Me pueden llamar Ismael. Sé que es un nombre bíblico pero me lo pusieron por una novela de un señor enloquecido que perseguía una ballena blanca. Ismael no era ese señor. Ismael era el sobreviviente y narraba todo mucho después que es cuando narran los sobrevivientes. La novela tampoco se llama Ismael, se llama Moby Dick y es el nombre de una ballena blanca pero a mí me pareció siempre el nombre de un grupo de rock. Así le pondría a mi grupo, mi primer grupo de rock. Pero supongo que cuando comenzó todo esto yo lo que más podía ser era un sobreviviente.

Sé que hablo raro y supongo que es culpa de que leo mucho. O al revés. Tal vez porque hablo raro me puse a leer. Según mi tío Juan, leer no es tan raro y es una pena que cada vez se lea menos. Él tiene una casa llena de libros y su trabajo es leer. No conozco otra persona que trabaje leyendo. Él lee libros para una editorial, para un diario y para otra gente. Mi madre, que es su hermana, dice que habría sido un gran escritor y dice que tiene un cerro de páginas amontonadas. Yo no sé qué es ser un gran escritor. Solo hace poco empecé a escribir esto que no sé cómo se llama. Cuando me di cuenta que sobrevivía. Quizás escribir es como hablar debajo del agua. Quizás un gran escritor es como un buzo, como un barco pirata, como un submarino. Todos los que escriben son sobrevivientes de algo. Mi tío Juan me dijo algo así, alguna vez. Me acuerdo: <<Escribir es hablar debajo del agua>>. Ahora me acuerdo.

Es raro escribir y empezar a hablar de uno mismo igual que si uno se pusiera de pie delante del curso o del psicólogo y contase su vida, sin que siquiera te hagan preguntas: <<Me llamo Ismael, todo esto me pasó el año de la ballena>>.

No sé bien por qué empecé a escribir y no sé si a alguien alguna vez le mostraré estas páginas. No son un libro como los de mi tío Juan pero, de verdad, escribirlo hace mejor que ir al psicólogo. Quizás por eso haya tantos psicólogos: porque la gente lee y escribe cada vez menos.

Yo escribo para no sentir la tormenta dentro de la cabeza, el ruido de palabras agitándose como cuervos que se levantó cuando tuve que irme corriendo del dormitorio y yo desapareció hasta escribir, el estallido de la madera del barco ante el empellón de la ballena blanca atacando como solo ataca un animal herido, mi Moby Dick. La admiro, venció a todos, y por eso, yo, que me llamo Ismael, en realidad siempre estuve parte de la ballena blanca.

Es loco decirlo pero el ruido de las palabras, tan parecido al sonido del mar, te va dejando la cabeza y el corazón en silencio.

El año de la ballena Donde viven las historias. Descúbrelo ahora