Capítulo [ 21 ]

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Rebecca...

Genaro me está llamando y no entiendo con exactitud qué está pasando. Mi corazón palpita como loco. Siento que me moriré aquí mismo por culpa de la ansiedad. ¿Cuál es la noticia que tanto desea contarme? Cuando veo su nombre en la pantalla, mi corazón da un vuelco y mis nervios se acumulan en mi estómago. Deslizo el dedo por el icono verde para atender el llamado y escucho su voz varonil del otro lado, retumbando. ¿Dónde está?

No sabes cuánta felicidad siento, Rebecca—se lo escucha entusiasmado. Demasiado de hecho.

Sonrió acoplándome a su emoción.

—Me sorprende que quieras contarme por llamado. ¿A qué se debe tanta felicidad?

Lo escucho soltar un fuerte suspiro, como si quisiera quitarse un peso de encima, aunque creo que es más por la emoción que por otra cosa. Me pregunto por qué está tan ansioso, hasta que logra decirme las primeras palabras, que me bastan para que entre en un momento eufórico en cuestión de segundos.

—Tengo posibilidad de publicar una de mis novelas.

Intento respirar. Creo que se me fue el aire por unos segundos. Respiro hondo y lo expulso con ganas. De verdad quiero gritar a los cuatro vientos. En su lugar, me siento en donde pueda y me relajo, son dejar de sonreír como una pelotuda. Es que bueno, me siento terriblemente feliz por él, sobretodo porque lo merece en serio.

—¡Ah! ¡No puedo creerlo! ¡¿De verdad?! ¡¿No me estás jodiendo?!

Claro que no estoy de coña, joder—su voz la siento crispada. Se debe a la conmoción, sin duda—. Pero escucha una cosa, Rebecca—lo escucho—. Mi cuñada se llevará a mi sobrina a Argentina...

Un silencio. Un eterno silencio. Estoy impactada. De verdad que siento que me desmayo aquí mismo. ¿Su cuñada qué...? ¿Dónde? ¿Cómo? ¿Cuándo? Si lo que me dice es cierto, entonces ¿existe posibilidad de que...? Imposible. Sacudo mi cabeza quitando ese pensamiento de la mente. No creo que Genaro quiera visitarme a Argentina, porque ni siquiera estamos preparados para esto. Hasta para mí sería extraño. No puedo dejar de sentir mi corazón agitado. Debe ser la emoción del momento. Oh, por Dios.

—Oh, eso es impresionante—articulo algo nerviosa.

¿No te sorprende?—su pregunta me deja perpleja.

—¿A qué te referís? Claro que me sorprende, me alegro por...

Si logran contratarme en la editorial, seguro será con una de Argentina. Lo que significa que iré a Buenos Aires en algún momento del año, Rebecca. ¿Lo pillas? O debo ser más claro.

La condenada lora de...¿Qué? ¡¿Habla en serio?! ¿De verdad me visitaría en Argentina? Bueno, precisamente no vivo en Buenos Aires, pero puedo tomarme la molestia de ahorrar un pasaje y viajar. Después de todo, ¿cuántas horas son? ¿Cinco? ¿Seis? Más o menos. No es un viaje largo. Y con el dinero que gano de las mellis, podría...Podría ¿verdad? Ay, estoy empezando a ilusionarme en serio. Maldición.

Respiro hondo.

—De acuerdo—lo interrumpo—. Eso me parece el doble de genial. Ahora bien, ¿de verdad querés conocerme, Genaro?

Sí, sí quiero hacerlo. Joder, Rebecca. No tienes idea—lo escucho suspirar.

¿Cansado? ¿Por qué suspira como si el alma se le fue del cuerpo? No entiendo ni goma. No entiendo sus señales, ¿de qué me estoy perdiendo? Trago pesado. Genaro quiere conocerme. De verdad lo quiere hacer, ¿por que? Bueno, somos buenos amigos, ya llevamos unos meses conociéndonos. Es genial que podamos tener la oportunidad de conocernos en persona, pero ¿por qué me siento tan nerviosa en otro nivel? Mis mejillas están roja, mi corazón palpita como si no hubiera un mañana, y creo que incluso mis manos sudan. Oh por Dios, que alguien me explique qué me está pasando. No puede ser cierto, ¿verdad? El no...puede...gustarme.

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