Capítulo sesenta y dos.

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 –Por favor ayúdame solo esta vez –supliqué impotente con el teléfono a mi oído.

–Danbi, ¿tú crees que el dinero crece en los árboles? –respondió mi madre al otro lado de la línea–. Yo tengo deudas que pagar, dos hijas que alimentar y...

–¡Yo también soy tu hija! –interrumpí enfada–. ¿Se te olvida? Tienes tres hijas ¡Tres!

–Si si, lo se Danbi. Solo quise decir que tengo dos hijas menores que tú aquí... ellas tienen necesidades, la vida es más costosa aquí, no puedo enviarte dinero.

–Siempre dices que no tienes dinero, pero puedo ver la cuenta de Instagram de mi hermana, sé que le compraste ropa y teléfono nuevo, tus hijas tienen tantos lujos mientras yo ¡ni si quiera tengo donde vivir! –grité.

–Son... –aclaró incomoda su garganta–, cosas que les compra su padre...

–¡Bien entonces dime quien es mi padre para ir a buscarlo y pedirle que me ayude ya que a ti yo te importo muy poco!

–¡No me vengas con el chantaje emocional de nuevo! –exclamó, pero intentó controlar el tono de su voz–. Además, tu si tienes donde vivir. Regresa a la casa de tu abuelo.

–No regresaré a un lugar en donde no me quieren.

–Entonces intenta arreglártelas como puedas, ya eres grande.

–¡Mamá! –Exclamé, pero ella ya había cortado la llamada.

Ha pasado una semana y no eh conseguido un lugar para quedarme, no podía seguir pagando diariamente en el sauna por económico que fuera así que la desesperación me llevó a llamar a mi madre de la que no sabía nada desde hace un año. Aunque ni si quiera se para que la llamé... desde que cumplí dieciocho años ella dejó de enviarme dinero y por lo que acaba de decir, parece que ya hasta se olvidó de que soy su hija.

Maldije entre dientes ganándome una mirada de reproche de las ancianas junto a mí, esta sauna es algo similar a un refugio para personas de la tercera edad y al parecer, para ellas es tan emocionante espiar mis llamadas.

Me acomodé en una esquina con la almohada de bambú, abracé mi mochila y cerré los ojos, aunque aún no tuviera sueño, pero el vibrar de mi teléfono me hizo abrirlos. Era Owen, toda la semana inventé pretextos para no aceptar sus video llamadas y el empezaba a sospechar que algo no iba bien. Corté la solicitud de video llamada y realicé una llamada de voz.

–¿Por qué no respondes la video llamada, bro?, quiero verte –reclamó él en primer lugar.

–Es que... hoy se me cayó el teléfono y la cámara no funciona.

–¿Delantera y trasera?

–Si... ninguna sirve.

–Dame tu número de cuenta. Ahora mismo te hago una transferencia para que te compres un teléfono nuevo.

–No es necesario –reí.

–No te eh visto toda la semana –gruñó–. Dile a Bloo que te preste su teléfono un momento.

–Bloo... bueno, él... ya debe estar dormido, es tarde.

–Sé que es tarde, pero ese idiota seguro está viendo porno, dile que te preste su teléfono un momento.

–De todas formas, él tiene bloqueado tu número –reí ligeramente.

–Es cierto, ese cretino –gruñó una vez más.

–Estoy realmente muy cansada –bostecé.

–Umh... si, de acuerdo... entonces te llamaré mañana. No trabajas ¿cierto?

RUDEWhere stories live. Discover now