct 13, 2012 ⏰

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