Pd: La historia está en borrador
Londres, Hampshire, 1833.
Seraphina Aldrich aún no podía creer que Aline se hubiera escapado con el duque de Blandes a Gretna Green sin atreverse a contarle nada; es decir, ¡eran mejores amigas!
¿Dónde quedaba su confianza?
Gruñó con enojo y nuevamente dio una patada en el suelo como si fuera una niña berrinchuda. Odiaba estar en el campo y la imprudencia de su amiga había provocado que la fiesta de esa noche se cancelara y todos se retiraran a sus aposentos lo antes posible, por lo que se encontraba condenadamente aburrida buscando algún libro que pudiera distraerla.
Su vida era tan aburrida...
Nunca había tenido una aventura amorosa y no precisamente porque no pudiera, sino porque su belleza no se ajustaba a lo que los hombres de su entorno podrían considerar admirable. Tenía sobrepeso y si bien su cara era bonita, seguía siendo redonda. Y como si fuera poco, su comportamiento era inadecuado y mal visto por muchas personas sólo porque ella decía lo que pensaba en voz alta.
Era muy injusto.
Si bien sólo tenía veintiún años, en el fondo sabía que si no hacía algo pronto moriría como una solterona y eso era algo que no quería para ella.
Siempre quiso casarse porque sentía que las mujeres casadas tenían mayor libertad que las damas solteras; se movían con mayor libertad, hacían compras con mayor libertad, se vestían con prendas mucho más hermosas que las suyas e iban a eventos sin necesidad de pedir permiso.
Esa era lo que Seraphina quería y si tenía que aceptar un matrimonio por conveniencia para obtenerlo, lo haría.
—No es común verla tan callada, milady.
Rodó los ojos con aburrimiento al escuchar la voz del hombre que repudiaba con cada fibra de su ser. Lucien Pierce, el vizconde de Portman, era el individuo más narcisista, grosero, egoísta y fascinantemente hermoso que tuvo la desdicha de conocer, dado que se creía con el derecho de criticar a las personas que carecían de belleza física.
En este caso: ella.
Como su relación con el apuesto pelinegro nunca fue la mejor, Seraphina hizo de cuenta que él no existía en aquel momento y tomó un libro al azar para huir a su alcoba. Estaba con su ropa de dormir, prendas muy impropias para encontrarse a solas con un hombre tan perverso como eso.
Aunque no era como si él fuera a tocarla.
—No sea grosera, lady Aldrich —espetó con rapidez, plantándose frente a la puerta para bloquearle el camino.
—No sea ridículo y hágase a un lado, Portman —bramó con enojo, no estaba para sus chistes pesados. No era la hora ni el momento para tener un encontronazo con él.
—Llevo una semana intentando hablar con usted —comentó con diversión, observando su atuendo de soslayo—. ¿No cree que merezco unos minutos de su tiempo? Me he esforzado para coincidir con us...
—No merece ni un segundo, así que hágame el favor y apártese.
El semblante frio y distante que siempre recibió por parte de él se dibujó en sus firmes facciones y evitó titubear por el rotundo cambio que se presentó en el ambiente, ahora la tensión era palpable y él no se veía tan amigable como hace unos segundos.
—Al menos sea lo suficientemente amable y reciba la copa de vino que serví para usted —masticó sus palabras, indicándole con un movimiento de cabeza hacia la pequeña mesa redonda de mármol.
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La prima del vizconde 4.5 (Libertinos Enamorados)
Fiksi SejarahDISPONIBLE EN AMAZON. Para toda la población londinense: los vizcondes de Portman tienen el matrimonio perfecto que se basa en el respeto y se rige por la cordialidad, lo que cualquier noble espera de una unión por conveniencia. Lo que nadie sabe...