Aprovecho para salir a la terraza a fumar. El frio se cuela por debajo de mi pijama, una pequeña y traviesa aireada me acaricia los pezones que no están protegidos por su sostén, poniéndolos duros y excitándome. Me muerdo el labio inferior, tomo una calada de mi cigarro, el cual me calienta por dentro.
Ojalá fuera en otro sitio, concretamente más abajo, donde sintiera ese calor. Pienso donde querría sentir ese calor, sentirlo junto a este frio. Mi mente me hace imaginármelo, me lleva al medio de la nada, no reconozco nada del lugar, simplemente soy consciente de la fría nieve contra mí espalda. Estoy tumbada, desnuda en la fría nieve, mientras soy embestida por mi amante. Siento las primeras contracciones, siento como el calor aumenta a medida que el tiempo se detiene, haciendo más sensible todo, dejando sentir como se desliza lentamente, a pesar de que la embestida va con su fuerza, entrando y saliendo, con facilidad, provocando un leve gemido por mi parte, que se hace lentamente más grande, a medida que el tiempo me devuelve la conciencia y su velocidad normal. Sienta tan bien, me acerco a mi amante, sus labios son carnosos, perfectos para morder, solo soy capaz de verle esos labios que me apodero entre mis dientes, provocando un gemido de parte de este. Su cuerpo está marcado, no demasiado, su piel algo bronceada por el sol. Cuando he de soltar sus labios, se apodera de mi cuello. Empieza con besos, hasta que me propina un mordisco, a la vez que siento su embestida tocando mi fondo, haciendo que suelte un gemido audible por el placer. Todo está revuelto, a pesar de la fría nieve que me rodea, siento como su cuerpo caliente me envuelve, me hierva, me calienta allá donde toca mi piel, mientras que la nieve me hiela, me enfría y a su vez me excita con su tacto.
Pero ojalá fuera verdad, pienso para volver en mí. Soy de nuevo sorprendida por él, que está apoyado en el marco de su ventana mirándome con la boca abierta. La vergüenza se apodera de mí.
-Joder, tú necesitas un polvo ya - dice eso me confirma que me ha visto. Tomo mi última calada y luego tiro el cigarro. Le quitó importancia al asunto con un leve alzamiento de hombro, haciéndole creer que me es indiferente.
Pero a quien iba mentir, estaba más excitada... Hasta el punto de que me encantaría lanzarme sobre él y que me poseyera ahí mismo. Vestía con unos pantalones largos de chándal, que no le marcaban nada las piernas, pero le quedaban perfectos con su torso desnudo, al descubierto sus pocos músculos marcados, pero exactos para provocar una leve sonrisa en mí, deseando morderle... Debería controlarme...
-Por ahora creo que no me hace falta- respondo intentando huir del lugar, aquello me estaba provocando más de lo normal.
-Si quieres me ofrezco, solo eso un polvo sin sentimiento alguno, solo el gozo, tu y yo. - dice ofreciéndose.
Hago como que me lo pienso, haciendo una mueca al lado. Pero por mucho que me excite la idea anterior, he de negarme.
-Mmmm, no- respondo seca.
-Vale, pero ya lo sabes- dice.
Suspiro por lo ridículo que suena eso.
- ¿Desde cuándo estas ahí? – pregunto intrigada por la situación.
-He salido y he visto que te estabas apoyada en la pared, de repente, has tomado una calada, has cerrado los ojos... te has mordido el labio... excitándote tu sola. –para entrecortado.
¿Él tambien esta cachondo? No creo.
- Desde ahí supongo. - responde.
Vuelvo a suspirar, ahora la vergüenza tambien obtiene un papel en este aire.
-Bueno, no has visto nada. -digo algo nerviosa, me meto en mi cuarto y me resguardo en mi cama.
Pasan los minutos, doy mil vueltas a la cama hasta que consigo conciliar el suelo. Aun me sigue haciendo gracia la propuesta de anoche. Qué hubiera pasado si decía: ¿sí?
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Relatos eróticos
Romantizm¿Qué hay que describir? Su título lo deja bien claro, esto son relatos.