9) El camino

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El corazón se me salía del pecho, mis manos temblaban, sentía cómo si mi estómago se me fuese a salir por la boca de lo revuelto qué estaba. Esa noche fue una noche larga, y no dormí bien, ya que despertaba a cada rato con leves sobresaltos, evitando qué pueda evitar cerrar los parpados, y descansar con profundidad. Algo que también me molestaba era qué cada vez que intentaba dormir, antes de dormir, llegaba a escuchar ciertas voces mencionando sólo mi nombre, pero llegaba a aterrarme, a aterrarme bastante. En un momento, luego de tantos intentos, simplemente desperté con acidez, y no pude dormir nuevamente. Aburrido desde mi cama, miraba las paredes, y veía cómo llegaban a distorsionarse, pero, no sabía si estaba enloqueciendo, o se movía por mis temblores, temblores que en aquél momento estaba sufriendo.

Solté un leve suspiro, e inmediatamente voltee hacia el otro lado con la esperanza de sentirme mejor, pero, sólo empeoró, ya que de repente mi respiración comenzó a volverse más tensa, y sentía qué el aire me faltaba. Me levanté abrumado, con mi cabeza llena de pensamientos, y con la intención de aliviar esa tensión qué recorría mi cuerpo, una tensión algo grande qué provocaba ciertos espasmos en los músculos de mis brazos; en otras palabras, sentía estar muriendo lentamente con un sufrimiento muy agonizante, y en lo único qué mi mente se concentraba, era en aquellas arañas estallando cómo si de pirotecnia se tratase, y de la mano larga con dedos escuálidos qué se asomaba por la puerta, abriéndola poco a poco. ¿Será que ese ser me persiguió hasta el pueblo? ¿Me seguirá a todos lados por donde vaya?, después de todo, yacer en la cama, no es lo mismo qué dormir, y el no dormir bien me ponía demasiado tenso, una paupérrima noche qué difícilmente olvidaría.

En la sala de estar, Jorge se encontraba dormido profundamente en el sillón, el café que se había tomado estaba en la mesa derramado, el líquido se escurría hacia el suelo. Todo este tiempo estuve intentando evitar entrar a la cocina, cerrando la puerta con trabas, y llaves. Me sentía algo agobiado, tanto qué decidí salir para quitarme el estrés un rato.

El cielo lucía un tono cobalto, qué poco a poco se iba aclarando, dejando pasar los rayos del sol, era el alba en su máximo esplendor. Era una imagen muy hermosa para recordar, así que me quedé sentado en la puerta de mi casa, mirando al cielo, cielo qué me hacía sentir una vorágine de sentimientos hermosos, cosa que pocas veces sentía, pero siempre se manifestaba a la hora de ver el paisaje.

Dentro de mi casa, se podía sentir el silencio en el ambiente, Jorge estaba en el sillón, aún dormido. En cambio yo, no podía dormir, parecía que ya había vuelto la luz, así que decidí hacerme un café, pues, la cafetera estaba en la cocina, pero, al ser el día y haber regresado la luz, ya no me preocupaba tanto entrar. En medio del proceso, Jorge ya había despertado, estaba con resaca, así que le di un vaso de agua. Cuando me senté en la mesa, se podía sentir en el ambiente, el embriagante aroma del café que me hice, mientras le daba un sorbo. Mi mirada se centraba en la de Jorge, qué estaba algo pálido y ojeroso.

-Fer, esto es un desastre- Dice el, con voz ronca. El alcohol lo estaba demacrando lentamente, estaba en una paupérrima situación.

- Jorge, ¿Por qué lo haces?, ¿Por qué te descuidas así?- Le pregunté, esperando qué no le enfade mi pregunta.

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