—¿Qué harás? —Su mirada se encontró con la de Zachary, ambos sabían que no sería fácil lidiar con la anciana ahora que estaba al tanto de su secreto.
—Recibirla.
Algo de suma importancia tuvo que haberla llevado hasta allí. Si bien se suponía que debía estar en Wiltshire, la servidumbre de esa casa estaba controlada gracias a su hermano y la ayudaban a figurar entre los demás que así era, por lo que eso significaba que Victoria sólo pudo haberse enterado porque fue a buscarla hasta ese pueblo.
Se dirigió hacia el salón de visitas. Al ser una casa improvisada para ella en la parte trasera de su club, no contaba con muchos espacios para recibir visitas; es decir, los únicos que sabían de su gran secreto eran sus familiares y eran una cantidad bastante reducida de personas que con facilidad podrían entrar en su comedor, salón y recibidor.
Ingresó a la estancia donde su abuela política aguardaba por ella y no dejó que las piernas le temblaran ante su marcada silueta junto a la ventada. Como era de esperarse, llevaba un costoso vestido hecho por madame Gale que gritaba a los cuatro vientos el recato de la mujer, su color era gris y sólo conseguía darle una imagen más sombría a su perfilado rostro y cabellos blancos. En un vestido como ese, Seraphina se habría sentido asfixiada, los cuellos altos nunca fueron lo suyo.
Al percatarse que Victoria Pierce la estaba estudiando con la mirada, levantó el mentón con altanería y no se dejó amedrantar por la respetable figura que tenía en frente.
—¿Qué estás haciendo con tu vida, muchacha? —preguntó con dureza, apoyándose en su costoso bastón que portaba un gran diamante en la parte superior.
—Vivirla —respondió con una sonrisa fingida y la dama ladeó la cabeza, disconforme.
—¿Enclaustrada dentro de estas cuatro paredes?
Sus palabras la afectaron, porque ciertamente se sentía como un animal enjaulado, pero no lo exteriorizó. No estaba en condiciones de mostrarse débil y temerosa.
—Muy pronto saldré.
Si todo marchaba a la perfección, muy pronto podría dejar Londres e iniciar su anhelada aventura. Por más que ahora le gustase su trabajo, no era lo que ella quería para su futuro, Seraphina deseaba viajar, conocer gente y tener distintos amoríos.
Anhelaba con tener un encuentro amoroso, pero era consciente que si quería la anulación de su matrimonio con Lucien debía mantenerse virgen. Lo único que le quedaba era esperar que el idiota de su marido se endeudara hasta las narices para que ella pudiera extorsionarlo con una anulación a cambio de no enviarlo a la cárcel de deudores.
Aunque la segunda opción le agradaba mucho.
El narcisista de su esposo moriría sin un espejo a su alcance y en los calabozos dudaba que lo privilegiaran con uno.
—Vine a hacerle un trato, milady.
La sorpresa la golpeó con fuerza, pero se encargó de no exteriorizarlo.
—¿Ah sí? —Enarcó una ceja con un deje burlón y Victoria tomó asiento en el sillón aterciopelado.
—Quiero un bisnieto, un heredero para el vizcondado, y si usted me lo entrega, pienso ayudarla a acabar con su matrimonio con mi nieto.
La piel se le erizó. Desde pequeña le dijeron que cuando se casara tendría que concebir un heredero, pero cuando hubo sido desposada, le llegó la dura realidad de no saberse deseada por su propio esposo quien prefería saberla con otro antes que entre sus sábanas.
Fue ahí cuando supo que no quería ser madre, que no deseaba embarazarse ni cumplir el deber que desde pequeña quisiera inculcarle.
—Siento decirle que no será posible, como puede ver entre su esposo y yo existen muchos kilómetros de distancia —ironizó, haciendo referencia al hecho de que para todos ella estaba en Wiltshire.
—¿Cree que su plan de endeudar a mi nieto la ayudará a conseguir algo?
Cuadró los hombros, tensa por su pregunta. Todo indicaba que sabía sobre el plan que tenía en mente.
—¿No lo cree adecuado? —inquirió serena.
—Soy mucho más rica que su hermano, milady, puedo cubrir las deudas de mi nieto y comprar este club si lo deseo.
Consciente de que lo mejor sería bajar la guardia, Seraphina se sentó frente a la anciana dándole a entender que estaba dispuesta a negociar.
—¿Qué es lo que quiere, milady?
—Un bisnieto.
—Su nieto no va a tocarme, nunca consumamos nada y dudo que ahora sea diferente —confesó con frialdad, sorprendiendo a Victoria.
—¿Quiere decirme que la anulación sigue siendo una opción?
—Ciertamente. —Y ella quería utilizarla a su favor—. Él me dijo que podía buscarme al amante que quiera y embarazarme, que reconocería al niño.
—¿Le dijo eso? —Por alguna extraña razón, su semblante se tornó más serio de lo normal.
Asintió, comprendía su enojo, era el linaje familiar el que estaba en juego.
—Entonces tómelo como amante y haga que reconozca a un bastardo.
La sangre se le congeló y la miró con incredulidad.
—¿Cómo?
—Sé que para todos: la señorita Rosemary es la amante del conde de Ross. La hermosa pelinegra que pocas veces camina por el club del brazo de lord Ross, ¿por qué no cambiar de amante, Rosemary?
Rosemary era la identidad falsa que utilizaba para merodear por el club de vez en cuando y ciertamente todos pensaban que era la amante de Ross porque una de las condiciones de su hermano para que ella pudiera entrar al club: era haciéndolo bajo la protección del conde, quien muy amablemente se tomaba la molestia de ayudarla, pero eso no quería decir que Rosemary pudiera atraer al narcisista vizconde de Portman.
Todo en ella estaba lejos de ser del agrado del pelinegro.
—Piénselo, dañaría el ego de Portman y se saldría con la suya, dejándolo con un hijo que supuestamente no es suyo. Él tendría que cargar toda una vida con el peso de que su esposa dejó bajo su cuidado a un bastardo.
Era una venganza maravillosa, pero algo no le gustaba. Tampoco era como si quisiera que su hijo recibiera los maltratos de su propio padre porque este pensara que era un bastardo.
—Si usted hace lo que le pido, financiaré su huida y me encargaré que tenga tanto dinero como para dos vidas.
Era una oferta tentadora, pero...
—Sólo si me promete que el niño será bien cuidado y no recibirá jamás ningún abuso físico ni psicológico por parte del vizconde.
Una vez que diera a luz cedería a su hijo para evitar generar lazos sentimentales con él, dado que eso podría provocar que cambiara de parecer y se sometiera a una vida conyugal con el cretino de su esposo; no obstante, eso no quería decir que no se aseguraría de dejarlo en buenas manos.
—Es un trato.
Asintió, aún no tenía idea de cómo haría para que Lucien Portman aceptara acostarse con ella, pero si había algo que en esos últimos dos años había aprendido: era que para Seraphina Pierce no existían imposibles.
No olviden que es el borrador, podrán encontrar errores, pero espero les haya gustado 😘
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La prima del vizconde 4.5 (Libertinos Enamorados)
Historical FictionDISPONIBLE EN AMAZON. Para toda la población londinense: los vizcondes de Portman tienen el matrimonio perfecto que se basa en el respeto y se rige por la cordialidad, lo que cualquier noble espera de una unión por conveniencia. Lo que nadie sabe...