La cabeza yo ya la tenía rara, según mi padre, desde antes que ellos se separaran pero fue cuando ellos se gritaron en la mesa y mi hermana Claudia se levantó y le dio una bofetada a mi padre que a mí se me llenó la cabeza de ideas. No es que me pusiera a pensar cosas, sino que ya no pude dejar de sentir que había una especie de muro invisible entre lo que pasaba fuera de mi cabeza y dentro de ella. La explosión de mis padres, la energía que dejaron soltar en su partida, sus rayos de veneno, me lanzaron por fuera de la borda y quedé ajeno, extraño. Casi sin memoria. Me decía a mi mismo mi nombre pero sentí que afuera no me conocían. O yo ya no los conocía. Ni a mi padre ni a mi madre ni a mi hermana. Quizás ni a mi tío Juan, ni a mí. Me decía <<Yo soy Ismael>> y no me sonaba cierto. Palabra hueca, tonta, como una campana de palo. Por eso lo primero que puse en estás páginas fue: Me pueden llamar Ismael. Uno escribe para ser alguien, primero que todo. Yo escribo para ser Ismael.
Un psicólogo que me vio dijo que eso era como una escafandra. Yo, dentro de mi <<campo de energía>> (como le puse con mi tío que es el único que sabe de verdad lo que me pasa o casi lo sabe) pensé que ese señor con cara amable, de quiero-comprenderte o cuéntame-todo-lo-que-quieras, como los profesores jefes, las orientadoras y los curas del confesionario, era un lobotomizado. Lo pensé así, lobotomizado, pero igual le dije que tenía razón.
Los lobotomizados son para mí gente que parece que habla o parece que vive pero están muertos por dentro o vacíos. Es como una vida vegetal a medias. La tele, por ejemplo, está llena de lobotomizados. Se ríen, hacen chistes. Los adultos se juntan a conversar en los almacenes, toman té con galletas o se ríen de las mismas cosas. Mi padre ya se estaba convirtiendo en un lobotomizado. Mi madre lo hizo hace rato. Los adultos, parece que todos, tarde o temprano se convierten en eso. No son extraterrestres. No es una enfermedad. Primero son buenas costumbres, después resignación y, de pronto, ya está listo, eres lobotomizado. En una enciclopedia del tío Juan salía que a los criminales les sacaban el lóbulo del cerebro y quedaban lobotomizados. O sea, sin ideas criminales, mansos como un gomero, en realidad sin ningún tipo de ideas. Cuando ví ese dibujo pensé que todas las ideas criminales había que esconderlas. Cuando me llevaron al psicólogo casi lloré, creí que me iban a lobotomizar. Pero cuando me sonrió y puso esa cara de adulto comprensivo-con-los-jóvenes supe que el lobotomizado era él.
Una vez el lobotomizado ése me dijo que yo no quería más violencia en mi vida, que por eso usaba la escafandra o el campo de energía, supongo que en eso tenía razón. Yo no quería oír más gritos ni ver más bofetadas en la vida, pero eso lo sabe cualquiera sin ser psicólogo. Me pregunté si los lobotomizados por lo menos eran felices. No, bastaba ver a mis padres esos días. Y a mi hermana. Yo no me miraba al espejo.
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El año de la ballena
Teen Fictionotro libro de los que me gustan y no subo del otro porque no sé donde xuxas lo deje 😔😔