Allí estaba, sentada de nuevo en el tren rápido que la llevaba a la universidad, el lugar en el que (según su madre) se convertiría en una mujer de verdad y aprendería a madurar a base de necesidad.
"Dios mío, ¿por qué a veces las madres tienen que ser tan... tan... sumamente gilipollas?" Al instante de pensar aquello se arrepintió, quería demasiado a su madre y odiaba odiarla, o insultarla, pero es que a veces esa santa mujer se lo buscaba, a gritos. Pero aun así la adoraba, era su mayor inspiración, su fuerza para levantarse cada mañana, esa mujer era increíble y ella tenía la suerte de tenerla como madre.
La señorita de la megafonía la sacó de su ensimismamiento, la siguiente parada era la suya, y la del casi 90% de los que se apretujaban en aquel tren cada día. Odiaba ese tren, le encantaba viajar en tren pero odiaba ese tren abarrotado y triste en particular.
Todas esas caras, las mismas cada día, todas esas personas con las que compartía bastantes cosas pero a las que nunca se permitiría conocer, ¿para qué, para que volviesen a hacerle daño? Oh, no, no... gracias pero no.
Ya había captado el mensaje, era innecesaria una repetición de los hechos.
Se levantó para intentar ahuyentar los malditos recuerdos que amenzaban con amargarle el día y sin querer empujó a varias personas que ya se encontraban de pie esperando su parada.
Otro empujón, "puto tren de mierda, lleno de imbéciles que no saben ni ponerse de pie sin empujar" pensó resentido, al agacharse a recoger el libro que estaba leyendo.
- Perdona, - le dijo la culpable del último empujón del día de aquel horrible tren.
Le regaló un gruñido y sin mirarla si quiera se bajó del tren en cuanto las puertas se lo permitieron, y ahora todos los borregos se dirigirían al redil para hacer como que aprendían a ser algo en la vida.
"Dios, ¡que cansado estaba de aquello!" Gritó para sus adentros.
Su dichoso padre debería haberle permitido estudiar a distancia y aquel suplicio se habría evitado, pero no, "tienes que salir de casa" decía, "tienes que conocer gente nueva" le repetía, "no tiene por qué repetirse lo que pasó" y así
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Misma parada
RomanceElla, una enamoradiza a la que habían roto el corazón. Él, un solitario que había aprendido a no confiar en nadie. ¿Aprenderán juntos a volver a creer en la bondad?