14 La columna de fuego

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De pronto, un relámpago azotó la granja, expandiendo su estruendoso sonido a lo largo de toda la colina. A lo lejos se podía escuchar a Perks y a Terks relinchar con desesperación, y a las gallinas cacarear como locas.

Una vez más, la llama que estaba en la punta de la vela volvió a extinguirse, y todo se sumió nuevamente en la oscuridad. Todos estaban muy asustados, pero aun así, no soltaron sus manos para no dejar incompleto el círculo.

Unos tres relámpagos más azotaron con brusquedad toda la colina, y a la vez se produjo un viento tan fuerte que hacía que el pelo de todo el mundo se despeinara. Entonces, todo cesó. Los relámpagos se detuvieron y la brisa se disipó.

—Ahora todos morirán—suspiró Jorlayna, y ya que no había luz en toda la casa, el grupo tuvo que conformarse con escuchar su voz provenir de la oscuridad.

Cindy miró a su alrededor muy agitadamente, pero por algún motivo, y a pesar de la circunstancia en que se encontraba, su corazón latía con mucha normalidad.

De la nada, una luz de color anaranjado oscuro iluminó el pasillo del segundo piso, y se podían oír unos débiles pasos acompañados por suaves pero tenebrosas carcajadas. Entonces, frente a esa luz anaranjada, rápidamente pasaron cuatro sombras, pero nadie pudo distinguir bien su forma. Luego todos escucharon que algo iba bajando las escaleras con lentitud.

—No—murmuró Cindy viendo hacia el final de la escalera en donde, por fin, pudo vislumbrar qué eran esas tenebrosas formas.

Eran nada menos que cuatro de sus muñecas de trapo, pero lo curioso era que se movían solas. Entonces Cindy lo supo: sus muñecas estaban siendo poseídas por Sargoi, Fulgencia, Forney y Cafandré.

—Miserables—declaró Jorlayna—les presento a mi clan.

De pronto Katie comenzó a reír, y luego exclamó:

— ¿Realmente era esto por lo que teníamos tanto miedo? Solo son unas pequeñas y débiles muñecas.

Pero ese comentario tuvo sus consecuencias. Una de las muñecas de Cindy, que era de trapo, con pelo de lana color verde, mejillas cosidas, y con un vestido de cuadrados azules, saltó bruscamente al cuello de Katie y la amenazó colocando un cuchillo muy filoso en su cuello.

—No la lastimes, engendro—ordenó Kal.

— ¿Oh qué?—respondió la muñeca.

— ¿Quién eres?—le preguntó Cindy a la muñeca.

—Yo soy Fulgencia—dijo. Y a continuación giró su cabeza hacia Anna. Acto seguido, bajo la mirada hacia su pierna. Luego añadió: — ¿Qué te pareció mi regalo de cumpleaños?

¿Regalo de cumpleaños? Cindy notó una gran perplejidad marcada en el rostro de su hermana. Aunque en realidad, lo que Fulgencia estaba diciendo no era algo coherente; ninguna de las brujas había intervenido en el cumpleaños de Anna, todo fue normal ese día. Pero luego Cindy recordó que, en la madrugada de ese mismo día, ocurrió algo, algo que obligó a su padre a llevar a Anna al centro de salud. Anna también pareció darse cuenta de lo mismo.

—Fuiste tú—inquirió Anna—tú me mandaste esa tarántula.

Fulgencia comenzó a reírse como maniática al ver el horrorizado rostro de su víctima, sin embargo, aún seguía aferrada al cuello de Katie, sujetando con fiereza el cuchillo, y ejerciendo cada vez más presión en su cuello.

El resplandor naranja que provenía del pasillo de arriba desapareció, y la casa volvió a sumirse en la oscuridad nocturna.

—Alguien, por favor, quítemela—rogaba Katie casi sin voz.

CLOOPYWhere stories live. Discover now